Salud y bienestar: ¿Cómo defines una persona físicamente sana? ¿Qué papel juegan la nutrición y el ejercicio en tu comprensión de la salud? ¿Cómo te sientes con alguien que es significativamente más o menos disciplinado en estas áreas que tú?
Talentos: ¿Respondes de manera diferente a alguien que obviamente está dotado de alguna forma (p. ej., atletismo, música, drama, danza, escritura, inteligencia) en comparación con alguien que no tiene talentos obvios o alguien con discapacidades?
Todos estos temas, y otros más, reflejan nuestros valores—las suposiciones, las expectativas, las creencias y las preferencias que dan forma a la manera en que percibimos el mundo. Al reflexionar sobre estas preguntas y otras similares, la “respuesta correcta” no se encuentra en ser lo más “políticamente correcto” que se pueda, ni en averiguar lo que tú crees que tu profesor, pastor o comunidad quiere que digas. En su lugar, la “respuesta correcta” comienza con tu propia autenticidad y honestidad, y luego se traslada a un lugar de mayor autorreflexión y voluntad para permitir que el Espíritu Santo use a otros para hablar en áreas que necesitan ser cambiadas.
Consejo clínico
En su sentido más generalizado, la contratransferencia se refiere a las reacciones emocionales de un consejero hacia un aconsejado en particular. Esto puede incluir respuestas a cómo se ve el aconsejado a o lo que el aconsejado dice o hace. Sus experiencias pasadas pueden desencadenar reacciones de contratransferencia, al igual que sus valores pueden ser desafiados directa o indirectamente. No toda la contratransferencia es negativa. La contratransferencia positiva puede ser obtenida cuando realmente nos gusta un aconsejado o incluso somos físicamente atraídos por un aconsejado. Comprender, manejar y usar adecuadamente nuestras reacciones de contratransferencia es esencial para ayudar en lugar de perjudicar a nuestros aconsejados.
Recibir aportaciones de otros. El aporte de los demás es el siguiente paso para cultivar la autoconciencia. Requiere un nivel de vulnerabilidad y capacidad de enseñanza que puede ser arriesgado, pero es esencial para el desarrollo del yo como instrumento. A medida que continúes en tu camino de convertirte en consejero, debes de ser premeditado en la búsqueda de personas en las que confíes y que pueden señalarte los rasgos, dones y puntos débiles que ven en ti. Tus profesores y supervisores, naturalmente, encajan en este papel, ya que proporcionan información sobre las tareas y tus prácticas de consejería. Además, un compañero de clase con el que conectas bien o un mentor externo también puede ser alguien a quien te puedes dirigir para obtener esta valiosa información. Te animamos a invitar intencionadamente a individuos específicos a este papel en tu vida y a pedirles directamente que compartan sus ideas contigo.
Esto puede venir en la forma de una conversación donde tú dices algo como, “Kyle, realmente respeto quién eres, y pienso que podrías tener una buena visión de quién soy yo. Si estás dispuesto, quisiera invitarte a que en los próximos meses compartas conmigo lo que ves como mis puntos fuertes y las áreas en las que necesito trabajar. Haré todo lo posible para no estar a la defensiva en esas observaciones, sino para dialogar contigo sobre lo que compartes conmigo”. Si bien este proceso tiene el potencial de enriquecer muy personalmente, también facilita el desarrollo de la empatía para los aconsejados que un día se sentarán delante de ti, directa o indirectamente pidiendo tu opinión sobre sus vidas.
Además de desarrollar relaciones interpersonales que proporcionan información y retroalimentación honesta en tu vida, involucrarte en tu propia consejería personal es también una pieza crítica para el desarrollo de ti mismo como un instrumento. Siempre nos asombramos del número de estudiantes que quieren ser consejeros, pero no están dispuestos o al menos se muestran reticentes a ser los propios aconsejados. Por el contrario, nos encontramos con muchos estudiantes que quieren ser consejeros debido al impacto que la consejería ha tenido en sus propias vidas; ¡han cosechado personalmente los beneficios y ahora quieren transmitirlos a otros! Ponerse en el papel del aconsejado, con todo lo que eso conlleva (costo, vulnerabilidad, tiempo, emoción, humildad y esfuerzo), servirá para cultivar tu propia conciencia de ti mismo, así como tu empatía por aquellos que algún día confiarán que ejerzas con ellos ese papel.
