Historia de una desobediencia. Aborto y feminismo. Creusa Muñoz. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Creusa Muñoz
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Социология
Год издания: 0
isbn: 9789876145787
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Años más tarde, con lo acumulado en cuanto a experiencias y vivencias de concientización, además de los escritos atesorados, editaron la publicación Revolución Feminista.

      MANIFIESTOS POR LA LIBERACIÓN DE LA MUJER

      El año 1970 fue sumamente fructífero tanto para las plumas como para las musas. El reconocido Manifiesto de Las Medias Rojas pegó la vuelta al mundo en 80 días, habría dicho el novelista Julio Verne. Se componía de una carga de perdigones de siete puntos que apuntaban contra los privilegios viriles y, al mismo tiempo, les exigían renunciar a sus fueros de imparcialidad omnipotente: “Nosotras identificamos a los hombres como los agentes de nuestra opresión. La supremacía masculina es la forma de dominación más antigua y básica. Todas las demás formas de explotación y opresión (el racismo, el capitalismo, el imperialismo) son extensiones de la supremacía masculina: los hombres dominan a las mujeres, algunos pocos hombres dominan al resto”. Luego, por ese mismo año, se presentó la organización estadounidense Liberación Femenina, con una declaración en la que se exigía:

      Hoy, sus lecturas llaman a la reflexión. Algo del tan citado verso del escritor Jorge Luis Borges referido a la ciudad de Buenos Aires, “no nos une el amor sino el espanto”, se habrá puesto en juego aquí a la hora de elaborar el mapa y las definiciones sobre el terreno donde se desarrollaría la batalla contra el “primer sexo” y el modo de llevarla a cabo.

      VOS, YO Y TODAS

      Con un empeño desmedido por desentrañar sus propias opresiones, las feministas de entonces se agruparon en pequeñas colectivas que enfocaban su actividad hacia la reflexión: fueron los llamados “grupos de autoconciencia”. Esta práctica consistía en testimoniar sobre las encerronas de lo íntimo y así romper el aislamiento en la búsqueda de la solidaridad con otras mujeres. Al mismo tiempo, intentaban implementar otras conductas: subvertir el orden jerárquico de las estructuras tradicionales, con organización horizontal por fuera de cualquier institución, incluir modos de democracia directa, la participación de todas y que las voces se expresaran en primera persona. Ello constituyó una pieza esencial para aquellas agrupaciones feministas de cuño independiente y autónomo. Se reunían para hablar de sí, descubriendo el carácter común de sus experiencias como mujeres entre mujeres, que hasta ese momento se suponían del orden privado.

      En Occidente, el grupo Las Medias Rojas fue el que reinterpretó y organizó trabajos de autoconciencia que sirvieron para descifrar las vivencias colectivas y las huellas presentes en las historias de las integrantes. Al tornarse la autogestión en una tendencia, se difundió por el impulso inicial de las estudiantes blancas en los ámbitos universitarios urbanos para luego expandirse por Estados Unidos como una política central feminista. Y como un tornado incontrolable involucró a colectivas convocadas espontáneamente de acuerdo con su condición de clase, edad y etnia. En un gesto de avanzada, el NYRW también organizó grupos de autoconciencia. De allí que sus propuestas ardieran como llamaradas: “Estamos cansadas de participar en las revoluciones de los otros. Ahora trabajamos para nosotras”.

      A decir verdad, si bien esta inventiva nació al calor del feminismo autonomista, más tarde se orientó a las políticas partidarias de acuerdo con las necesidades de las feministas socialistas. Posteriormente, lo adoptaron organizaciones con formatos institucionales. Por ejemplo, en 1970, se presentó el Programa para la Autoconciencia Feminista, con el propósito de delinear un esquema común entre todos los colectivos neoyorkinos en acción.

      Mildred Adams Kenyon, en el artículo nombrado anteriormente, “El nuevo feminismo en los Estados Unidos”, comparaba risueñamente los modos organizativos del descontento de esas muchachas instruidas y de buenas maneras pertenecientes a esa década con las reuniones de bridge de sus madres o los talleres de costura de sus abuelas. Para ella, en los grupos del pasado se comentaban los problemas con los maridos y las dificultades con los hijos, pero sin la franqueza ni el grado de intimidad verbal común en los grupos del MLM. Según lo expresaba, el propósito explícito de estas colectivas, integradas por no más de diez mujeres, era despertar la conciencia entre las camaradas y sus entornos, conversar en un plano de igualdad con quienes quizás hubiesen atravesado dificultades íntimas semejantes.

      En simultáneo, Marysa Navarro destaca que “fue en esos cenáculos en donde se comenzó a discutir la variedad de temas en torno a la sexualidad femenina, básicamente, la heterosexual”. Y prosigue con su punto de vista: “Solo en ese ambiente permisivo las mujeres podían descubrir su cuerpo. Nadie tenía idea de qué era ni cómo era su cuerpo. La maternidad vino después. Básicamente, eran las jóvenes a quienes les preocupaba su