El teatro norteamericano: una síntesis. Alfredo Michel Modenessi. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Alfredo Michel Modenessi
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9786070249792
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de gestación, piensa que la obra es "repelente para el público", lo que, a su entender, se comprueba en la escena donde la prometida del gobernador

      Ese crecimiento se dio a través de compañías (little theatres, "pequeñas compañías, u organized audiences, "organizaciones de públicos", según Mayorga) que comenzaron a aparecer desde 1887, cuando A. M. Palmer, un importante productor, inauguró una serie de matinés con los propios autores. En 1891 Edward MacDowell intentó establecer un "teatro de las artes y las letras", y en 1897 una revista de Nueva York fundó el Criterion Independent Theatre. En los albores del siglo XX, luego de una visita del poeta, dramaturgo y organizador teatral irlandés William Butler Yeats, se dan intentos semejantes en Nueva York. En 1907 surgen el Chicago Woman's Club y el Theatre of Ideas, creados por Augustine Daly y Donald Robertson en Lake Michigan. El New Theatre of Chicago se estableció en 1907; el New Theatre de Nueva York, en 1909. Más adelante surgieron los Vagabond Players de Baltimore; el Arts and Crafts Theatre de Detroit; los little theatres de Filadelfia, San Francisco, Los Ángeles y Dallas; los Community Players de Pasadena; el Forest Theatre de California; el National Sylvan Theatre de Washington D. C.; el Greek Theatre de Berkeley, California, y la Edward MacDowell Memorial Society de New Hampshire. Los espectáculos callejeros florecieron en San Luis, Chicago, Filadelfia, Hartford, Boston y Plymouth. Un estímulo para el surgimiento de un verdadero teatro norteamericano lo constituyó la creación de la Neighbourhood Playhouse de Nueva York.

      Entre los dramaturgos asociados con estas organizaciones destacó Philip Moeller, quien escribió Helena's Husband (1915) y A Roadhouse in Arden (1916), así como su Madame Sand (1917), primera obra que no produjo con los Washington Square Players, importante agrupación de la cual se hablará en el próximo capítulo. Alice Brown escribió Children of Earth (1915), una pieza nada sentimental sobre una madre soltera. Su The Sugar House (1916) trata acerca de un hombre que intenta cometer un fraude contra un ingenio azucarero y es salvado de un linchamiento por su esposa. Brown parece ser una de las iniciadoras de la tendencia a dar mayor poder de acción a los personajes femeninos. Por lo contrario, Zoë Atkins produjo Papa (1916), The Magical City (1916) y Declasée (1919); esta última narra la historia de una mujer de vida "ligera" pero de enorme honestidad que aprende a perder con gracia. Lo cierto es que la producción de mejores piezas en Estados Unidos estaba aún por venir.

      Con todo esto, quedó listo el panorama para la llegada del teatro norteamericano del siglo XX, al que de verdad podemos darle tal nombre. Su historia está ligada a la de un proceso de cambio en el espíritu estadounidense. El sentimiento mayoritario dentro de los sectores artísticos y académicos más conscientes y críticos era que se había perdido el sentido original de la idea que animó la formación de Estados Unidos. La época se caracteriza por la consolidación de la nueva economía, materializada en la proliferación de ciudades e industrias, y sus consecuentes problemas de miseria y anonimato, en contraste con una visión más idílica, rural o semirrural, vinculada a poblaciones con identidades casi familiares. Sobre todas estas imágenes domina la de la enajenación, la de la pérdida de la calidad humana del individuo consagrada en la filosofía originaria de Estados Unidos, y su conversión en artículo de consumo o mera pieza de la maquinaria moderna. Lo moderno se manifiesta como una ambición desmedida de poder consumista que olvida los ideales. La cultura de Estados Unidos —sus seres pensantes, al menos— resiente una ausencia, la del origen mismo. El motor de la renovación está en sentir que se requiere redefinir propósitos y, con ello, lo que se podría considerar una cultura norteamericana. Este sentimiento no se encuentra aislado en las artes de Estados Unidos. En el caso del teatro anima a los creadores de lo que hoy es una de las más estimulantes tradiciones de Occidente.

      NOTAS