El golpe de Estado más largo. Gonzalo Varela Petito. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Gonzalo Varela Petito
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Социология
Год издания: 0
isbn: 9786072924437
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con mandos militares que repitieron su demanda. En la tarde fue el último en llegar a la reunión del consejo de ministros, para retirarse luego de diez minutos trasladándose a la sede de su cartera, donde conferenció con los jefes del Ejército y la Fuerza Aérea. Posteriormente los veinticinco oficiales generales en actividad de las tres armas concurrieron a la residencia presidencial de la avenida Suárez, a una reunión de cuatro horas en que desbordando el caso de Vasconcellos habrían hecho “un replanteo general de todas las demandas […] contra la corrupción […] la crisis económica y la eliminación, en las esferas de gobierno de algunas personas con sospechosas vinculaciones”. (Intromisión en política que no dejaba de darle la razón a la denuncia del senador colorado.) César Martínez en nombre del Ejército insistía en una nueva misiva, sostenido por la Aviación, no así por los mandos de la Marina, quienes discrepantes y desde antes molestos por el choque fronterizo en el Río de la Plata, se retiraron y ordenaron acuartelar sus tropas. Oficiales de menor graduación corrían rumores a los periodistas, incluyendo una posible renuncia de Bordaberry. Alrededor de las 22:00 horas llegó a la residencia el vicepresidente Jorge Sapelli.58

      Para Malet se trataba solo de “divergencias normales en las relaciones humanas”. Como se empecinara junto a sus subordinados, a primera hora del miércoles 7 Bordaberry lo hizo renunciar, colocando en su lugar al general retirado Antonio Francese, exministro de Defensa y del Interior que más había durado en el gabinete de Pacheco, signado por constantes cambios. Aceptó el ofrecimiento —que antes habría rechazado en más de una ocasión— con miras a restablecer la disciplina en las ff. aa., haciendo caso omiso a la advertencia del general Martínez, de que el Ejército ya no era el mismo del pasado. Los anónimos “observadores políticos” que con frecuencia citaba el diario Ahora, calificaron de hábil maniobra la designación: la Marina ya había roto la unidad de las ff. aa. y ahora se trataba de dividir al Ejército, aprovechando el ascendiente del anciano jerarca.59

      A las tres de la madrugada los comandantes del Ejército y la Fuerza Aérea confirmaron que publicarían su respuesta a Vasconcellos. Bordaberry se mantuvo reunido toda la noche, mientras su chofer lo esperaba durmiendo en el coche oficial. A las 06:00 de la mañana se retiró a descansar y a las 08:00 estaba en pie. A las 09:30 se hallaba en Casa de Gobierno donde lo esperaba Francese para ser designado formalmente, en compañía del ministro del Interior Walter Ravenna, del secretario de la Presidencia Luis Barrios Tassano y del escribano de Gobierno, así como del coronel Mario Barbé Saravia, de la Casa Militar. Francese, que se declaraba “fiel cumplidor de la constitución”, temprano en la mañana aún sin ocupar el cargo había conferenciado en su domicilio con César Martínez, quien le adelantó su voluntad de pasar a retiro. Tras la investidura, a la pregunta de los reporteros de por qué aceptaba el mando respondió “por esta”, sujetando la casaquilla de su uniforme militar y “Tienen que estar”, respecto a si los comandantes en jefe asistirían a la ceremonia en el Ministerio de Defensa. Una vez allí, mientras estos se alineaban a su izquierda en posición de firmes, tomó posesión del cargo a las 10:15 en sala colmada de público, declarando que independientemente de posiciones encontradas la responsabilidad por la gestión castrense era del ministro. Luego se reunió menos de media hora con los titulares de las tres armas. Martínez y Pérez Caldas lucían caras largas, no así Zorrilla.60

      La carta de la discordia firmada por los comandantes en jefe de tierra y aire (Martínez y Pérez Caldas) salió a luz temprano en la tarde, pero con fecha del día anterior, martes 6, invocando la autorización de Malet que entonces todavía era ministro. Corrió la versión de que en la reunión con Francese se habría transado que se publicaría el documento así antedatado. El nuevo ministro dijo desconocerlo y que no lo había autorizado, aunque lo estudiaría con calma. No contradecía lo trascendido, pues la autorización no era suya sino de Malet y para tolerar la publicación no necesitaba haberla leído, y aun era recomendable que no lo hubiera hecho. Por toda respuesta se proponía relevar a los firmantes.

