Preparen la tierra. Ps. Carla Vivanco. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Ps. Carla Vivanco
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9789564014234
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son la materia prima.

      El carácter, por su parte, es el conjunto de rasgos que se van formando a propósito de la interacción del ambiente y de las relaciones sobre esa materia prima. En este sentido, es educable, adquirido y moldeable. Tiene relación con las experiencias y el aprendizaje.

      Finalmente, la personalidad es la integración de los aspectos descritos y de forma más amplia, de todos sus procesos físicos y psíquicos, conscientes e inconscientes, que determina no sólo un modo de ser, sino también un modo de actuar.

      Es de sentido común aceptar que la mayor parte del desarrollo de los niños depende tanto de factores biológicos (por ejemplo, la raza, el sexo, aspecto físico, su temperamento o ciertas enfermedades) como de fuerzas ambientales (eventos, experiencias y relaciones con otros seres humanos). Los factores biológicos tienen un peso relativo mayor sobre algunas características; en tanto que el ambiente ejerce una mayor influencia sobre otras, como por ejemplo, el amor al prójimo y la generosidad, que son mediados por procesos mentales complejos como la voluntad y la motivación.

      La compleja interacción de lo ambiental comprende aspectos como la cultura, el nivel socioeconómico, la familia extensa y nuclear, la posición específica entre los hermanos o no tenerlos, etc. Todas estas condiciones van configurando un medio en el cual el niño va registrando experiencias y configurando repertorios de conducta, que conformarán otros rasgos de su personalidad.

      Sin pretender marear a mis lectores pero sí queriendo profundizar el análisis, diré que también otras características de la personalidad parecen ser producto de la continua interacción de factores biológicos y ambientales, siendo virtualmente imposible separar o estimar correctamente las contribuciones relativas a los dos tipos de determinantes. Por ejemplo, sobre la capacidad intelectual, se ha asumido que se nace con cierto potencial que el ambiente puede favorecer o no para su expresión final, o bien, las tendencias agresivas, que podrían vincularse con mayores niveles de testosterona y mayor nivel de actividad, se entrelazan también con situaciones ambientales como crianza agresiva y estresores presentes.

      Todos estos factores, ya sean biológicos o ambientales, están íntima y estrechamente relacionados al conformar un ser individual, con una forma de ser y de comportarse única y particular. A cada paso del desarrollo están interactuando recíprocamente para influir uno y otro en mayor o menor medida para determinar un rasgo de la personalidad. Ellos se retroalimentan de manera circular. Por ejemplo, cuando un niño presenta cierta condición o característica física como nacer ciego o nacer con un pie más corto que el otro, esto influye o predispone el ambiente en el que el niño se va a desenvolver y en las interacciones de sus cuidadores con él.

      No tiene sentido alguno, para efectos de la paternidad, entrar a calcular la influencia relativa de cada factor. Sin embargo, es relevante tener presente que están todos estos aspectos involucrados. Nos puede ayudar a comprender, por ejemplo, que si tu hijo es “muy intenso”, tenderás a agotarte, impacientarte, angustiarte o a defenderte de esa intensidad. Si eres consciente, podrás ser más comprensivo e, incluso, regular mejor tus emociones o actitudes, de modo que configures pautas relacionales favorables.

      Este mismo análisis complejo e interconectado sirve para comprender en mayor detalle las interacciones recíprocas entre padres e hijos. Las formas de ser de ellos no constituyen factores aislados, sino que cada uno influye sobre el otro formando cadenas de interacciones. Un bebé “llorón” o un hijo rebelde no son hechos aislados, más bien lo podríamos pensar más globalmente, por ejemplo, como un bebé que llora porque no siente satisfechas todas sus necesidades; un hijo rebelde que puede estar queriendo liberarse ante un papá demasiado autoritario. De igual modo, los padres no somos agentes aislados: un papá enojón puede tener una hija inquieta que lo exaspera; o una mamá sobreprotectora, un hijo dependiente que le demanda atención.

      Si sumamos los factores ambientales y biológicos de padres e hijos, podríamos considerar que todas las características de éstos entran en interacciones cada vez más complejas. Hay una fina y complicada vinculación entre lo que somos y nuestras interacciones con los demás y viceversa. Cada vez que acudes al llanto de tu hijo(a) o le das un abrazo, estás actuando desde ti como un todo, sumando factores heredados y ambientales de tu vida y él reaccionará hacia a ti, funcionando también como un todo y sumando los factores hereditarios y ambientales de su vida.

