Cuidados básicos del niño sano y del niño enfermo. Roser Casassas. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Roser Casassas
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Медицина
Год издания: 0
isbn: 9789561425279
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de formación profesional formal, en instituciones de educación superior, que se utilizan con el mismo fin que el del cuidado genérico (Cameron & Luna, 1996, citada en Fitzpatrick & Whall, 1996). Este tipo de cuidado es el otorgado preferentemente por las “enfermeras/os” que han recibido dicha formación y obtenido un título profesional que las habilita para cuidar. El foco central de estos profesionales es el cuidado, no existe otra profesión que esté tan comprometida con el proceso de cuidar, con las acciones del cuidado y con una relación interpersonal de cuidado. El cuidado profesional otorgado por las enfermeras añade y enriquece al cuidado cotidiano, la profesionalidad. En Chile, el Código Sanitario establece en su artículo 113 que la enfermera es la responsable de la gestión del cuidado.

      En determinadas circunstancias de la vida, mediadas por la edad, estado de salud, ciertas capacidades, entre otros, el cuidado de la salud debe ser asumido por un profesional experto, pero la mayoría de las veces las necesidades de cuidado pueden ser satisfechas por la propia persona o por un familiar o amigo que colabora en su cuidado. El cuidado de la salud es una actividad permanente y cotidiana de la vida de las personas. Todos o casi todos, cuidan y/o se cuidan (Kerovac, 1999).

      Los niños menores de 10 años representan en Chile el 15,3% de la población, según estimaciones del 2007. De ellos el 7,5% son menores de 4 años, es decir, lactantes y preescolares, y un 7,8% niños escolares de entre 5 y 9 años (INE, 2007). En otros países del continente que mantienen tasas altas de fecundidad, la proporción de niños es mayor.

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      Desde antes de nacer y durante el proceso de crecimiento y desarrollo, la salud y el carácter del niño dependen de las personas que los cuidan y de lo bien que lo hagan. “Los primeros años de vida son críticos para cimentar las respuestas emocionales a la vida” (Taylor, 2002).

      De los padres, los niños comienzan a aprender sobre el mundo social y a adaptarse a él. Cuando los niños no reciben un adecuado afecto físico y cariño, tienen mayor riesgo de sufrir problemas de salud tanto físicos como emocionales. Cuidados deficientes al comienzo de la vida pueden potenciar cualquier vulnerabilidad preexistente en el niño. En cambio, un riesgo genético puede que se exprese en forma mínima, o que no se exprese cuando el niño crece en una familia que le entrega afecto (Taylor, 2002).

      Durante el primer año de vida los niños son vulnerables y maduran lentamente, requieren de un cuidado casi continuo, proporcionado principalmente por sus madres. Aunque hoy día los padres participan cada vez más del cuidado de sus hijos, muchas veces las madres requieren recurrir a redes de apoyo social que en ocasiones son las abuelas, grupos de amigas y/o los jardines infantiles.

      El cuidado del niño comienza antes de su nacimiento, lo que hace necesaria una adecuada atención de la madre durante el embarazo. Afortunadamente la mayoría de los niños crecen y se desarrollan en forma normal gracias a los cuidados otorgados por sus padres y al apoyo de los programas de protección de la salud como el control pre-natal y el control de salud en los primeros años de vida. Estas son actividades a través de las cuales los profesionales de salud ayudan en estas etapas de la vida, enseñando a las madres y familias sobre su cuidado. A pesar de ello, el riesgo de enfermar y morir está siempre presente y es mayor cuanto menor es la edad del niño.

      La mayoría de los problemas de salud que afectan a los menores se resuelven en forma ambulatoria y con cuidados realizados en el hogar. Sólo una pequeña fracción de los niños requiere hospitalización. Las principales causas de ello son las enfermedades del aparato respiratorio, las afecciones originadas en el período perinatal (complicaciones del embarazo o del parto, desnutrición fetal, traumatismos al nacimiento, asfixia del nacimiento, síndromes de aspiración neonatal, enfermedades virales congénitas, entre otras) y las enfermedades infecciosas y parasitarias. Según información del Ministerio de Salud de Chile, el año 2005 un 34% de los egresos hospitalarios de niños de 0 a 4 años correspondió a enfermedades del aparato respiratorio, un 20,7% de ellas a las del período perinatal y un 9,4% a enfermedades infecciosas.

