El último viaje. Terry Brooks. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Terry Brooks
Издательство: Bookwire
Серия: Las crónicas de Shannara
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9788417525569
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de lo que le ocurre —dijo con un hilo de voz.

      —El druida está vivo —respondió Truls Rohk—. Aunque por los pelos.

      Estiró el cuerpo destrozado de este y se arrancó tiras de ropa de su propia capa para detener las hemorragias de las heridas. Bek contempló la escena sin hacer nada, horrorizado por la gravedad del daño. Las heridas del druida parecían más internas que externas. Eran irregulares en el pecho y el estómago, pero le brotaba sangre de la boca, de las orejas y de la nariz e incluso de los ojos también. Parecía haber sufrido un fallo multiorgánico.

      Entonces, de pronto y de forma inesperada, sus ojos penetrantes se abrieron y se clavaron en Bek. El muchacho se sobresaltó tanto que dejó de respirar unos segundos y se limitó a devolverle la mirada.

      —¿Dónde está? —susurró Walker con la voz pastosa debido a la sangre y al dolor.

      Bek no tuvo que preguntarle a quién se refería.

      —Está aquí al lado. Pero no parece reconocer quiénes somos o qué ocurre.

      —Está paralizada por la magia de la espada. Ha entrado en pánico y ha usado la suya para protegerse de ella. Aunque ha sido en vano. Ha sido demasiado incluso para ella.

      —Walker —empezó Truls con suavidad mientras se inclinaba hacia él—. Dinos qué hacer.

      Su rostro pálido se giró unos centímetros y clavó los ojos oscuros en el metamorfóseo.

      —Sácame de aquí. Llévame donde te diga. No te detengas hasta llegar allí.

      —Pero las heridas que has sufrido…

      —No se puede hacer nada por las heridas. —De repente, la voz del druida sonaba acerada e imperativa—. No queda mucho tiempo, metamorfóseo. A mí no. Haz lo que te digo. Antrax ha sido destruido. Bastión Caído ya no existe. Lo que había del tesoro que vinimos a buscar, los libros y su contenido, se ha perdido. —Miró al muchacho—. Bek, trae a tu hermana con nosotros. Llévala de la mano. Te seguirá.

      Bek echó un vistazo a Grianne y se centró en Walker de nuevo.

      —Si te movemos…

      —Druida, ¡que te saquemos de aquí te matará! —explotó Truls Rohk, enfadado—. ¡No he venido hasta aquí para enterrarte ahora!

      Los peculiares ojos del druida se fijaron en el metamorfóseo.

      —No siempre podemos tomar decisiones de vida o muerte, Truls. Haz lo que te digo.

      Truls Rohk alzó al druida en brazos lentamente y con cariño para no provocarle más daños. Walker no soltó ningún ruido cuando lo levantó, hundió la cabeza en el pecho y dobló el brazo sobre el estómago. Bek se colgó la espada de Shannara a la espalda, agarró a Grianne de la mano e hizo que se pusiera en pie. Esta lo siguió de buen grado, con facilidad, y sin reaccionar.

      Salieron de la cámara en ruinas y regresaron por el mismo pasillo por el que habían entrado. En el primer desvío, Walker les indicó que tomaran otra dirección. Bek vio cómo movía la cabeza oscura y oyó que susurraba instrucciones. Los extremos de las ropas hechas jirones del druida colgaban de su cuerpo inerte y goteaban sangre que manchaba el suelo.

      A medida que avanzaban por las catacumbas, Bek echaba vistazos a Grianne de vez en cuando, pero esta no le devolvió la mirada ni una sola vez. Sus ojos seguían fijos hacia el frente y se movía como si fuera sonámbula. A Bek le atemorizaba verla así, más que cuando lo había perseguido. Parecía un cuerpo vacío; la persona que lo habitaba había desaparecido por completo.

      Su marcha se ralentizaba de vez en cuando porque se topaban con montones de piedra y metal retorcidos que les obstruían el camino. En una ocasión, Truls se vio obligado a dejar al druida en el suelo durante el tiempo necesario para apartar el metal redoblado y abrirse camino. Bek se fijó en que el druida cerraba los ojos a causa del dolor y el cansancio. Vio cómo se estremecía cuando el metamorfóseo lo volvía a alzar y se agarraba el estómago como si quisiera mantenerse de una pieza. Cómo podía estar vivo Walker tras haber perdido tantísima sangre era algo que el muchacho no comprendía. Había visto hombres heridos, pero ninguno había sobrevivido tras sufrir heridas tan graves.

