El desafío de las fases. A medida que considerábamos cómo nos gustaría identificar las fases del proceso de consejería aquí, nuestro dilema fue cómo podríamos describirlas en una manera que no estuviera específicamente orientada a un enfoque teórico en particular y sin embargo pudiera ser de beneficio para ayudar a los estudiantes a entender qué técnicas deberían usar en determinados puntos del proceso. La solución que se planteó fue discutir las fases en términos muy simples como fase inicial, intermedia y final. La cantidad de tiempo que se emplea en cada fase variará considerablemente, dependiendo de la duración total de la consejería con un consejero particular. Así, por ejemplo, si un consejero en concreto está aconsejando semanalmente durante un total de ocho semanas, la primera semana o dos constituiría la fase inicial, las sesiones tres a seis constituirían la fase intermedia y las sesiones siete y ocho constituirían la fase final. En contraste, si la consejería es de duración prolongada, la primera fase podría ser el primer año de consejería, la fase intermedia sería los próximos tres años y el último año sería la fase final.
Objetivos. Ya describimos brevemente el concepto de objetivos en la introducción de este libro. Mientras que usar el lenguaje de las fases ayuda a dar una sensación de proceso a lo largo del tiempo, la idea de los objetivos está más relacionada con tareas específicas o áreas de enfoque que pueden ser más útiles dentro de una fase dada de consejería, pero que todavía pueden ser útiles en otras fases. El objetivo 1, “Establecer la relación y explorar”, es el área principal de la primera fase de consejería. El objetivo 2, “Profundizar” y el objetivo 3, “Crecimiento”, son más útiles en la fase intermedia de consejería, y el objetivo 4, “Consolidación y finalización”, será el enfoque principal durante la fase final.
FASES DE CRECIMIENTO Y CAMBIO EN DESARROLLO BÍBLICO Y ESPIRITUAL
Es importante recordar el papel del Espíritu Santo en el proceso de cambio. Todos hemos tenido problemas en nuestras vidas que han llevado tiempo para cambiar. Puede ser fácil mirar a los aconsejados e impacientarnos o desalentarnos por la falta de progreso que parecen estar haciendo. Es en estos momentos que necesitamos reflexionar sobre el proceso de cambio en nuestras propias vidas, recordando el tiempo y la gracia que amigos, familiares y el Espíritu Santo han tenido con nosotros en nuestro caminar.
Juan 16:7-13 nos recuerda que el trabajo del Espíritu Santo es convencer a las personas de los cambios que deben hacer en sus vidas. Este mismo pasaje también nos recuerda que a veces Dios detiene ciertas cosas en nuestro favor porque son demasiado pesadas para soportarlas en el momento. Dios es bondadoso e y tiene un propósito en lo que revela a cada uno de nosotros en un momento dado, para que no nos sintamos abrumados y desalentados. En lugar de bombardearnos con todo lo que necesitamos cambiar, Dios nos muestra, pieza por pieza, dónde es posible que se dé el crecimiento. El trabajo del consejero es ser una fiel persona de oración y capaz de discernir, notando dónde un aconsejado está en el proceso de cambio y teniendo en mente que en última instancia es el trabajo del Espíritu Santo convencer y motivar hacia el cambio.
El énfasis en las fases no es simplemente una preocupación del siglo veinte o veintiuno. La Escritura identifica un desarrollo parecido en las fases de crecimiento y cambio (Pr. 9:6, Ef. 4:12-16, Fil. 3:14). Podemos ver etapas de la semejanza de Cristo en 1 Corintios 3:1-3 y Hebreos 5:12-14. Como señala Larkin (1967), “Las divisiones del crecimiento son, pues, un marco para la dirección espiritual de acuerdo con las necesidades y posibilidades de diferentes personas” (p. 43). Larkin reconoce la necesidad de un marco, pero también la necesidad de afirmar la singularidad de cada persona en términos de cómo se aplica el marco. Así, tanto dentro en la Escritura como en la psicología, el concepto de desarrollo es crucial para entender a las personas, incluyéndonos a nosotros mismos.
Con el fin de ayudar a conceptualizar las distintas formas en que se comprenden las etapas, en la tabla 1.3 se presenta un resumen de las etapas o fases clásicas de la dirección espiritual (columna 1). Éstas se alinean con las fases y los objetivos mientras que los conceptualizamos en el proceso de la consejería (columna dos). Como ejemplo de otro modelo de fase en la consejería, las fases de tratamiento de los supervivientes de trauma complejo se dan en la tercera columna. El lenguaje de cada uno es muy diferente y refleja el enfoque de la relación de ayuda particular. Aunque el lenguaje utilizado en la dirección espiritual clásica es casi desconocido para la mayoría de nosotros, este subraya varias dimensiones importantes del proceso de consejería.
La fase uno (purgación) recuerda la idea de purgar. Purgar no es una experiencia agradable, pero el término es descriptivo de la necesidad de las personas al comienzo de un proceso de consejería para expresar, a regañadientes o con una avalancha de palabras, su reprimida experiencia en la vida que no aún ha sido procesada. Esta experiencia purgante es lo que algunos psicoanalistas llaman catarsis, la ventilación de la emoción acumulada en la terapia, a menudo relacionada con las historias personales del aconsejado. La liberación catártica, o liberación, es un elemento clave en la terapia psicodinámica y centrada en la persona, es considerada como la curación en sí misma (Kearney, 2007; Von Glahn, 2012).
La segunda fase de crecimiento espiritual, la iluminación, pone de relieve el aumento de la comprensión de uno mismo y las circunstancias de uno y comienza el proceso de cambio interior de reflejar las virtudes de Cristo a pesar de las luchas y frustraciones que son una parte inevitable de la vida. El uso de la palabra virtud pone de relieve el hecho de que, en última instancia, el proceso de consejería consiste en identificar las fortalezas y los aspectos positivos del yo, no solo la patología y los problemas.
La tercera fase, unión, mientras se utiliza el lenguaje idealista de la perfección, sugiere un punto de terminación, no muy diferente de ese término extraño que a menudo se utiliza en la literatura de consejería, la terminación de la relación. La parte importante de esta fase de la dirección espiritual es la idea de ir más allá de uno mismo a la conexión con Dios y con otros de maneras más saludables que se caracterizan por la caridad (el amor).
La tercera columna de la tabla 1.3 identifica las fases del proceso de consejería con víctimas de trauma complejo (p. ej., abuso sexual, abuso doméstico crónico, abuso ritual). Existe una amplia gama de incidentes que pueden ser experimentados subjetivamente como traumáticos, sea o no que un observador externo necesariamente los vea como tales. Sin embargo, el trauma sin resolver inevitablemente interferirá con la vida y complicará el proceso de curación. En la primera fase, un aconsejado debe ser ayudado a sentirse seguro en la relación de consejería y a ganar un cierto sentido de la comprensión y del control de síntomas, particularmente los que son peligrosos (p. ej., automutilación). En la segunda fase el enfoque se centra en el trabajo extenso y duro de procesar los eventos traumáticos. En la tercera fase el aconsejado experimenta la resolución del trauma y a menudo surge con un nuevo sentido de identidad y plenitud.
Tabla 1.3. Comparación de las fases del proceso de cambio desde las perspectivas de la espiritualidad, la consejería y la terapia de trauma
Espiritualidad cristianaa | Proceso de consejería | Terapia de trauma complejob |
Purgación(liberación del pecado y sus efectos) | Fase inicial:Objetivo 1: Establecer la relación y explorar | Seguridad y estabilización |
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