• En este libro estoy enfocándome en el rol de padre y madre, e intencionadamente no lo vinculo a una relación conyugal o amorosa entre ellos.
Cada mañana, desde que nuestra primera hija me hizo madre, me veo en la labor de gestionar vidas, desde lo material, simple y cotidiano, hasta lo más importante que anida dentro de los corazones de mis hijos. Me veo desafiada a hacer lo que pueda para darles lo que necesitan: sentirse amados, seguros y empoderados; además de recibir instrucción, dirección y corrección. Todo para ser ayudados a llegar a la casa del Padre. Sin embargo, me pasa que no siempre cuento con las capacidades, los conocimientos, la estrategia, la energía o el tiempo necesarios. A veces, mantenerme en la carrera me parece más fácil; y otras, me parece demasiado arduo.
Asumo que a los demás padres les pasa lo mismo. Después de más de 23 años trabajando con ellos y rodeada de amigas y familias en los mismos procesos, he constatado que todos nos vemos enfrentados a los mismos desafíos. Mucho depende de nuestro momento personal y también del momento que estén enfrentando los hijos.
Nuestro momento personal está sujeto a nuestras circunstancias. He visto a muchos padres atravesar momentos de suma dificultad, algunas veces estoicamente protegen a los hijos en medio de la tormenta; y otras, naufragan con ellos. También está sujeto a nuestro bienestar físico y emocional. Algunas temporadas nos descuidamos de lo más básico: nuestra alimentación, el descanso y conservar un estado de paz y equilibrio. Tarde o temprano, los problemas y nuestro desgaste nos pasan la cuenta. Quiero profundizar en este libro, entre otras cosas, algunas ideas básicas sobre el autocuidado y cómo impacta en nuestro desempeño cotidiano; porque nuestro cambio de estado emocional en nuestros procesos de vida, nos puede hacer inconsistentes.
Aparte de nuestro momento, es clave el momento por el que atraviesan nuestros hijos, siendo diferente la energía que necesitamos invertir en ellos y las estrategias que nos pueden ayudar. ¿Habías pensado que tu hijo pequeño también pasa por momentos difíciles? ¡Claro que sí! Es un mal momento si tiene hambre y tarda la comida, si está frente a una tienda de caramelos y le dices que no le comprarás uno, si está en el parque y un niño le quitó un juguete, si está feliz jugando y lo llamas a bañarse, si está cansado y es la hora de levantarse, si te extraña y el tiempo para verte es muy largo, si le levantas la voz… Si es mayor, atraviesa un mal momento si se saca una mala nota, lo molestan en el colegio, se siente solo, si no le das un permiso o intenta algo sin los resultados que espera. En los momentos difíciles de ellos, surgen las emociones intensas. Cambia la forma de expresión de acuerdo a su edad o características personales. Pueden aparecer las caritas largas, rabietas, portazos o malas conductas y nos veremos enfrentados a una demanda mayor de energía y recursos. Esa precisa interacción con nosotros requiere mayor esfuerzo y disposición cuando ellos no están bien. En sus momentos tranquilos, necesitaremos invertir menos.
Comienzo este nuevo libro con nuestra hija mayor recién casada y llena de desafíos laborales por los primeros años de su emprendimiento; con la segunda hija enamorada y a punto de entrar a su internado de nutrición, llena de sueños y también temores; y con el más pequeño con un síndrome de inflación intestinal1 que ha desordenado su sistema inmune, descompensando su dermatitis atópica, lo que lo tiene con respuesta alérgica a muchos alimentos y, como tratamiento, debe llevar dieta estricta y muy limitada. Cada uno, en un momento general diferente, cada uno, con necesidades diferentes de mí. He experimentado muchas veces la presión de responder a ellos y empatizo completamente con tu vida agitada y demandada. Sé que es muy difícil. Es claro que ser padres es un desafío supremo.
