60 Muldoon, J., op. cit., 18-19; Colás, A., 2007, 7-9, 18-19, 32-33; Burns, J. H., 1992, 97-100; Scales, L. E., 1995, 394-416. Información más detallada en Kirchberg, J., 1934. Los desafíos de la soberanía real se estudian también en 169-176.
61 Según Innes, M., 1997, 833-855, es probable que Carlomagno planease un estilo colegiado de gobierno en el que familiares próximos compartirían el poder con un patriarca común.
62 Nelson, J. L., 1996, 89-98; Costambeys, M. et al., op. cit., 208-213.
63 Brühl, C., 1990, 359-362; Erkens, F. R., 1996, 423-485; Brown, W., «The idea of empire in Carolingian Bavaria», en Weiler, B. y MacLean, S. (eds.), op. cit., 37-55.
64 Riché, P., 1993, 168; Noël, J.-F., 1976, 7-11.
65 Schatz, J., op. cit., 33, 55-68, 100-113; Blockmans, W., «The fascination of the Empire», en Bussiere, E. et al. (eds.), 2001, 51-68, 54. Información adicional en 603-604.
66 Claeys, G., 2011.
67 Este es un problema particular de la obra, por otra parte útil, de Schatz, J., op. cit.
68 Crónica de Wipo de Borgoña en Mommsen, T. E. y Morrison, K. F. (eds.), op. cit., 82.
69 Goetz, H.-W., 1987, 110-189, 117-124.
70 Karpf, E., 1985.
71 Mommsen, T. E. y Morrison, K. F. (eds.), op. cit., 72. El dinasticismo se trata con más detalle en 422-431.
72 Zotz, T., «Carolingian tradition and Ottonian-Salian innovation», en Duggan, A. J. (ed.), 1993, 69-100, 70-71; Keller, H., 2000, 112-131; Gabriele, M. y Stuckey, J. (eds.), 2008.
73 Classen, P., «Corona imperii. Die Krone als Inbegriff des römisch-deutschen Reiches im 12. Jahrhundert», en Classen, P. y Scheibert, P. (eds.), 1964, I, 90-101.Vid. 267-268 para la corona imperial.
74 Mommsen, T. E. y Morrison, K. F. (eds.), op. cit., 73. Aunque este famoso pasaje procede de la pluma de Wipo, es indudable que refleja el pensamiento del propio Conrado. Wolfram, H., 2006, 324-326.
75 Petersohn, J., 1994, 71-101; Koch, G., op. cit., 253-275.
76 Conring, H., 2005.
77 Existen numerosos ejemplos, que van desde relatos divulgativos como el de Perris, G. H., 1912, 33, a obras académicas como la de Myers, H. A., op. cit., 120-121, 218-222.
78 En comparación, en 654-752 hubo seis griegos, cinco sirios, cinco romanos y un italiano: Southern, R. W., op. cit., 54, 65.
79 Hack, A. T., op. cit., 605-625.
80 Zimmermann, H., «Imperatores Italiae», en Beumann, H. (ed.), 1974, 379-399.
81 Reuter, T. (ed.), 1992, 135; Mierau, H. J., op. cit., 53-55.
82 Partner, P., 1972, 77-102.
83 Keller, H., 1999, 20-48; Zielinski, H., «Der Weg nach Rom: Otto der Große und die Anfänge der ottonischen Italienpolitik», en Hartmann, W. y Herkbers, K. (eds.), 2008, 97-107.
84 El mejor relato contemporáneo es el de Wright, F. A. (ed.), 1930, 215-232. Con respecto a estos hechos, vid. Reuter, T., 1991, 169-173; Becher, M., 2012, 215-230.
85 El Ottonianum fue incluido en Hill Jr, B. H., 1972, 149-152. Véase también Zimmermann, H., 1962, 147-190.
86 Collins, R., 1991, 347.
87 Althoff, G., 2005, 123.
88 Althoff, G., 2003, 61-62, 72-81. Las prácticas judiciales del imperio se abordan en las páginas 610-637.
89 La última idea la defiende Weinfurter, S., 1999, 91-6, con el argumento de que Suitger continuó siendo obispo de Bamberg mientras fue papa. Véase también Frech, G.,«Die deutschen Päpste», en Weinfurter, S. (ed.), 1991, II, 303-332.
90 Para el debate acerca de si tales cambios constituyeron la «primera revolución europea», vid. Moore, R. I., 2000; Leyser, K., 1993, 1-28. El concepto lo discute Schieffer, R., 1998, 19-30. Para el impacto de tales cambios sobre el imperio, vid. 488-493, 504-508.
91 Lawrence, C. H., 1989; Hummer, H. J., 2005, 227-249.
92 Howe, J. 1997; Cushing, K. G., 2005, 34-37, 91-95; Rubin, M. (ed.), 2009.
93 Howe, J., 1988, 317-339; Kruppa, N. (ed.), 2007.
94 Con respecto a estas obligaciones, véase también 333-334.