Como he fundamentado, la necesidad de estar en cercanía con otros seres humanos es radicalmente central. Desde los estudios de apego, nacemos diseñados para interactuar, ser receptivos y comunicarnos con otros; tendemos a configurar en la temprana infancia un patrón estable de relación que incluye formas de pensar, sentir y actuar con otros seres humanos y este patrón tiende a influir en nuestras relaciones adultas, en especial, la vida en pareja.
Me pregunto qué nos está pasando como sociedad que todo lo que estamos haciendo avanza en la dirección contraria. Las personas cada vez se sienten más solas. Todos: los adultos, los adolescentes y los niños. Hay un vacío cada vez más profundo en cada corazón. No están esos otros disponibles para llenar los vacíos del alma. Esos otros están demasiado ocupados, demasiado lejos, demasiado atrasados, demasiado estresados o deprimidos. Todos nosotros somos “esos otros” para alguien y, al mismo tiempo, esos necesitados.
Muchos adultos sobreviven el día haciendo lo que pueden entre lo que “tienen” que hacer, pero sus almas están vacías. Están perdidos en la multitud de los muchos que los rodean sin poder llegar a la intimidad emocional. Varios de ellos incluso no lo notan. Se mantienen lo suficientemente ocupados y activos para no caer en cuenta de sus sentimientos de soledad.
Pienso que muchos factores están produciendo estos efectos: la carrera del éxito que lleva a las personas a enfocarse en objetivos más que en procesos, distrayéndose de cultivar lo importante de cada momento presente; la tecnología que nos atrapa en mentiras sobre los amigos virtuales y nos seduce con su adictividad, alejándonos de la realidad y de las personas que amamos; y cada vez más frecuentes y severos trastornos emocionales, fundados en la infancia, que hacen vivir las relaciones como peligrosas, necesitando levantar murallas de defensa emocional. Los seres humanos estamos alejándonos de nuestro diseño esencial: ser seres relacionales, diseñados para conectarnos con otros seres humanos.
En Japón, hay una aplicación llamada LovePlus4 que genera parejas y citas virtuales, tanto personales como grupales. Rinko Kobayakawa es el personaje símbolo, simula a una chica perfecta. Se comunica a través de la aplicación del celular y es capaz de participar en cualquier actividad que se le incluya, conversar y expresar “emociones” a su dueño. Muchos hombres, algunos, jóvenes y solos, la eligen como pareja e incluso se casan con ella. Otros, llamados Soushoku-Kei, son hombres que no quieren una pareja amorosa real. Para ellos, Rinko es la chica perfecta que sabe lo que quieren oír, que no se queja, no demanda, comparte lo que sea. Es una proyección de ellos mismos. Nos puede parecer aberrante, pero no es tan distinto a las mascotas y amigos virtuales a los que nuestros hijos acceden. De hecho, aunque sean amigos reales compartiendo el mismo juego virtual, la experiencia relacional no puede ser la misma. A través de las pantallas no se conectan los corazones. No hay ojos que mirar ni piel que sentir.
No niego que la tecnología puede ser una aliada muchas veces y en muchos sentidos. Algunos de los padres que asesoro han encontrado en ella una manera de calmar su culpa o ansiedad cuando tienen que viajar y separarse de sus hijos. Les hablan por Facetime, les dejan videos, les hablan por audio o escriben por Whatsapp. Aunque claramente estas herramientas son mejor que nada, es importante asumir que no llenan el vacío de la ausencia. Cuando los padres viajan, por mucho que se hayan comunicado a través de la útil tecnología, sus niños estarán resentidos y ansiosos cuando se reencuentren. Si son pequeños, estarán pegados a sus piernas para evitar una nueva separación; si son más grandes, estarán callados y les costará compartir lo vivido. Algunos expresan su molestia portándose mal o buscan sentirse de nuevo seguros agradando a sus padres. No estoy diciendo que no sea conveniente viajar. Tan sólo estoy hablando del costo que tiene siempre la separación física o emocional, porque todo radica en las relaciones. Podemos evaluar las consecuencias de un viaje o un distanciamiento emocional y apuntar siempre a restaurar la relación, porque ésta es el sustento de nuestras almas.
Todos somos sensibles en extremo a las relaciones con otros, aunque no nos demos cuenta. Las experiencias de abandono o rechazo son vividas como alerta dolorosa y las evitamos a cualquier costo. La razón por la que nos pasa esto es nuestro diseño relacional, desde el cual anhelamos permanecer conectados, especialmente a “alguien” que nos calme y nos complete.
