La aplicación de estos cambios se retrasó hasta 968 a causa de la oposición del hijo de Otón, el arzobispo Guillermo de Maguncia. La muerte de Otón, en 973, abrió la posibilidad de reemprender su proyecto favorito. En 975-976, el papa hizo reajustes en la jerarquía germana y retornó al arzobispo de Maguncia la condición de primado, además de expandirla con la concesión del obispado de Bohemia, creado en Praga en 973.24 En 981, Otón II aprovechó el fallecimiento del primer arzobispo de Magdeburgo para suprimir el obispado de Merseburgo y redistribuir sus recursos y jurisdicciones entre Halberstadt, Zeitz y Meissen, que se consideraban insuficientemente dotados. Giselher, antiguo obispo de Merseburgo, fue compensado con la sede vacante de Magdeburgo. Estos cambios provocaron profundos agravios entre el clero menor, entre ellos a Tietmaro, canónigo de la catedral de Merserburgo que consideró que el alzamiento eslavo de 983 había sido el castigo divino por la supresión de su amada diócesis.25 Incluso la familia imperial estaba dividida al respecto. La esposa de Otón II, Teófano, apoyaba a Tietmaro, mientras que la madre del emperador, Adelheid, compartía con el arzobispo Giselher su oposición al restablecimiento de Merseburgo. Las damas del imperio intervinieron, pues la desaparición de Merseburgo afectaba la jurisdicción de conventos bajo su protección. En 998, Otón III ordenó la reinstauración de Merseburgo, pero esto no se logró hasta después del fallecimiento de Giselher, seis años más tarde, y después de que el nuevo rey Enrique II hiciera una gran donación para compensar a Magdeburgo y a Halberstadt.26
Después de la de Magdeburgo no se añadieron nuevas archidiócesis, pero el número de obispados fue creciendo por medio de la subdivisión de diócesis ya existentes y la creación de otras nuevas cuando el imperio volvió a expandirse hacia el este a partir del siglo XII. El reino de Carlomagno había contenido 180 obispados, 45 de los cuales bajo control papal directo. A consecuencia del Tratado de Verdún, un número importante de obispados se separó del imperio, pero alrededor de 973 la emergente Iglesia germana había creado 32 obispados y 6 arzobispados. Hacia 1500, el total superaba la cincuentena, es decir, una décima parte de la cristiandad latina. Había 9 más que no pertenecían a una archidiócesis y otras 5 fuera de todo control arzobispal debido a que estaban bajo supervisión papal directa. Este era el caso de Bamberg, fundado por Enrique II en 1024.27
Abadías
La fundación de abadías se consideraba, ya en el siglo VIII, una tercera rama eclesiástica, inferior en rango a obispados y arzobispados. Las abadías tenían menor jurisdicción y, en un principio, estaban más próximas al ideal de oración monástica que los centros diocesanos. Las conquistas de los francos crearon la necesidad de una infraestructura eclesiástica local y garantizó el suministro de mano de obra esclava necesaria para su construcción. Se atribuye a Carlomagno la fundación de 27 catedrales y 232 monasterios y abadías, cifra muy superior a la de palacios, pues tan solo edificó 65.28 Esta actividad en Alemania creó un nuevo paisaje sacro en el que tan solo Maguncia, Colonia y Tréveris contaban con iglesias relativamente viejas. Algunos monasterios de importancia remontaban sus orígenes a antiguas iglesias misioneras como la de San Galo, en Suiza, establecida en 612 por un monje irlandés, si bien el edificio data de la década de 830. La vinculación con un misionero martirizado influía a menudo en la localización, pero la iniciativa regia o señorial también tenía importancia.
El patronazgo de iglesias y abadías ayudaba a preservar la identidad de las familias señoriales. Los otónidas remontaban sus orígenes a Liudolfo y Oda, piadosos fundadores del convento de Gandersheim. Con sus oraciones, y con la historia familiar escrita por la abadesa Hroswitha, las monjas de Gandersheim ayudaban a perpetuar la memoria* de los otónidas. De hecho, los otónidas rompieron de forma aún más nítida con los carolingios y su práctica franca de repartir la herencia, con lo que aumentó la necesidad de buscar ocupación adecuada a los hijos menores o solteros excluidos de la herencia. Todas las primeras abadesas de Gandersheim, Hroswitha entre ellas, fueron descendientes directas de Liudolfo o de Oda.29
Se concedía patronazgo a múltiples lugares, en especial por parte de la familia real; dado que hasta finales de la Edad Media no tuvo una capital fija, necesitaba residencias para sus itinerarios imperiales. Dentro de la estructura familiar, el parentesco extenso seguía pesando más que la ascendencia patrilineal, lo cual fomentaba la utilización de diferentes lugares. Los otónidas, por ejemplo, además de Gandersheim, también convirtieron el castillo carolingio de Quedlinburg en un importante convento familiar promovido por Matilde, viuda de Enrique I. Matilde mantuvo el cargo de canonesa creado por la legislación carolingia, lo que le permitió convertirse en la primera rectora de Quedlinburg que no había profesado votos de monja.30
La Iglesia imperial
Esta infraestructura eclesiástica surgió en paralelo al desarrollo del imperio, lo que dio origen a lo que pasó a conocerse como Iglesia imperial y que constituyó un pilar fundamental del orden político hasta principios del siglo XIX. La Iglesia imperial, en tanto que nueva fundación, dependía de tierras de reciente concesión, en su mayoría donaciones directas del emperador. Entre los siglos V y VIII los francos cedieron a la Iglesia una tercera parte de sus tierras, aproximadamente. No obstante, Carlos Martel secularizó buena parte de estas para financiar sus campañas; con su nieto Carlomagno se reemprendieron las donaciones. Estas fueron más extensivas en las áreas recién conquistadas al este del Rin, donde era posible redistribuir las propiedades de los pueblos derrotados.31
La abadía de Prüm, al norte de Tréveris, resultó especialmente favorecida, pues en 893 obtuvo 1700 propiedades dispersas por toda Lotaringia, habitadas por unas 16-20 000 personas. Los doce feudos pertenecientes en el siglo IX a la abadía de San Bertín de Flandes abarcaban 11 000 hectáreas, mientras que la abadía de Nyvel, cerca de Gante, controlaba 14 000 granjas en el momento en que Otón II la donó a su esposa Teófano con ocasión de su matrimonio, en 972.32 Tales propiedades fueron concedidas en calidad de beneficios, es decir, seguían siendo propiedad de la corona mientras sus beneficiarios las explotaban. Los carolingios habían logrado alcanzar el antiguo objetivo merovingio de imponer el diezmo a todos los cristianos. Los obispos se encargaban de coordinar su recaudación, pero el rol de asignar el diezmo a las iglesias concretas recaía a menudo en el monarca.33
A cambio de su inversión, el emperador esperaba obtener dividendos importantes. El alto clero constituía un grupo de vasallos a su inmediata disposición, al contrario que los señores seculares, que formaban un grupo mucho mayor y más