Colombia y la Medicina Veterinaria contada por sus protagonistas. Luis Carlos Villamil Jiménez. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Luis Carlos Villamil Jiménez
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Медицина
Год издания: 0
isbn: 9789585400740
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doscientos años” (Villamil, 2010).

       SEGUNDA PARTE

       Origen y desarrollo de la escuela veterinaria

      El primer acto humano de acercamiento para aliviar el dolor del animal, quien constituía su fuente de abrigo y alimentos, era motivado por intereses de supervivencia, este acto se difuminó a través de las generaciones y sirvió para crear una actitud, un conocimiento, y con el tiempo una profesión. Fue un acto de generosidad y de dominio, plenamente humano, de investigación. Así nace una ciencia, que subraya la simbiosis humano-animal; protegiendo la salud animal, se alcanzaban beneficios tangibles para la supervivencia, y para el aprovechamiento de las especies animales.

      Guillermo Páramo (1995)

      En los capítulos anteriores se señalaron hechos y personajes que trataban de conformar y dinamizar el devenir del sector, el desarrollo de la institucionalidad y la influencia de otros países en su desarrollo. En este apartado se presentan logros y tendencias que marcaron el derrotero de la veterinaria europea y algunos aspectos que coincidieron, contribuyeron e hicieron posible el inicio de la veterinaria en Colombia.

      La introducción de los animales de producción provenientes de Europa; la aparición de las epidemias en el Nuevo Mundo; el oficio veterinario y su paso a la profesionalización dentro de la universidad francesa; el surgimiento de la corriente fundacional en el continente americano; la fundación de la escuela en Colombia, así como los hechos y logros de los pioneros, rescatados de testimonios, conferencias y publicaciones varias, constituyen el objetivo de este capítulo.

      Por diversas razones, en la cultura universitaria y en el seno de las mismas profesiones es poco lo que se conoce desde la perspectiva histórica y, lo más preocupante, desde la visión de la trayectoria y los logros de los mentores y primeros graduados.

      Uno de los incentivos para perfeccionar el ejercicio profesional, aportar al conocimiento, a la solución de los problemas sentidos y al pensamiento colectivo, es la existencia de un sentimiento, una percepción positiva, acerca de la valiosa herencia que representan los aportes y logros de quienes nos antecedieron. Solo así se contará con los elementos para construir con seguridad el prospecto para las ciencias veterinarias del siglo XXI.

      Poblaciones animales y epidemias en el Nuevo Mundo

      La introducción de los animales domésticos fue un proceso lento, que inició con el segundo viaje de Colón (1493): por disposición de la Corona, todas las expediciones llevaron a La Española animales domésticos (caballos, asnos, cerdos, ovejas, cabras, conejos y gallinas). El embarque se hacía desde Sevilla y las Islas Canarias; el transporte era complicado y la mortalidad durante la travesía era alta al igual que en tierra firme, donde llegaban en condiciones deplorables, pues padecían el cambio de clima y de alimentación y, adicionalmente, se exponían a las plagas del trópico. No obstante, en la isla hubo tantas vacas, que daban la carne a quien desollara la res para obtener el cuero (Pareja, 2011).

      El ganado constituyó la fuente de alimentación de los conquistadores. Los indígenas no tenían animales domésticos, y su alimentación provenía de la caza de especies silvestres y la pesca. Los españoles denominaron ganado mayor a los animales de grandes proporciones y altos rendimientos en su cría y manutención (vacunos, caballos y burros), y menor a los de inferior tamaño, como ovejas, cabras, cerdos y gallinas (Sourdis Nájera, 2008).

      Con el recurso genético adaptado, la Corona organizó, en 1525, centros ganaderos adicionando vacunos andaluces, caballos de Granada y cerdos de Extremadura y de la isla Gomera. Rodrigo de Bastidas se convirtió en un importante ganadero de La Española: tenía más de 10.000 cabezas de ganado. En 1524 acordó con la Corona que para la conquista de Santa Marta llevaría 200 vacas, 300 cerdos y 25 yeguas (Friede, 1956). En 1525, el 29 de junio, día de Santa Marta, llegó a Colombia, al puerto que hoy lleva ese nombre y con aquel pie de cría inició la ganadería en la costa Caribe colombiana (Sourdis Nájera, 2008).