2. La relación primordial
La principal relación que necesitamos es la relación con el Padre. Nos ha creado tan relacionales como Él, para relacionarnos con Él. Muchos ya hemos descubierto que la plenitud sólo se encuentra en una profunda intimidad y conexión con nuestro creador. Pero para llegar a Él, tenemos que vivir todo un proceso relacional que puede tardar nuestra vida entera.
Tengo la certeza de que Dios ha tenido una idea “en mente” al crearnos según este diseño relacional. No puedo creer que sea un “sin sentido” nacer tan vulnerables, necesitados y dependientes para avanzar en nuestro crecimiento hacia mayores grados de independencia y autonomía. Nuestra intuición de padres nos lleva a intentar que nuestros hijos dejen de ser tan dependientes de nosotros e idealmente alcancen la absoluta autogestión de sus vidas.
En este punto necesito aclarar algo. En el campo de psicología clínica, se diferencia a las personas emocionalmente dependientes de las que no lo son. Se refiere a que algunas personas creen necesitar a “un otro” con el que establecen el vínculo dependiente, sintiendo que si no está, no pueden vivir. Por ejemplo, una joven que siente que si su pololo (novio) la deja, ella no podría sobrevivir porque cree que lo necesita como el aire que respira. Muchas personas con estos sentimientos buscan aferrarse a la persona en cuestión haciendo lo que sea necesario para mantenerlos cerca: a costa de anularse, acatar, someterse o lo que sea que se les pida. Y para no ser abandonados pueden desarrollar múltiples habilidades como manipular, llamar la atención o incluso permanecer en necesidad. Más adelante, relacionaré este estado de dependencia emocional con los vínculos tempranos.
Por el contrario, las personas que no son emocionalmente dependientes, sienten que quieren estar con otro, que les hace bien, los edifica, los complementa, pero sin vivirlo como una necesidad vital y, por lo tanto, sin necesidad de desplegar toda clase de trucos para atraer o atrapar al otro. Cuando somos pequeños, depender es natural y es una necesidad vital, pero el crecimiento normal nos hace evolucionar a sentimientos de menor fragilidad emocional. Llegamos a pensar que es posible procurarnos lo que necesitamos y eso nos da seguridad.
Sin que se entienda como contradictorio, en cierto sentido, todos los seres humanos nunca seremos totalmente “independientes”: en el plano emocional siempre necesitaremos de otro ser humano “especial” y “cercano”. En el ámbito de lo saludable, esta necesidad es moderada y realista y no está teñida por un temor irracional al abandono porque, de alguna manera, las relaciones se han registrado como seguras, confiables y predecibles.
En un sentido espiritual, tiendo a pensar que Dios nos ha hecho dependientes emocionalmente, para llegar a depender de Él. Al parecer, todo el proceso de llegar a experimentar la independencia, se trata de ser lo adecuadamente maduros y lo suficientemente listos para elegir depender de manera exclusiva del Padre. Cuando maduramos en la fe y aprendemos a depender de Él, vamos descubriendo la verdadera experiencia de la paz interior. Sin embargo, al mismo tiempo, Él nos alienta a avanzar y a confiar en lo que ya nos ha dicho y nos ha dado.
Cuando no confiamos en Dios, estamos inquietos, nos sentimos desvalidos, solos y en peligro. Yo pienso que estos sentimientos, reeditan los aprendizajes tempranos que experimentamos con las figuras significativas que nos cuidaron. Todos experimentamos momentos en que nos dieron lo que necesitábamos y momentos en que no nos comprendieron o no llegaron a tiempo. Todas estas experiencias, dependiendo del patrón de apego que configuran, son las que favorecen o interfieren en nuestro conocimiento de Dios y nuestra relación con él.
Así me explico la razón por la que Dios mencionó en su mensaje para los padres, que el primer llamado para nosotros es preparar la tierra. La tierra es el corazón de nuestros hijos. Se prepara esencialmente en los primeros 5 años de vida. Aunque te recuerdo que en Dios no hay tiempos límites para hacer ajustes, corregir, completar y restaurar un área que quedó pobremente resuelta.
Entonces, si la relación primordial es con Él y para llegar a esa perfecta relación tenemos que transitar por