Cuidados básicos del niño sano y del niño enfermo. Roser Casassas. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Roser Casassas
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Медицина
Год издания: 0
isbn: 9789561425279
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del lactante menor:

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      Entre los 2 y medio y 3 años el niño tiene su fórmula completa de dentadura temporal:

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      Esta fórmula permanece invariable hasta cerca de los 6 años, edad en que comienza el recambio dentario.

      Entre los seis y trece años los “dientes de leche” son reemplazados por los dientes permanentes, simultáneamente aparecen los primeros molares definitivos o “molares de los seis años”. Estos están detrás de los molares temporales, son muy importantes porque sirven de guía para la ubicación del resto de los dientes y para el desarrollo de los maxilares (oclusión normal).

      La dentición definitiva está compuesta por 32 piezas dentarias, 8 incisivos, 4 caninos, 8 premolares y 12 molares.

      A los 6 meses, cuando erupcionan los primeros dientes, se observa una íntima relación entre los signos de madurez bio-psico-motora: ocurre una modificación funcional de la deglución, el niño se puede sentar con apoyo, mantiene la cabeza erguida, el cuello recto y el complejo lengua-mandíbula empieza a adquirir una posición espacial y definitiva con respecto al eje vertical del cuerpo. Este se ajusta y estabiliza a medida que van engranando los dientes y luego los molares. El niño aprehende los objetos y los coge si los tiene cerca, todo lo que llega a su mano lo lleva instintivamente a la boca, no para chuparlo, sino para morderlo, ejercitando sus dientes, las nuevas percepciones sensorio-espaciales de los labios y la lengua y su nueva forma de deglución. De ahí en adelante hay un notorio y rápido progreso de las habilidades motoras corporales.

       Núcleos de osificación

      Los núcleos de osificación son indicadores del proceso de maduración ósea. A partir del nacimiento, en las epífisis de los huesos largos, aparecen los núcleos de osificación secundarios (los primarios se formaron en la vida intrauterina), el crecimiento de los huesos largos continúa hasta que ocurre la fusión epifisiaria.

      El proceso de osificación dura aproximadamente veinte años, puede ser evaluado a través de radiografías o ecografías, las que permiten calcular la edad ósea de un niño, la que si es normal debe ser concordante con su edad cronológica.

      Antes de los dos años es de utilidad para evaluar la edad ósea, la radiología de las muñecas, más tarde es preferible la de rodilla.

       Control de esfínteres

      El dominio del control de esfínteres es otro indicador de maduración. La mayoría de los niños están capacitados para adquirir su control entre el segundo y tercer año de vida; para ello necesitan de una madurez neurológica y de un desarrollo social. Primero se logra el dominio del esfínter rectal y luego el vesical.

      La adquisición de esta habilidad requiere de gran paciencia por parte de los padres o personas que enseñan al niño, ya que la sobreexigencia, muestra de enojo, impaciencia, actitud ansiosa, puede retardar el proceso e incluso producir frustraciones en el niño y alteraciones psicológicas futuras. No se recomienda iniciar el entrenamiento de este hábito cuando la familia se encuentra bajo tensión emocional, como sucede durante una enfermedad, cambio de casa o ciudad, o el nacimiento de un nuevo hermano. Este último puede ser un factor de regresión a conductas anteriores, y así el niño que controlaba esfínteres puede dejar de hacerlo temporalmente como respuesta al nacimiento de un hermano.

       Maduración psicomotora

      La maduración psicomotora puede ser evaluada a través de pruebas especiales. Estas consideran el grado de madurez que alcanza un niño en cuatro áreas básicas: motora, coordinación, social y lenguaje.