      Posteriormente, continuó la importación de pie de cría Pedro Fernández de Lugo, quien desembarcó en La Guajira y pasó por el Valle de Upar, donde se escaparon algunos animales que dieron origen a ganados cimarrones. Para su expedición a la Nueva Granada Gonzalo Jiménez de Quesada se comprometió a llevar, comprándolos a sus expensas, 400 caballos, 300 yeguas, 500 vacas, 1000 cerdos, 3000 ovejas, cabras y gatos. El ganado llegó desde La Española hasta el puerto de Santa Marta; desde allí por el río Magdalena hasta Honda y, por tierra, hasta la sabana de Bogotá. La mayoría del ganado fue introducido por Miguel Díaz de Armendáriz, comisionado por el rey como juez de residencia, en 1546.

      Con Fernández de Lugo viajaron veinte mujeres solteras, pues era necesario establecer familias en los nuevos territorios. En el altiplano se fundaron varias haciendas como el hato del capitán Subia, en Ubaté; las haciendas de Chapinero, El Salitre y la Dehesa en Bogotá (Sourdis Nájera, 2008).

      En las llanuras naturales de la Nueva Granada los animales se adaptaron y se reprodujeron de manera vertiginosa; se formaron rebaños salvajes que deambulaban por los montes y, según las regiones, se conocían como cimarrones, mesteños, cerreros o baguales. Su adaptación al trópico originó animales resistentes y ágiles, y así se formaron los ganados “criollos”. La cultura del cuero floreció por la demanda de este para la exportación a España.

      En opinión de Cordero del Campillo (2003), desde el punto de vista del desarrollo ganadero, el origen de los inmigrantes fue clave: el 20 % de León y Castilla; el 16 % extremeño, el 37 % andaluz, con algunos vascos, especialmente vizcaínos. Hubo personas con conocimientos agropecuarios —en especial estancieros—, con tradición en la lidia, el cuidado y la producción ganadera (del Río Moreno, 1998), que aplicaron su saber en los nuevos territorios y bajo las nuevas circunstancias. Las órdenes religiosas, en especial los jerónimos y los jesuitas, contribuyeron al excelente desarrollo pecuario en extensas haciendas proveedoras de ganado en diversas regiones del territorio.

      Tanto los humanos como los animales llegados del viejo continente introdujeron enfermedades exóticas que sorprendieron a la población residente; la gripe, o influenza, fue la primera epidemia de origen europeo que afectó a las comunidades expuestas. En noviembre de 1493 los equinos y porcinos que Colón embarcó en la isla Canaria de la Gomera, en su segundo viaje, enfermaron de un proceso respiratorio compatible con influenza que afectó también a algunos tripulantes, entre ellos, al propio Colón. Se trató de una verdadera epidemia, con morbilidad y mortalidad altas entre los aborígenes y media en los europeos. Es la primera zoonosis de la que se tiene noticia y una de las enfermedades que, junto con la viruela y el sarampión, produjeron grandes bajas en los nativos del Nuevo Mundo (Cordero del Campillo, 2001a).

      Los primeros escritos de los médicos señalaban diferencias en cuanto a la susceptibilidad frente a las enfermedades infecciosas. Diego Álvarez, médico que acompañó a Colón (citado en Cordero del Campillo, 2001b), describe cómo la influenza afectaba con mayor intensidad a los nativos que a los españoles, debido a la carencia de experiencia inmunitaria previa. Fray Bartolomé de las Casas describe que “murieron más de la mitad de los españoles y de los propios indios murieron tantos que no se pudieron contar”.

      Laverde (2006) señala que los navegantes que vinieron con Colón fueron víctimas de fiebre amarilla en Isabela, en 1494, y en Santa María la Antigua del Darién, primera ciudad levantada en tierra firme, terminó la expedición de Diego de Nicuesa por la misma enfermedad.

      Con respecto a la rabia, Cordero del Campillo (2001b) asume que no existía en el Nuevo Mundo antes de la colonización europea y que probablemente se introdujo con los perros que llegaron con los españoles. La primera noticia de un evento compatible con rabia ocurrió en 1668 y fue descrito por J. du Tertre en un perro de raza europea.

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