Inténtalo
1.¿A quién, de las personas cercanas a ti, podrías pedirle que te provea información en tu proceso de autoconciencia? ¿Qué hace que esas personas sean una elección segura y deseada?
2.¿Qué esperas que provenga de otras personas que hayan participado en tu proceso de desarrollo de la autoconciencia?
3.¿Qué dudas tienes acerca de invitar a otros a tu proceso de desarrollo de autoconciencia?
Preguntas para hacer a otros:
1.¿Cuáles son algunos de los puntos fuertes que ves en mí?
2.¿Cuáles son algunas áreas en las que crees que podría crecer?
3.¿Puedes decirme acerca de un momento en el que estabas impresionado con la forma en que yo manejé algún asunto o respondí a alguien?
4.¿Puedes identificar un momento o una situación en la que podrías decir que me sentía incómodo porque estaba siendo presionado o desafiado? ¿Qué me sugerirías hacer la próxima vez que afronte una situación similar?
Implicaciones de diagnóstico
Un gran debate en el campo de la consejería tiene que ver con los pros y los contras de buscar la patología (enfermedad mental) en las personas en lugar de mirarlos dese la perspectiva de los desafíos de desarrollo. En la historia de la psiquiatría y la psicología clínica, se ha puesto un énfasis considerable en la identificación de los síntomas y el diagnóstico de trastornos mentales. Los campos de consejería, terapia matrimonial y familiar, y trabajo social han tendido hacia un enfoque no patológico que se centra más en el desarrollo normal del individuo y de la familia y en las diferentes transiciones que todos encontramos en nuestras vidas. En este sentido, muchas enfermedades mentales pueden ser vistas como un desarrollo que no se ha llevado a cabo bien.
En el contexto de este capítulo, las implicaciones de esto son significativas. ¿Deberíamos ver a la gente, incluyendo a nosotros mismos, como si estuviésemos luchando con un trastorno mental o tratando de navegar por un período de desarrollo transitorio lo mejor que podemos? La forma en que aconsejes dependerá en parte de tu opinión sobre este tema y de cómo interpretas tus propios desafíos. Si ves a un aconsejado particular con el que te estás reuniendo, por ejemplo, un joven que es un estudiante de último año en la universidad, que tiene síntomas de ansiedad indicativos de un trastorno de ansiedad, tal vez la remisión a un consejero profesional especializado en salud mental sea lo más correcto. Esto podría incluir la remisión a un psiquiatra para la evaluación de la medicación. Sin embargo, si ves a este aconsejado luchando con una transición importante en su vida, con ansiedad comprensible proveniente del deseo de tener buenos resultados en la universidad, conseguir un trabajo cuando se gradúe, el aumento de la deuda por préstamos estudiantiles, una relación romántica fracasada y el uso creciente de alcohol como vía de escape, mirar a esa persona desde las perspectivas del desarrollo puede ser muy útil, y la consejería puede estar justificada.
Por supuesto, nuestra perspectiva es que ambos enfoques son necesarios. A veces la ansiedad es tan intensa que la medicación es necesaria para reducir los síntomas para que el estudiante pueda hacer frente a su situación. Y la consejería es necesaria para trabajar a través de las implicaciones cognitivas, emocionales, relacionales y espirituales de esta transición.
Con respecto al uso que el consejero hace de sí mismo en el proceso de consejería, es nuestra propia reflexión sobre nuestras transiciones personales de la vida, nuestras relaciones con la familia y los amigos, nuestro afrontamiento emocional, y nuestro pensamiento a través de asuntos en nuestras vidas que se convierten en la base para entender a otros. Son nuestras