El Sacerdote | |
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(Carter y Narramore, 1979, p. 114)
¿Qué hay de ti? Cuando consideras estas dos descripciones, ¿te encuentras más a menudo en el papel sacerdotal buscando consolar y traer reconciliación? ¿O te encuentras más en el papel profético del hablante de la verdad, tratando de promover el crecimiento por medio de desafiar a la gente a cambiar? Considera la posibilidad de compartir esta analogía, junto con la analogía de consolador versus retador, con amigos cercanos o familiares en tu vida y pregúnteles en qué papel(es) te han visto más enfocado.
»Soy más un ______________ y aporto _____________ a la relación de ayuda.
El Profeta | |
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(Carter y Narramore, 1979, p. 114)
¿CUÁNTO SABES DE TI MISMO?
Cada uno de vosotros tiene una historia única y valiosa que os ha dado forma a hasta llegar a ser lo que sois ahora. Las piezas de tu historia, y cómo eliges entenderlas, trabajan juntas para moldear tu yo como un instrumento en el proceso de consejería. Una parte crítica de ser un consejero eficaz es la autoconciencia, que es tu capacidad de conocerte y comprenderte a ti mismo, para bien y para mal. La autoconciencia no solo incluye lo que te gusta o lo que no te gusta (aunque eso forma parte de ella), sino, incluso, la conciencia de tus propias emociones, pensamientos, motivos, valores e intenciones a medida que avanzas en la vida. La autoconciencia se cultiva generalmente a través de dos vías: (1) autorreflexión y (2) aportación de otros.
La autoconciencia implica autorreflexión y conocimiento de:
Autorreflexión. La autorreflexión requiere que disminuyas la velocidad y te observes en una situación dada haciéndote algunas de las siguientes preguntas:
¿A quién estoy presentando en este momento? (i.e., ¿al experto?, ¿al payaso?, ¿al cuidador?, etc.)
¿Por qué acabo de decir o hacer eso?¿Qué espero lograr con lo que acabo de decir o hacer? ¿Dónde espero que vaya esta conversación o interacción?¿Cómo me sentí antes, durante y después de esa interacción? ¿Qué estaba pensando justo antes, durante y después de esa interacción?¿Qué cosas de mi pasado están contribuyendo a cómo estoy respondiendo en este momento?
Cuando dije o hice eso, ¿cómo lo tomaron otros?¿Qué significado podrían tener los demás en lo que acabo de decir o de hacer? ¿Cómo podría haber llegado a los demás en esta situación con mi tono, lenguaje corporal, elección de palabras y tiempo?
Conoce tus fortalezas y debilidades. Nadie es perfecto; ni tampoco hay nadie totalmente imperfecto. Una autoconciencia saludable significa que tienes la capacidad de identificar los puntos fuertes y debilidades que llevas contigo. No significa ser orgulloso o despectivo con respecto a tus fortalezas, ni tampoco significa que te desprecies o te humilles acerca de tus debilidades. Más bien se trata de ser capaz de mirar a ambos lados como parte de lo que contribuye al arte de tu práctica de la consejería. Ten en cuenta que los puntos fuertes en un contexto pueden resultar ser debilidades en otro, y viceversa. Por ejemplo, uno de tus puntos fuertes podría ser la perseverancia, pero también podría tener una tendencia hacia su lado contrario, la terquedad.
Inténtalo
Toma un momento y escribe de cinco a diez cosas (rasgos, habilidades, dones, destrezas o intereses) acerca de ti que veas como puntos fuertes o bienes que aportas a una relación de consejería.
Ahora, elije una de las cosas que enumeraste arriba y considera cómo ese aspecto positivo podría potencialmente convertirse en una debilidad en una relación de consejería. Explícalo:
Por último, identifica un rasgo que consideres una debilidad en ti mismo:
¿Cómo podría esto convertirse en algo positivo dentro de una relación de consejería?
Comprende tu pasado. Ningún consejero entra en la sala de consejería completamente libre del pasado o no influido por lo que ha sucedido con anterioridad en su vida. Una parte de la autoconciencia saludable consiste en crecer en la comprensión de cómo tu pasado