      El mensaje acusaba a Vasconcellos de ser parte de “una conjura de grupos partidarios”, con la intención de desprestigiar a las ff. aa. y sustituir al ministro Malet. En repudio declaraba que las Fuerzas Armadas “no son ni serán el brazo armado de grupos económicos y/o políticos” que buscaran desviarlas “del camino que ellas deben recorrer”, consistente en “brindar seguridad al desarrollo nacional” de acuerdo con el decreto 566/971 de septiembre de 1971, dictado por el gobierno pachequista y “avalado luego por el Parlamento”, que marcara “la filosofía”de la institución encargada de combatir la subversión. Esta sería más que la sedición violenta y alcanzaba a todas las acciones que atentaran contra “el ordenamiento institucional, social, moral y económico nacional”, por lo que la intervención castrense seguiría en tanto persistieran dichas fallas. En obediencia al decreto la corporación asumía la tarea no de desplazar, sino de restablecer las instituciones públicas; no había tal plan político militar informado a Legnani y luego a Vasconcellos por canales no oficiales, “solo se trataba de un estudio de estado mayor”, sin aprobar por los altos mandos. Constituía una deformación creer que la defensa de las instituciones recaía solo en el pueblo y los partidos, también correspondía a la institución armada por ley y por “su nunca desmentida extracción popular”. Los “fines inconfesables” de Vasconcellos ponían en peligro la tranquilidad pública. Los militares continuarían denunciando la corrupción allí donde se hallara, incluso en su seno; negaban haber desobedecido al ministro y reiteraban que la postura del legislador colorado no era “solo […] el producto de una mente enfermiza” sino de “una maniobra política de la que [...] es portavoz”. Concluían amenazantes: “Y sepan que a las instituciones con dignidad, no se las acorrala”.61

      La frase “no son ni serán el brazo armado de grupos económicos y/o políticos” causaría sensación en la izquierda, mas no se fundaba en un ideario progresista, sino en el decreto pachequista con fines represivos que había permitido a las ff. aa. despegar como actor político. Aunque solo embrionariamente como también decían, por comparación con el espaldarazo mayor que les significara en 1972 el estado de guerra interna y la Ley de Seguridad del Estado avalados por el Parlamento. Era esa autonomía lo que reivindicaban.

      A las 20:00 horas de la noche del mismo día 7 acudió nuevamente Sapelli con Bordaberry a Casa de Gobierno. El mandatario se retiró a las 21:00 horas y poco después lo hizo Francese. A las 09:00 de la mañana siguiente, jueves 8, César Martínez acatando al ministro presentó renuncia y pedido de retiro, tomando su puesto como subrogante José Luis Verocay, general de la derecha en la jerga castrense (el más antiguo en el orden de precedencia militar).62 Martínez, todavía en actividad,63 esa misma mañana habría conversado con otros oficiales, incluidos los comandantes en jefe de la Marina y la Fuerza Aérea. De 11:00 a 15:00 horas hubo una reunión de altos mandos del Ejército y la Fuerza Aérea con participación de Verocay, en la sede de la Región Militar No. 1 en la Avenida Agraciada, a cuyo frente se cortó el tránsito. Trascendió la molestia de los oficiales por la renuncia de César Martínez, mas en puridad, un grupo de coroneles y generales reunidos la noche del 7 al 8 en el despacho de Esteban Cristi, jefe de la Región, había decidido ya el alzamiento, tanteando la cadena de mandos para obtener más adhesiones. Con cierta inseguridad, porque actuaban contra la Marina y sin definición de la Fuerza Aérea, que les daría su anuencia recién la mañana del 8. Los aviadores habían conferenciado en su base de Boiso Lanza y su comandante Pérez Caldas también acudió a la reunión con el arma de tierra. En octubre anterior había coincidido con Zorrilla en oponerse al principio a la detención de Jorge Batlle, pero ahora no podía apoyar al marino. Sus subordinados lo presionaban y a diferencia de la Armada, la Aviación no tenía un contingente de infantería para encarar al Ejército. Mientras que Zorrilla tenía una fibra más resistente, decía la embajada británica, Pérez Caldas era un amable oficial a la antigua que quería llevar una vida tranquila.

      Las cuatro regiones militares del Ejército apoyadas por la aeronáutica resolvieron desconocer al nuevo ministro. Pérez Caldas, el único amotinado con cargo formal de comandante en jefe a causa de la dimisión de Martínez y la postura institucionalista de Zorrilla, en representación de las dos armas acudió a las 14:45 horas a casa de Francese con la intención