      La mortalidad infantil, término que sólo se refiere al número de niños que fallece durante el primer año de vida, expresa el riesgo de morir de los niños nacidos durante este período. Se calcula como el cociente entre el número de defunciones de niños menores de un año ocurridas en un año determinado y el número de nacidos vivos en ese mismo año, multiplicado por mil por lo tanto la cifra se informa por cada mil nacidos vivos. En Chile, en el año 2005 la mortalidad infantil fue 7,9 por mil nacidos vivos. Esta cifra ha disminuido en forma significativa y constante a lo largo del tiempo; en el año 1985 era de 19,5 por mil nacidos vivos, en 1990 de 16 y en 1995 de 11,1. La actual cifra de 7,9 por mil (año 2005) junto a la de Cuba de 5 por mil, son las más bajas de Latinoamérica y muy similares a las observadas en Estados Unidos y Canadá. No ocurre lo mismo en países vecinos. Según cifras publicadas por la Organización Mundial de la Salud para 2006, la mayoría de los países latinoamericanos mantienen tasas de mortalidad infantil de entre 17 y 29 por mil nacidos vivos y las más altas están en Haití (60 por 1.000) y Bolivia (50 por 1.000). En muchos de estos países las enfermedades infecciosas son una causa importante de muerte. En Chile, gracias a la buena cobertura de los programas de vacunación, control de salud infantil, saneamiento ambiental y de educación a los padres, la mortalidad por estas afecciones se ha controlado en forma importante. Las principales causas de muerte en el menor de un año son las afecciones originadas en el período perinatal, seguidas por las anomalías congénitas y en menor proporción, las enfermedades del aparato respiratorio y las causas externas como los accidentes y agresiones.

      A partir del año de vida en adelante, el riesgo de muerte de los niños disminuye en forma importante y el principal motivo de recurrencia son las causas externas, principalmente los accidentes. La tasa de mortalidad de los niños de 1 a 4 años en Chile fue para el año 2005 de 0,3 por mil habitantes y para los niños de 5 a 9 años, de 0,2 por mil habitantes.

      Con respecto a las enfermedades, entre los problemas de salud infantil que han ido cobrando cada día mayor importancia están los de malnutrición. La malnutrición por déficit ha disminuido considerablemente en nuestro país alcanzando sólo al 2,9% de los menores de 6 años el 2006; en cambio, la malnutrición por exceso para el mismo año fue de 22,8% (MINSAL, 2008).

      Muchas de las enfermedades del período infantil son prevenibles con adecuados cuidados del niño y en los casos que no se puedan prevenir, los cuidados tempranos y oportunos de una determinada afección, evitan complicaciones que pueden llevar a que ésta se agrave. El cuidado otorgado por los padres debe ser fortalecido por la educación realizada por los profesionales de la salud, para que éste sea el adecuado tanto en períodos de salud como de enfermedad. Cada día es más necesario incrementar la responsabilidad de la familia en lo referente a la salud de sus miembros, especialmente a la crianza y cuidado de los niños. Los primeros años de vida son decisivos para cimentar las bases de una buena salud.

      Cuidar a un niño sano es ofrecerle todo lo necesario para que crezca, se desarrolle y alcance el máximo de todo su potencial genético, es ofrecerle un ambiente cálido y seguro para el desarrollo de su autoestima y de su afectividad. Es contribuir a mantener un óptimo estado de su salud y al desarrollo de un estilo de vida saludable.

      Cuidar de un niño enfermo es tratarlo con mucho cariño, es tener compasión de él, es ponerse en su lugar, vivir lo que está viviendo, sufrir lo que está sufriendo, es estar atento y anticiparse a sus necesidades. Es evitar que su enfermedad se agrave o complique, es ayudar a su familia a aprender a cuidarlo para que pueda recuperar la autonomía. Dependiendo de la edad del niño, cuidarlo es enseñarle y ayudarlo a cuidarse con responsabilidad.

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