El golpe de Estado más largo. Gonzalo Varela Petito. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Gonzalo Varela Petito
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Социология
Год издания: 0
isbn: 9786072924437
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a las exigencias castrenses se debía al consejo “de un asesor muy allegado […] que no ocupa ningún cargo en el equipo de gobierno” —alusión a Juan José Gari— y el objetivo era ganar tiempo, lo que convendría también a los militares, que en esta etapa solo se interesaban por imponer ciertas líneas programáticas: “En ningún momento pretendieron, como la prensa derechista quiere subrayar, la quiebra del orden institucional”.100

      Un vespertino colombiano entrevistó telefónicamente al renunciante César Martínez, quien dijo que se estaba dando un enfrentamiento del que el pueblo no estaba al corriente, “entre el poder militar y el presidente Bordaberry”, por “diferencias de enfoque sobre el manejo de los problemas nacionales”, que venían “desde antes”. No quiso especificar más excusándose por su situación de servicio, pero encontraba indudable que el presidente no contaba con el apoyo de las ff. aa.; aunque “No necesariamente” la salida sería un gobierno militar. Como comandante en jefe del Ejército le había dicho a Bordaberry “que mi intención en el futuro era asesorarlo en algunas formas de acción […] con lealtad y él no se mostró de acuerdo con ello”. ¿Había sido una discusión acalorada? “Según lo que se llame acalorada […] hay problemas en las Fuerzas Armadas y existen problemas nacionales que están interrelacionados”. Se necesitaba “un país donde exista el bienestar, la justicia, el desarrollo”, pero Uruguay vivía “un estancamiento general. Se requiere impulso”. Lo deseable no era derrocar a Bordaberry, porque “la constitución ofrece mecanismos que permiten salir del paso sin [un] golpe”. Este sería “una eventualidad remota”, si bien por el momento no podía descartar que se produjera un choque armado entre sectores de las ff. aa. Al día siguiente el general rectificó en nuevas declaraciones: no creía realmente que pudiera ocurrir un golpe de Estado y a Bordaberry él solo pretendió asesorarlo en asuntos militares.101 Olvidaba que dos semanas atrás había dirigido junto con los otros comandantes en jefe “recomendaciones” al presidente que rebasaban en mucho lo castrense.

      El Día reveló las “verdaderas causas” del conflicto, aparte de la fricción con Vasconcellos: 1) compras sin explicación convincente de moneda argentina, desde mediados de diciembre hasta la primera semana de enero, a precio mayor del normal, que había realizado el Banco Central del Uruguay (bcu) en beneficio de la banca privada, por lo cual los militares habían pedido tomar medidas contra el directorio del ente; 2) el escándalo de la Junta Departamental de Montevideo; y 3) la aspiración hecha pública por las ff. aa. que Bordaberry demoraba en satisfacer, de que se nombraran en la dirección de los organismos autónomos y descentralizados a oficiales por ellas escogidos.

      Con relación al primer punto, el viernes 9 se había decretado feriado bancario y el lunes 12 se resolvió limitar el retiro de depósitos en moneda nacional. Había una fuerte baja del dólar a nivel internacional, pero en el mes de enero movimientos bancarios habían hecho subir artificialmente el dólar financiero en Uruguay. Siete bancos involucrados habían sido señalados a instancias de jerarcas militares, visto que entre el 15 de diciembre y el 5 de enero habían comprado con dólares (lo que implicaba fuga de divisas) pesos argentinos en el mercado negro de la vecina orilla y los daban al bcu —que pagaba una cotización más alta a efectos de contrarrestar el mercado negro uruguayo— como si fueran provenientes del turismo ingresado al país. También había maniobras de casas de cambio con divisas efectivamente captadas de los turistas, y otros ilícitos en operaciones de comercio exterior. El Banco Central respondió que había promovido las investigaciones correspondientes e informado al ministerio de Economía, haciendo revertir las operaciones referidas y encomendando aplicar multas, así como iniciar procedimientos penales que estaban en la etapa del presumario y por tanto en secreto. Mismo que la institución se veía obligada a quebrar para desmentir las acusaciones en su contra, beneficiando mal que le pesara a la defensa de los sospechosos. Con su intervención el bcu había logrado que entre mediados y fines de enero el dólar bajara de $1070.00 a $880.00 pesos, por lo que no se le podía achacar otra cosa que no fuera el saneamiento financiero.102

