Si estás evaluando a un compañero de clase o eres el que está siendo evaluado, es importante recordar que la adquisición de técnicas es un proceso de desarrollo. Esto significa que alguien que está aprendiendo una técnica no debe ni puede ser evaluado por el mismo estándar que se utilizaría para evaluar a alguien que ha estado utilizando una técnica durante los últimos diez años. Debido a esto, animamos a que la evaluación esté en una escala de Likert que se parezca a esta:
Tabla 1.2. Niveles de aptitud para la evaluación de las microtécnicas
Puntuación | Descripción |
1 | No emplea la técnica apropiadamente—el uso de la técnica es inefectivo o demuestra falta de comprensión para el propósito de la técnica |
2 | A veces emplea la técnica apropiadamente |
3 | A menudo emplea la técnica apropiadamente—el uso de la técnica es mínimamente efectivo o demuestra una compresión básica de la técnica |
4 | Frecuentemente emplea la técnica apropiadamente |
5 | Consistente y apropiadamente emplea la técnica—el uso de la técnica es altamente efectivo o demuestra una comprensión y aptitud avanzadas |
A medida que comienzas este viaje en el desarrollo de las microtécnicas, tus primeros intentos de práctica en el proceso no deberían de dar una puntuación de cinco, ¡a menos que seas un genio de las microtécnicas! Tus primeras prácticas probablemente tendrán una puntuación de aproximadamente dos o tres puntos, y puede que no sea hasta dentro de unos cuantos meses (o años) de experiencia en la consejería que te consolides en un cuatro o cinco, particularmente para las microtécnicas más avanzadas. Mientras os evaluáis unos a otros, sed amables, pero tampoco seáis deshonestos. Decir a los individuos que hicieron un gran trabajo cuando realmente tienen cosas que mejorar no les ayuda a aprender la nueva habilidad. Del mismo modo, no es útil ser meticuloso cuando el trabajo en general fue adecuado y eficaz.
LA DISCIPLINA PROFESIONAL Y ESPIRITUAL DE FORMAR HÁBITOS
Las palabras disciplina y hábito no evocan respuestas positivas en nuestra cultura contemporánea. Sin embargo, cuando pensamos en cualquier persona profesional, sabemos que la práctica fue imprescindible para llegar a donde están. Sabemos que esto también es verdad espiritualmente hablando. Desgraciadamente, no crecemos simplemente pasamos a nuevos patrones sanos en la vida y las relaciones; se necesita práctica. Curiosamente, la resistencia que podrías sentir al leer las palabras disciplina y hábito son las mismas reacciones que tus consejeros tendrán cuando hables con ellos sobre la necesidad de alterar los patrones en sus vidas. El desarrollo de hábitos a menudo se percibe en forma negativa, por ejemplo, “yo tengo el mal hábito de decir ‘mmm’”. Nos gustaría transmitir un significado positivo para hábito en el sentido de animar a los consejeros a desarrollar los buenos hábitos en consejería. Sin embargo, sabemos por nuestros esfuerzos al fracasar miserablemente en las resoluciones de año nuevo que romper viejos hábitos y adquirir unos nuevos es más difícil de lo que pensamos. Aquí es donde nuestros recursos espirituales (p. ej., la meditación, la oración, el silencio, la conversación) pueden ser una parte útil del proceso de desarrollo de habitus, el refinamiento de buenos patrones para las relaciones con otros para el bien de ellos, no necesariamente del nuestro.
REFLEXIÓN HISTÓRICA
Si retrocedemos en el tiempo hasta llegar a Platón y Aristóteles, la humanidad siempre ha tenido curiosidad acerca de las virtudes (actitudes y comportamientos pro sociales) y sobre cómo podemos ayudar a promover el pensamiento y comportamiento virtuoso en otros. Una de las virtudes que los padres de la iglesia y los teólogos posteriores (por ejemplo, Agustín y Aquino) han discutido es la importancia del habitus (latín).
Habitus no es simplemente el desarrollo de buenos hábitos de comportamiento moral (repetición de comportamientos automáticos). Habitus se refiere a cómo las acciones repetidas se internalizan como disposiciones perfeccionadas para actuar por el bien. Las acciones repetidas también pueden convertirse en malos hábitos.
Habitus se refiere a la repetición no idéntica (hacer una cosa similar una y otra vez); es una repetición del comportamiento que “forma creencias, formas y regula la emoción, y alinea correctamente nuestros apetitos y aprehensiones” (Hampson, 2012, p. 8). Si bien los hábitos se convierten en una segunda naturaleza para nosotros, también evolucionan y se refinan con la práctica.
La fe misma es un don que recibimos de Dios, pero también es un habitus; debemos practicar nuestra fe. De la misma manera que las otras virtudes deben ser practicadas, las técnicas de consejería deben ser practicadas también para formar en nosotros una forma de relacionarse que sea solo un patrón habitual no idéntico de respuesta, sino un conjunto férreo de creencias y posibles maneras de emplear comportamientos útiles dependiendo de los matices y contextos de la situación particular. Los hábitos también requieren un refinamiento continuo.
EL PROCESO DE CONSEJERÍA
Aprender a montar en bicicleta fue una de las metáforas que usamos para aprender técnicas de consejería. Las microtécnicas de equilibrio, dirección y pedaleo son todas necesarias para la macro técnica de montar en bicicleta. ¡Pero no hay valor en aprender a montar en bicicleta si no tienes un destino! En realidad, llegar a tu punto de destino implica todas las técnicas de montar en bicicleta, así como el saber cómo llegar y qué hacer si hay desvíos o algún neumático pinchado a lo largo del camino.
Del mismo modo, la consejería implica un viaje que tanto tú como consejero y el aconsejado emprendéis juntos con un destino específico en mente. Desarrollar buenas microtécnicas es esencial para el éxito del viaje, pero parte del arte de la consejería implica saber qué microtécnica usar en cada momento. Aquí es donde una comprensión del proceso de consejería resulta crucial.
Mientras que cada uno de los contextos únicos de ayuda que estamos tratando tienen sus propios aspectos y estilos distintivos, los procesos de estas diversas relaciones de ayuda tienen mucho en común. Todas las relaciones de tipo consejería consisten en dos (o más) personas que han acordado mutuamente ir juntos a un proceso de crecimiento, un viaje en el cual una persona (el consejero) tiene el objetivo principal de facilitar el crecimiento de la otra persona en un área particular.
Figura 1.3. Espiral con trayectoria ascendente
El proceso de consejería no es lineal o secuencial; es circular y repetitivo, como una espiral, en que a veces se siente como si las cosas se repitiesen, o que no van a ningún lugar o son lentas hasta la frustración. Sin embargo, la espiral tiene una trayectoria que, en general, es ascendente. Creemos que, durante la repetición, los altibajos del proceso, el crecimiento está teniendo lugar. Creados a la imagen de Dios (Gn. 1:27), somos seres complejos con múltiples capas o facetas. Por lo tanto, el pedaleo a través de las capas de nuestras identidades en momentos diferentes, de maneras ligeramente diferentes, ayuda en el proceso de curación.
LAS FASES DEL PROCESO DE CONSEJERÍA: A LO QUE SE APUNTA EN EL MOMENTO
(Fred) La tesis de mi maestría consistió, en parte, en una revisión masiva de la literatura sobre las etapas o fases del proceso de consejería. Es sorprendente ver la variedad de maneras en que la gente puede conceptualizarlo. En 1984 encontré más de cien autores que describieron el proceso, y ahora muchos más han aportado de su sabiduría para describir el proceso por el