      Área motora: corresponde a la motricidad gruesa, coordinación de los movimientos corporales generales y específicos; por ejemplo, cambiar de posición, sentarse, caminar. El recién nacido realiza movimientos de tipo reflejo. Antes de los dos meses es capaz de levantar la cabeza en 45 grados cuando está en posición prona, mantiene la cabeza erguida a los tres meses, se sienta con apoyo a los ocho meses, se para entre los nueve y diez meses y camina tomado de la mano al año de edad. Más tarde ensaya subir escaleras, lo que hace sin apoyo a los 2 años y medio.

      Área coordinación: actividades que requieren de un ajuste de los movimientos con los órganos sensoriales; por ejemplo, a partir del segundo mes el niño sigue objetos en movimiento con la mirada, toma objetos a los 6-8 meses, después del año coloca objetos grandes dentro de otros y cerca del año y medio es capaz de introducir objetos pequeños en una botella y construye torres de dos o tres cubos. Copia un círculo a los tres años y un cuadrado a los cuatro.

      Área social: considera las habilidades de un niño para responder frente a la presencia y estímulo de otra persona, al igual que la capacidad de aprender por medio de la imitación, por ejemplo, gesticular frente a la cara de un adulto. Desde el tercer mes es posible obtener sonrisa social, más tarde vuelve la cabeza atendiendo a los sonidos, cerca del año hace “tortitas” con las manos. Después del año es capaz de responder a la orden de “NO”, al año y medio comienza el control de esfínteres y después de los dos años se pone y saca la ropa y le gusta jugar con los amigos.

      Área del lenguaje: implica la posibilidad de comunicarse y comprender. Abarca el lenguaje verbal y no verbal, como los sonidos, vocalizaciones, gestos, palabras, frases; por ejemplo, al mes de edad emite sonidos guturales, a los tres meses balbucea algunas vocales, pero sólo al año de edad dice mamá y papá. Al año y medio es capaz de hacer frases con dos palabras, a los dos años usa los pronombres y a los cinco años es capaz de hacer frases claras de cinco palabras. Un aspecto importante del lenguaje durante el primer año es el llanto. Los padres aprenden a conocer los distintos tipos de llanto de su hijo y a ayudar o atender al niño según lo requiera.

      La evaluación periódica del desarrollo psicomotor realizada tanto por los padres como por los profesionales de la salud, permite adaptar la estimulación a las características y necesidades de cada niño, y a la vez detectar en forma precoz factores del entorno, psicoafectivos, trastornos neurológicos o de los órganos de los sentidos, que pudieran pasar desapercibidos y alterar el desarrollo psicomotor.

      En el anexo I se incluyen una Escala de Evaluación del Desarrollo Psicomotor (EEDP) de Soledad Rodríguez, para niños menores de dos años; el Test de Desarrollo Psicomotor (TEPSI), para niños de 2 a 5 años y un artículo que comunica la experiencia de la incorporación de los padres en esta evaluación.

       Maduración sexual

      Los indicadores de esta maduración comienzan a manifestarse en la etapa de la pubertad. Su evaluación se realiza a través de la observación de las características sexuales secundarias. De acuerdo a los grados de maduración de Tanner, estas características se clasifican en diferentes grados. (Ver anexo)

      El acelerado ritmo de crecimiento durante la etapa infantil no es igual en todos los segmentos corporales, lo que determina configuraciones esqueléticas características de cada edad.

      Al nacer, el niño parece desproporcionado, tiene una cabeza de gran tamaño dado principalmente por el volumen del cráneo, ya que la cara es muy pequeña. La cabeza corresponde a la cuarta parte del tamaño o la longitud total del cuerpo y las extremidades inferiores un 30% del largo total. Esta proporción de los segmentos corporales va variando paulatinamente hasta alcanzar las características del adulto (cuando cesa el crecimiento), en el cual la cabeza representa un octavo del total del cuerpo y las piernas un 50%.

      Durante la infancia el crecimiento del cráneo es relativamente rápido, alrededor de los cinco a seis años ya ha alcanzado más o menos el 90% de su tamaño definitivo (adulto).

      Los huesos de la cara crecen