Los esfuerzos iniciales del activismo estuvieron a cargo de grupos de profesionales, tales como funcionarios y funcionarias de la salud, médicos y médicas reconocidos, demógrafos, demógrafas, abogados y abogadas que enfocaban el aborto como una cuestión de salud institucional. Sus discursos y métodos resultaban infranqueables. En cuanto al movimiento feminista, su situación era más compleja por las tensiones que abrigaba en su interior. Al respecto, Petchesky describe: “Frecuentemente, los grupos más radicales se oponían a ejercer presiones moderadas y elegían realizar actividades más abiertas y de confrontación, como manifestaciones y reuniones, enfatizando la exigencia del acceso concreto al aborto. Una de sus iniciativas proponía aborto gratuito a petición, en tanto que los grupos más liberales hablaban del derecho legal a elegir”. (33) Por lo tanto, se podría considerar que el esfuerzo por visibilizar la clandestinidad del aborto estuvo básicamente entrelazado con los intereses de las activistas feministas radicalizadas y el apoyo de ciertos grupos médicos y de algunos sectores religiosos.
En un otoño soleado de 1967, hizo su debut la colectiva Mujeres Radicales de Nueva York (NYRW). En palabras de María Arias, “este grupo estaba identificado como el más ofensivo dentro del movimiento feminista estadounidense al ser la punta de lanza en la cuestión del aborto legal”. (34) Por la fuerza de su agitación, resistió dos años más.
Sus integrantes provenían de la Nueva Izquierda, de la lucha por los derechos civiles de la comunidad negra y contra la guerra de Vietnam, razones por las que habían organizado, y con éxito, movilizaciones multitudinarias. La fundaron la reconocida Shulamith Firestone junto a Pam Allem, Carol Hanisch, Rose Morgan, Sarachild Kathie, Ros Baxandall, Patricia Mainardi, Ellen Willis, Kathie Sarachild e Irene Peslikis, entre otras. Firestone fue una de las figuras cabeceras de esta agrupación, autora de un libro clave y revulsivo que forma parte del canon feminista: La dialéctica del sexo. Además, pluma mentora de importantes artículos, documentos y manifiestos. (35)
En junio de 1969, apareció un artículo pionero titulado “Pan y Rosas”, escrito por las feministas Kathleen McAfee y Minna Wood, y editado por la revista de la nueva izquierda Leviathan. (36) Las citadas autoras exigían reforzar las peticiones sobre el derecho a decidir, oponiéndose a las prácticas de los hospitales y a los consejos de médicos previstos por las reformas. Consideraban que esas instituciones no facilitarían de ningún modo los abortos a las mujeres que no perteneciesen a la burguesía ni a la franja de las jovencitas, y que quienes no tuviesen recursos económicos se verían obligadas a recurrir a la clandestinidad con los consiguientes efectos colaterales, incluido el riesgo de muerte. Y cerraban su reclamo diciendo: “Debemos insistir en el derecho de toda mujer a disponer de su propio cuerpo”. (37)
El caso de los numerosos y sucesivos abortos era reflejado tanto por la prensa amarilla como por la del establishment. Para ambas corrientes, Nueva York representaba la capital del aborto, tal cual lo fundamentó Mildred Adams Kenyon, justamente “por la expandida exigencia por parte del Women´s Lib de conquistar el aborto voluntario”. (38) En esa misma ciudad de catártico despilfarro consumista a la par que de pobreza extrema, saltaba un dato revelador que denunciaba las diferencias en el corte de clase y raza de las mujeres, es decir, el impacto más cruento de la ilegalidad se plasmaba en las mujeres negras, portorriqueñas y chicanas. Por ejemplo, en los años 60 el 80 por ciento de las muertes recaía sobre esta franja, en comparación con el 25 por ciento que correspondía a las muertes de las blancas. Y sin más rodeos que los que venían dando, los pequeños –pero activos– grupos se propusieron como remate un accionar directo para acceder sin mediaciones a las perjudicadas por la restricción legal. Y tal como si fueran castores armaron sus diques por fuera de las instituciones, tanto para desafiar como para eludir el orden médico, jurídico y político. De esta manera, con una desmesurada apuesta a la desobediencia civil, estas colectivas transmitían el conocimiento de la práctica