Sin embargo, aunque nos podemos sentir abrumados y solos, no lo estamos. Dios no nos ha dado hijos para transferirnos su cuidado. Él es el más interesado en ellos, son SU sueño. Más que “ayudarnos a hacer bien la tarea”, nos llama a alinearnos con Él en lo que ya está haciendo en sus vidas y quiere equiparnos para el momento preciso que estamos viviendo. Es más sencillo descansar en Él y aceptar su provisión y guía.
He compartido ya algunos de mis aprendizajes como hija de Dios, madre y psicóloga llamada por el Padre. En mi primer libro, Un Mensaje, abordo con detalle las diferentes etapas de la vida por la que atraviesan los hijos, desde su gestación hasta su vida adulta; describo sus necesidades y los desafíos a los que nos vemos enfrentados los padres, junto a lo primordial que debemos aportarles. En dicho libro, comparto también “un mensaje” que Dios me dio para los padres de este tiempo. Básicamente, Él me mostró que nos llama a tres simples pero relevantes procesos: preparar la tierra, sembrar la mejor semilla y regar la tierra. Él se encargará de dar fruto en su momento.
Son tres cosas simples, pero tan profundas. Entendí que lo que me decía aplicaba a momentos diferentes del desarrollo de los hijos. Mi objetivo en este segundo libro es enfocarme en lo que Dios me mostró como el primer llamado a los padres: “preparen la tierra”. Desde la perspectiva de la psicología, correspondería al periodo de la vida que va desde el nacimiento hasta los 5 años, que es el más sensible. El frágil ser humano en desarrollo está formando las primeras conexiones que darán piso a aspectos emocionales, cognitivos y relacionales de su vida posterior. Sin embargo, el cerebro también es plástico y puede seguir cambiando en muchos sentidos. Como creyentes, sabemos que para Dios no hay límites cuando Él quiere obrar. Muchos que tienen hijos mayores podrán evaluar cómo se dio ese proceso en cada uno de ellos y encontrar nueva esperanza en Dios para reparar áreas que quedaron agrietadas.
En términos generales, “preparar la tierra” tiene relación con habilidades emocionales y relacionales, de modo que mi centro en este libro, es ocuparme de tu vida desde estos sentidos y empoderarte a trabajar y aportar al desarrollo óptimo de la vida emocional y relacional de tus hijos en la etapa en que se encuentren.
Mi compromiso es ayudarte a desarrollar y entrenar las habilidades adecuadas para eso. Si tienes hijos pequeños, es el momento preciso de enfocarte en invertir en aquello en que su cerebro está abocado. Si son mayores, te animo a identificar los puntos débiles y dar a tus hijos un cuidado especial para sanar, reparar o fortalecer. Los padres somos los llamados a ese cuidado especial. En Dios siempre hay esperanza porque el poder viene de Él.
Tengo la convicción de que leer este libro será para ti una experiencia renovadora, porque Dios mismo abrirá tus ojos a verdades nuevas que Él quiere que sepas. Tu mente será reverdecida y tu manera de actuar irá demostrando tu amor de una forma nueva, porque nos ha dicho que en Él somos nuevas creaturas y que las viejas han pasado.
En Él, puede haber un nuevo comienzo cada vez que sea necesario. Cuando te da una nueva revelación, te da un nuevo desafío y te muestra cómo subir el peldaño siguiente. Podemos dejar atrás pautas y patrones viejos y renacer con Él. Te invito a darle espacio a la nueva versión de ti que Dios está queriendo formar, en beneficio de tus (sus) hijitos.
1 Quizás no sea el nombre técnico preciso. Lo describo tan solo como lo entiendo como madre.
En principio y desde cualquier punto de vista lógico, uno pensaría que en una tierra estéril no es posible sembrar vida. No obstante, Dios creó el mundo desde la nada. También en la Biblia se nos muestra cómo Dios sembró vida en el vientre de Sara. Personalmente he conocido al menos dos historias similares, donde Dios puso vida en vientres estériles.
Una tierra estéril puede ser una mente llena de paradigmas que no se dejan derribar, patrones de comportamiento