      En la Armada, luego del repliegue y el compromiso de que a cambio de su neutralidad se respetaría su autonomía, había un suspenso que empezó a resolverse el sábado 10. Algunos marinos se habían estado presentando en dependencias del Ejército manifestando adhesión al alzamiento y alrededor de las 15:00 horas, una pequeña insurrección en el Área Naval del Cerro donde se encontraban 200 efectivos, exigió unirse a las otras armas y que Zorrilla renunciara. La encabezaba el capitán de fragata Jorge Nader (a quien el mln señalara como integrante del llamado escuadrón de la muerte) secundado por el capitán de navío (por tanto de mayor rango, y sin embargo acatando a Nader) Hugo Márquez, de modo que no se suscitaba el “equívoco” de que hubiera una intromisión del Ejército o de la Aviación. Salvo que los comunicados del grupo se reproducían en las radios controladas por estos que además se solidarizaron, amenazando con represalias a quienes agredieran a los marinos rebeldes. Alrededor de las 18:00 horas el Ejército colocó barricadas y emplazó tanques cerca del puente del arroyo Pantanoso, declarándolo “zona militar” e impidiendo el acceso a la populosa zona del Cerro durante hora y media. En otra versión el corte duró solo alrededor de una hora, entre las 19:25 y 20:25, moviendo súplicas y gritos de centenares de personas necesitadas de pasar.103 Luego se reanudó el tráfico, aunque permaneció una guardia y siguió cercada por el Ejército el área del Dique Nacional, en protección de los escasos alzados de la Marina —unos treinta, diría luego Nader— que se concentraban en la cercanía del buque tenderredes Huracán, allí varado. Desde el vecino cuartel del Grupo de Artillería No. 1 en el barrio de La Paloma (Cerro Norte) donde también funcionaba una dependencia de la Fuerza Aérea, el Ejército podía operar si quería en socorro del grupo. Tras algunos disparos sin bajas, se llegó a un acuerdo de no agresión entre marinos rebeldes y leales. Mediando conversaciones en que participaron el general Esteban Cristi y el coronel Ramón Trabal, el Ejército se abstuvo de atacar.104

      Zorrilla había estado en reunión con oficiales del Ejército para la mediación que le había solicitado Bordaberry, y enterado de los sucesos cuando iba camino a la misma.105 Con notable productividad, la tripulación del Huracán reparó en pocas horas la nave utilizando incluso trozos de plástico, y lo botó al agua. En tierra la rebelión naval había sido reducida y otros buques de la Armada zarparon preparados para un enfrentamiento. Un guardacostas junto al que navegaba una lancha de fusileros navales se aproximó al tenderredes intimándole rendición, pero la resolución de Nader y la voluntad de Zorrilla de evitar un choque cruento hicieron que se alejaran. El domingo 11 en la tarde otro navío, el barreminas Pedro Campbell, se sumó a la rebelión y un destructor amenazó bombardearlo, sin que se produjera zafarrancho de combate, pues en la tripulación del destructor también había simpatizantes del alzamiento o quienes no querían disparar contra compañeros de armas. Los rebeldes en el agua suscribían el “plan político” del comunicado No. 4 y un contralmirante retirado, Francisco De Castro, que había sido comandante en jefe de la Marina en 1967-1969, lideró a un conjunto de “Oficiales disidentes de la Armada” identificado con sus “camaradas” del Cerro, constituyendo un efímero Comando General de la Armada en Operaciones. Encontró oficina en el Servicio de Hidrografía de la Armada, providencialmente cercano a la sede de la Región Militar No. 1 del Ejército. De Castro era cuñado de los hermanos Zubía, lo que explica su salida del retiro. Simbólicamente los amotinados necesitaban un comandante más o menos ficto en cada arma.106 Ambos grupos navales rebeldes aseguraban ser fieles a la Constitución mientras la infringían, pero en esto no hacían más que imitar lo que sucedía a nivel de gobierno desde años atrás.

      Hacia las cuatro de la mañana del lunes 11 Zorrilla se comprometió a renunciar en el plazo de una hora, toda vez que se obedecieran sus órdenes y el Huracán se alejara de puerto. El buque fondeó a cinco millas y el contralmirante dejó el cargo de comandante en jefe a las 06:00, pidiendo el relevo a Bordaberry en una carta en que reconoció que no había logrado mantener la unidad entre sus subordinados y esperando que “los actores de estos sucesos asuman su responsabilidad ante la historia”. Bordaberry aseguró “firme su propósito” de no relevarlo... pero dejando “a criterio” de Zorrilla la decisión. Se supo que el marino estaba desilusionado con la actitud poco combativa de los partidos políticos.107

      Oficiales institucionalistas