El golpe de Estado más largo. Gonzalo Varela Petito. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Gonzalo Varela Petito
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Социология
Год издания: 0
isbn: 9786072924437
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llegó alrededor de las 17:00 horas a Casa de Gobierno para retirarse antes de una hora con señales de honda preocupación, diciendo que la situación era difícil.65 Previamente había visto a Zorrilla.66

      Cumpliendo su amenaza, a las 20:00 horas militares que habían ocupado la planta emisora del Servicio Oficial de Difusión Radioeléctrica (sodre) difundieron por cadena de radio y televisión un comunicado desconociendo el nombramiento del ministro de Defensa, al que reclamaban no estar informado de “la situación actual de las ff. aa.”, así como haber provocado “el alejamiento” de Martínez y Pérez Caldas. Se reconocían los servicios (militares) prestados al Ejército por Francese, mas se ponía en duda su gestión (política) como ministro en el periodo presidencial anterior, “época en que la sedición se organizó y consolidó en nuestro medio” (lo que agregaba los mandos inconformes al ramillete de quienes responsabilizaban a Pacheco por el crecimiento de los tupamaros). El general retirado estaría respondiendo a “la concertada maniobra política ya denunciada” que —se insistía— “retrotraería [a las Fuerzas Armadas] a la superada época de ser el brazo armado de intereses económicos y políticos”.

      A poco de este mensaje volvió discretamente Francese a Casa de Gobierno y ofreció renunciar, pero también voluntad de seguir si se le requería, a lo que fue confirmado. Bordaberry replicó a las 22:30 horas con una alocución de ocho minutos difundida por medios privados, pues los disidentes le impedían al presidente usar la cadena nacional que acababan de emplear. No contentos, pasadas las 23:00 horas esgrimiendo sus armas de fuego interrumpieron la retrasmisión del mensaje presidencial por televisión, prohibiendo en especial difundir imágenes del ministro de Defensa y requisando los tapes con el discurso del mandatario. Este había censurado “un comunicado suscrito […] por los Comandos del Ejército y la Fuerza Aérea […] un hecho sumamente grave. La designación del General Francese, como la de cualquier ministro […] es una facultad del Poder Ejecutivo […] Este comunicado culmina un largo proceso que he enfrentado solo y sin comunicar a la opinión pública”. Existía una idea errada, continuaba, tal vez de buena fe, de que se tramaba una conspiración de sectores políticos para dividir a las ff. aa. e impedir que estas investigaran actos de corrupción equiparables a la subversión. Pero subversión, puntualizaba Bordaberry, era querer cambiar por la violencia un sistema institucional. Invocar para ello actos corruptos —de los que ninguna sociedad está libre— era solo un pretexto (coincidía con Vasconcellos sin citarlo). Aseguraba a los oficiales que pudieran haber sido engañados que el presidente también quería combatir la corrupción por vías legales. No podía sentarse “el gravísimo precedente de suponer que todos podemos juzgarnos a todos”, ni era cierto que con propósitos políticos se hubiera destituido a los comandantes del Ejército y la Fuerza Aérea. El primero había pedido su retiro y el segundo continuaba en el cargo (Bordaberry ratificaba implícitamente a Pérez Caldas, en estado de insubordinación). La permanencia de Francese era “imprescindible […] no derrochemos […] el inmenso capital que es para el Uruguay y para los uruguayos su tradición democrática e institucionalista […] Llamo a toda la ciudadanía a defender las instituciones y a estrechar filas”.67

      La Marina tomó posiciones cerca de la Casa de Gobierno donde políticos acuerdistas se solidarizaban con Bordaberry. Había colorados quincistas y reeleccionistas; ruralistas como Juan José Gari (protagónico en esta etapa) y Olga Clérici, viuda de Benito Nardone; blancos como Wáshington Beltrán, Mario Heber y Bari González —este a nombre de Echegoyen—. No debió ayudar a la credibilidad del compromiso de Bordaberry de combatir la corrupción, que también asistieran a apoyarle los diputados Cabrera Giordano y Guedes, con desafueros pendientes y juicios penales en perspectiva por su gestión pasada en la Junta Departamental de Montevideo. Cundía el pesimismo al estimarse que los militares ya no querían saber de Bordaberry ni quizás del vicepresidente Sapelli, que se encontraba en el Palacio Legislativo rodeado de políticos colorados, entre los cuales estaban desde temprano Eduardo Paz Aguirre de la 15 y Vasconcellos. Este último, disparador de la crisis, prefería no declarar a la prensa y “muy nervioso […] repetía: ‘Hay que acompañar al presidente’ ”. Pasaron también los frenteamplistas Michelini y Juan Pablo Terra. El ferreirista Héctor Gutiérrez Ruiz se reunía con políticos de su sector en el ala de la Cámara de Representantes, de la cual era presidente.