      Truls Rohk estaba fuera de sí:

      —¡Druida, esto es un sinsentido! —le soltó en una ocasión, y se detuvo debido a la rabia y la frustración que sentía—. ¡Deja que intente ayudarte!

      —La mejor forma de ayudarme es seguir adelante, Truls —fue la débil respuesta de este—. Sigue, venga. Más adelante.

      Caminaron durante un largo rato antes de salir a una caverna subterránea enorme que no parecía formar parte de Bastión Caído, sino de la misma tierra. Era natural: las paredes de roca mantenían su forma, sin que las hubieran alterado el metal o las máquinas; el techo estaba repleto de estalactitas que goteaban agua y minerales con una cadencia regular que interrumpía el silencio resonante. La poca luz que había emanaba de unas lámparas de tenue iluminación que colgaban de ambos lados de la entrada de la caverna y de la delicada fosforescencia de la roca que la formaba. Era imposible atisbar el otro extremo de la gruta, a pesar de que había la luz necesaria para discernir que este se encontraba a una buena distancia.

      En el centro de la caverna había un estanque de agua tan negra como la tinta y tan lisa como el cristal.

      —Llévame a la orilla —ordenó Walker a Truls Rohk.

      Avanzaron por la caverna de suelo irregular, repleto de guijarros sueltos y resbaladizos de la humedad. El musgo crecía por franjas oscuras y el helecho se abría camino por las grietas de la roca. Bek se sorprendió de que algo pudiera crecer aquí abajo, donde no llegaba la luz del sol.

      Le estrechó la mano a Grianne a modo tranquilizador, una reacción inconsciente ante la invasión de las frías tinieblas y de la soledad. Le echó un vistazo de inmediato para ver si se había dado cuenta, pero su mirada seguía perdida en el horizonte.

      Se detuvieron en la orilla del estanque. Siguiendo las instrucciones de Walker, Truls Rohk se arrodilló para tenderlo en el suelo y lo acunó de modo que la cabeza y los hombros quedaran recostadas en sus brazos. Bek pensó en lo raro que parecía que una criatura que no estaba entera, sino que estaba formada por retazos unidos por una sustancia neblinosa, fuera el portador del druida. Recordó cuándo había conocido a Walker en las Tierras Altas de Leah. El druida le había parecido una persona tan fuerte entonces, tan indómita, como si nada fuera a cambiarlo nunca. Y ahora estaba destrozado y andrajoso, perdía sangre y la vida en una tierra lejana.

      Las lágrimas se agolparon en los ojos de Bek en cuanto lo pensó; esa fue su reacción a la crudeza de saber que la muerte estaba cerca. No sabía qué hacer. Quería ayudar a Walker, que volviera a estar intacto, que volviera a ser la persona que era cuando lo había conocido hacía ahora tantos meses. Quería decir algo sobre lo mucho que el druida había hecho por él. Sin embargo, se limitó a agarrar a su hermana de la mano y a esperar a ver qué sucedía.

      —Hasta aquí llego yo —anunció Walker con un hilo de voz. Tosió sangre y se estremeció del dolor que el movimiento le provocó.

      Truls Rohk le limpió la sangre con la manga.

      —No te puedes morir, druida. No lo permitiré. Tú y yo tenemos demasiadas cosas por hacer.

      —Hemos hecho todo lo que debíamos, metamorfóseo —respondió Walker. Esbozó una sonrisa sorprendentemente cálida—. Ahora, cada uno tiene que seguir su camino. Tendrás que buscar tus aventuras y crear los problemas.

      El otro gruñó.

      —No podré hacerlo tan bien como tú. Andarte con jueguecitos siempre ha sido tu especialidad, no la mía.

      Bek se arrodilló junto a ellos y tiró de Grianne para que lo hiciera con él. Esta dejó que la colocara como quisiera y no hizo nada que demostrara que supiera que su hermano estaba ahí. Truls Rohk se alejó de ella.

      —Esta vida ha terminado para mí —empezó Walker—.