abortiva como modo de potenciar la autonomía de las mujeres que querían interrumpir sus embarazos. Era parte de las estrategias de visibilidad y de empoderamiento, un modo de romper el cerco de la clandestinidad y de testimoniar sobre sus propios abortos. En otoño de 1969, la justicia de Nueva York intimó a varias personas a comparecer ante un jurado de acusación en el distrito del Bronx, imputadas de proporcionar información sobre dónde obtener una práctica abortiva sin riesgos. Desde 1828 se penalizaba la interrupción voluntaria del embarazo duramente en ese estado. Una de las primeras medidas que el MLM tomó fue entrar en contacto con la Comunidad Sanitaria Femenina. (39) Así, convocaron a una reunión para discutir el litigio, a la cual concurrieron más de cien mujeres. Varias de ellas trajeron los nombres de otras que deseaban tomar parte en el juicio y no podían hacerse presentes. En un santiamén, se organizó una coalición denominada Proyecto Femenino de Aborto, con el fin de coordinar las intervenciones vinculadas con el juicio. (40) En la historia del feminismo estadounidense este caso se conoció con el nombre de Abramowicz, por ser la doctora Helen Abramowicz la primera demandante. El 28 de octubre de 1969, la sala del tribunal estaba colmada de querellantes y con una hinchada femenina que apoyaba en silencio mientras desplegaban perchas de alambres, elemento que, junto con la aguja de tejer, se usaba para las prácticas abortivas clandestinas. (41)
DESFILE POR MANHATTAN
El 28 de marzo de 1970, se convocó a una de las primeras manifestaciones para demandar expresamente la legalización de la interrupción voluntaria del embarazo, organizada por una coalición de diferentes agrupaciones feministas neoyorkinas. Se agruparon en la escalera de entrada de la Catedral de San Patricio y luego desembocaron en la Plaza Unión. (42) Mientras se pronunciaban discursos, una simpatizante irlandesa católica distribuyó perchas de alambre pintadas de color rojo sangre. Para amenizar la espera intervino un grupo de teatro de guerrilla que leyó fragmentos de la pieza teatral, de producción colectiva, ¿Qué has hecho por mí últimamente? Asimismo, una multitud a paso ligero y con el impulso de una borrasca atravesó de punta a punta la ciudad para desembocar en la Quinta Avenida al grito desafiante de “¡Salgan de sus casas! ¡Salgan de las tiendas¡ ¡Levántense mujeres y a unirse todas! (43) Frente a la algarada hubo, claro, rostros espantados y boquiabiertos de personas que prolijamente correctas salían de compras. Entre los pocos que se opusieron aparecieron algunos varones que levantaban carteles que decían: “Mamá, gracias por no haberme arrojado al retrete”. A ellos, las mujeres les rebatían: “Chovinistas, tengan cuidado: el cerdo de hoy es tocino mañana”. (44) Merece resaltarse que una escritora argentina presenció esta marcha vibrante: María Rosa Oliver. Detallaba lo presenciado de esta forma: “Vi una movilización feminista que marchaba por las calles de esa ciudad cosmopolita y hacía gala de un inmenso cartel con el lema “quinientos dólares el aborto equivale a su prohibición”. (45) En efecto, ese era el precio tentativo de un aborto en una clínica privada. A veces hasta llegaba a los mil dólares. Además, circulaba un dato revelador: dentro de la comunidad portorriqueña, en el barrio de Harlem, aumentaba el número de muertes por abortos baratos, en condiciones sanitarias deficitarias. (46)
También al mediático antropólogo Marvin Harris no dejaba de sorprenderle que diez mil feministas desfilaran por una de las principales arterias del centro de Manhattan, símbolo de la bonanza económica de Estados Unidos. Desde ya que hubo hostigamiento por parte de los curiosos que les gritaban al rojo vivo: “Traidoras sin sostén”, “Acosadoras de varones”. Pero allí no terminaba su asombro: él comentaba que otras tantas se manifestaron en Boston y en San Francisco. Mientras que en el Rittenhouse Square de Filadelfia las feministas se preparaban para la lucha aprendiendo karate en plena calle y a la luz del día. Simultáneamente, en el Duffy Square de Nueva York, Mary Orovan hacía la señal de la cruz en una ceremonia en honor de Susan B. Anthony, entonando: “En el nombre de la Madre, de la Hija y