      Según El Día: “Desde las 10:45 [de la noche] acompañaron permanentemente en su despacho” a Bordaberry el vicepresidente junto con el ministro Medero, Gari y Olga Clérici de Nardone. Sapelli había llegado minutos antes tratando de eludir a la prensa, pero el muy joven Ricardo Lombardo del matutino batllista, obtuvo la primicia de su declaración: “Mi deber es apoyar al presidente”, frenando los rumores de que consultado por civiles y militares apostaba a la sustitución del mandatario.68 Sin embargo Lombardo reporta en posdictadura lo ya trascendido en 1973: que Bordaberry dudó de permanecer y en tal caso el vicepresidente había manifestado su disposición a sucederlo observando el trámite constitucional. El nacionalista Navascués, basado en un hijo de Sapelli, sostiene que al vicepresidente “le dijeron dirigentes de su partido político, que fuera a la residencia de Suárez porque Bordaberry iba a presentar renuncia y que debía asumir”; una vez allí Bordaberry le confirmó la novedad, pero poniéndole al tanto de que había cambiado de idea porque su esposa lo convenció de no dimitir.69

      Aún antes de la convocatoria de Bordaberry, alguna gente se había reunido en Plaza Independencia frente a la Casa de Gobierno (el también llamado Palacio Estévez, posteriormente Edificio José Artigas) si bien en cantidad no superior a la de políticos y periodistas que se aglomeraban en la sede oficial. Para El Popular los primeros en llegar a las 22:08 fueron “cincuenta niños de una excursión brasileña”, a los que se sumaron distintas personas en un número estimado en no más de 200. El presidente se asomó unos pocos minutos al balcón hacia las 23:30 y algunos lo vivaron, pero antes otros habrían gritado en su contra. Otros más hacían corrillos para comentar los sucesos. Marcha coincidió en el número de 200, la mayoría curiosos.70 El público calculado por estos medios llegaría a unos 250 y permanecería hasta muy avanzada la madrugada.71

      A las 00:15 horas siendo ya el día 9, salieron los ministros Walter Ravenna (Interior), Ángel Servetti (Obras Públicas) y Francese (Defensa) del Palacio Estévez para trasladarse al comando de la Armada, retornando poco después. Horas antes a las 23:00, se había realizado en una casa del barrio de Carrasco un primer intento de negociación a cargo del brigadier Danilo Sena —excomandante en jefe de la Aviación y al igual que Francese ministro del Interior durante el periodo pachequista— que buscó inútilmente contactar a Pérez Caldas. Sena había ido a Casa de Gobierno a ofrecer su servicio, movido por reeleccionistas que revelaron “que se venían celebrando negociaciones […] a efectos de salvaguardar las instituciones”. Se asesoraban a distancia con el expresidente Pacheco. También se mencionaron como mediadores al general Juan Decilis, encargado de la Comisión de Represión de Ilícitos Económicos (crie) y a Servetti, que aparte de ministro era teniente coronel del Ejército.72

      Entramos a continuación en una zona confusa, guiados por los medios impresos de la época. A la una de la mañana trascendió que los militares habrían dado plazo a Bordaberry para que renunciara a las dos a más tardar, a cuya hora según el diario Ahora, “Benito Medero y el diputado Julio María Sanguinetti se encontraban reunidos con el Presidente para obtener un cambio de su actitud”, de lo que estaba pendiente toda la prensa. Préstese atención a dicha reunión y a quienes supuestamente participaban. Horas antes coincidiendo con Sapelli, los diputados quincistas Julio María Sanguinetti, Franciso Forteza y Wáshington Cataldi habían arribado a Casa de Gobierno. Sanguinetti, muy parco, declaró algo así como “aquí estamos”. El País publicó que la Agrupación de Gobierno de Unidad y Reforma (sector de la 15) hacia la 01:30 del día 9 había dado a conocer su pleno apoyo a Bordaberry, a las instituciones y las libertades públicas. El Popular dio la misma noticia.73 ¿Que “actitud” se pudo pretender entonces que cambiara el mandatario?

      Lo que informa el diario Acción en un tema que atañe a su grupo es defectuoso: “En la noche del jueves [8 de febrero], antes y después de que el Presidente de la República hiciera su mensaje a la ciudadanía, legisladores del Sector [Unidad y Reforma] llegaron a Casa de Gobierno entrevistándose con