      Cada uno llega a ser padre o madre con una determinada forma de ser, que es producto de factores complejamente combinados y una historia a su haber. Esta historia es el resultado de la crianza e interacciones con los propios padres, que a su vez tienen ciertas características y traen su propia historia; además, de experiencias vividas fuera del hogar, que quedan también registradas en el cerebro, que es tan plástico y moldeable. Son circuitos, herencias, cadenas. Sin importar el nombre, están presentes.

      Bajo esta mirada acuciosa, puedo resaltar la importancia de la relación con los hijos. Porque lo que ellos reciban de nosotros no impactará sólo sus vidas, sino también la de las siguientes generaciones. Así mismo, cualquier mejora en la calidad de la relación, es un aporte que beneficia a nuestros hijos y a las futuras generaciones. Tal y como hay factores que quizás no podemos alterar, hay otros muchos que podemos modificar al ser conscientes y tomar decisiones sabias en relación a lo que descubrimos.

      Tu hijo pequeño, tenga meses o algunos años, es un ser desprotegido frente al mundo. Se encuentra en proceso de crecer y le falta mucho por vivir, su proceso de desarrollo está inconcluso y sus experiencias aún no son determinantes. Pocos aspectos podrían ser irreversibles en este momento. Este tiempo es ideal para que tomes consciencia del poder que tienes en tus manos.

      No sólo son graves las conductas como los golpes o el maltrato psicológico. Tal vez no has reflexionado sobre el hecho de que si no estableces conexión con tu hijo, o lo regañas duramente, estás influyendo en ese momento e instantáneamente en su proceso de desarrollo y en la conformación de su personalidad, puesto que todo se traduce en experiencias. Del mismo modo ocurre cuando comprendes algo que necesita y que no ha verbalizado o cuando lo perdonas por algo reprobable que hizo. Si piensas en eso, te darás cuenta de que hay un momento para tomar una decisión, un segundo clave para darte cuenta de las consecuencias de tus acciones y en el cual puedes decidir el futuro tuyo y el de tu hijo. En realidad, no es un momento, son miles de momentos cada día. Se dice que “una golondrina no hace verano” y, en cierto sentido, puede ser; pero cada pequeño momento, por sumatoria, llega a ser significativo y quedar registrado en su memoria y su corazón.

      Ya he mencionado que tu hijo, incluso si es adolescente, está en alguna parte de su desarrollo inacabado, faltándole mucho aún por recorrer y careciendo de muchos recursos todavía. Tú ya viviste esas etapas y has alcanzado, bien o al menos medianamente, logros importantes: cuentas con un desarrollo motor adecuado que te permite ser independiente y autosuficiente para desenvolverte; manejas perfectamente el lenguaje como para comprender a otros y para comunicar a ellos tus necesidades, opiniones o sentimientos; has adquirido destrezas intelectuales y un pensamiento abstracto que te permiten pensar acerca de las cosas que ves y solucionar problemas a diario; has consolidado tu identidad y sabes quién eres y lo que quieres obtener; estás integrado a una sociedad que te reconoce como parte de ella y te adaptas a sus esquemas; logras la mayor parte de las veces controlar tu conducta y actuar guiado por tus intenciones personales; y posees valores de justicia y conceptos claros del bien y del mal. Adicionalmente, es de esperar que hayas logrado un manejo adecuado de tus emociones y un desarrollo avanzado de tu zona frontal del cerebro que te ayude en la toma de decisiones y otras funciones complejas. Aún si algo de esto no está lo suficientemente resuelto, es probable que a estas alturas de tu vida lo habrás compensado. Lo que falte y te afecte puedes ponerlo en las manos de Dios, porque Él jamás deja una obra inconclusa.

      En todo caso, por todo lo que ya has logrado y desarrollado, porque sólo en años ya le llevas la delantera, tú puedes reflexionar lo que tu hijo no puede y pensar más allá y por los dos. Tú puedes, aunque quizás no perfectamente, controlar tu conducta y tolerar la frustración al menos mejor que él. Tú puedes darte cuenta de lo que te está pasando y lo que estás sintiendo con más claridad y certeza que él. También puedes decidir hacer un cambio cuando sea necesario, para tu bien y para el de tu hijo. Él, en cambio, no ha alcanzado