Por si aún no lo has notado, ¡TÚ eres el recurso principal! Dios te ha designado para ser quien prepara la tierra dentro del corazón de tu hijo, para que su llamado sea escuchado y pueda ser activado en su vida. En el tiempo más sensible de la vida de tus hijos, todo pasa por ti. Algunos padres (por la razón que sea) no alimentan a sus hijos y se desnutren. Otros los descuidan (por la razón que sea) y se accidentan. Otros los maltratan (por la razón que sea) y quedan heridos y vulnerables. En general, la mayoría de nosotros podríamos decir que los alimentamos, los cuidamos y no los maltratamos; eso hilando grueso.
Pero si hilamos más fino y nos vamos al mundo emocional más secreto y bien guardado, ese que solo Dios conoce y a veces nosotros alcanzamos a divisar, hay un símil de desnutrición, de accidentes, de maltrato. Espero que no duelan mucho mis ejemplos, pero lo tengo que decir. Una madre que amamanta y, mientras lo hace, está conectada a Whatsapp no entregó alimento emocional. Otras escenas podrían ser: un niñito que vio el aviso de un monstruo al pasar por el living cuando sus hermanos mayores veían una película y luego tuvo pesadillas. Un zamarreo y tirón de pelo cuando derramó su leche sobre la mesa. Quizás “un evento” no signifique mucho, pero “eventos reiterados”, pueden dejar huellas más profundas de lo que imaginas.
No quiero sembrar culpa en ti ni añadir peso. Tan solo quiero hacerte retomar las riendas, que te des cuenta de que tú eres relevante y que es importante que estés consciente de la etapa de la vida de tus hijos, de sus momentos y sus necesidades. Parafraseando lo que decía Blaine Cook2 en una conferencia a la que asistí hace poco: No te pierdas la oportunidad; porque si no vas tú, enviará a otros. Yo agregaría, en relación a la vida de padres, que ese primer llamado es nuestro, no lo podemos desaprovechar. No desperdicies la oportunidad de ser para tu hijo el indicado, el primero, el que le marcó para bien, el que derramó en su vida tanto amor que él no puede dejar de hacer lo mismo por otros. Pero Dios no pierde las batallas ni deja promesas incumplidas. Si nosotros hemos fallado, Él restaurará la vida de ellos con otros a su paso. Porque a pesar de nosotros, él cumplirá SUS sueños.
Si estás pensando, por si acaso, que tu infancia te dejó tan seco y tan destruido que tienes poco para dar, te levanto en esta hora para que declares que en Él no hay tierra estéril y que te puede convertir en la plantación más frondosa que existe. Sólo necesita tu corazón dispuesto y rendido. Lo demás lo hace Él. No se trata de hacerlo nosotros, se trata de dejarlo obrar a Él.
Si estás pensando, tal vez, que no sabes cómo, te animo en esta hora a que entiendas que esto no es por ti (por supuesto que tampoco por mí), sino que Él hará a través de ti (y de mí). No habrá padres sin fuerzas, porque Él los levanta; ni habrá padres sin instrucción, porque él mismo los guiará. No habrá padres incapaces, porque Él los hará capaces por medio de su gracia.
Mira tu vida. ¿Identificas heridas en tu historia? ¿Fuiste dañado, desnutrido, descuidado, maltratado? ¿Ya has sido sanado? ¿Estás en proceso? ¿Cómo te ha sanado Dios? Déjate tiempo para pensar, toma notas si quieres. Puedes usar un cuaderno personal en este proceso de ser guiado por Dios hacia una paternidad y maternidad renovadas.
¿Pensaste alguna vez en las cosas que tus padres habían hecho y que de alguna manera te dañaron, proponiéndote jamás repetirlas con tus hijos? ¿Te has visto repitiendo sin querer ese mismo patrón? ¿Te ha causado dolor verte a ti mismo actuando del mismo modo en que tus padres te dañaron a ti? ¿Lo estás viendo ahora por primera vez? Es difícil que esto no ocurra de alguna manera o en alguna ocasión. Porque las heridas, aunque sean pequeños rasguños, tienden a movilizar en nosotros pautas aprendidas. Activan en nosotros todo que hemos levantado para defendernos de ellas y ahora salen ante la mínima señal de ataque. Quiero ejemplificarlo con esta historia:
Víctor venía dotado por Dios con una sensibilidad especial a los cariños y abrazos, se sentía bien y cómodo siendo acunado y mimado. Pero sus padres no eran tan expresivos ni les quedaba cómodo mostrar su amor con abrazos. Sumado a esto, la llegada de un hermano menor, que tuvo necesidades especiales de atención y cuidado, fuer dejando vacíos y heridas por momentos de cariño físico no expresado y necesidades emocionales no correspondidas. Conforme crecía, Víctor, para no sufrir por lo que leía como rechazo, fue distanciándose físicamente de las personas, ya no buscaba abrazos ni esperaba besos ni caricias. Cuando fue adolescente y tenía que describirse, se dijo a sí mismo que era “frío”. Esta etiqueta fue aceptada por su esposa, también herida, sin descubrir ambos que habían sido creados para disfrutar y dar demostraciones de cariño físico.
Nota al margen es explicar que esta característica no es igual para todas las personas, sino que es una de las cinco formas en que las personas expresan amor y esperan recibirlo.3
Cuando fue padre y cada uno de sus hijos fue pequeño, era muy sencillo demostrar cariño físico, ya que los hijos pequeños no son de temer porque no rechazan. Pero cuando cada uno creció, cualquier señal de rechazo (un “no te pesco” del niño pequeño o del adolescente) activaba todas las alertas del vulnerable sistema y se levantaban todas las defensas de distancia y frialdad. En consciencia, siempre se dijo a sí mismo “no seré frío como mis padres”, pero al momento de ser padre, afloraba sin intención como mecanismo de sobrevivencia.
No es a propósito que actuamos como lo hacemos. La mayoría de las veces, actuamos sin la menor consciencia. Incluso aunque nos esforcemos, a veces aparece lo que nos hemos propuesto encarcelar.
¿Pensaste alguna vez en las cosas que tus padres no habían hecho y que de alguna manera esa falta o carencia te dañó? ¿Te propusiste que sí lo darías o lo harías con tus hijos? ¿Te has visto repitiendo sin querer ese mismo patrón? ¿Te ha causado dolor verte sin hacer o dar lo que decidiste? ¿Lo estás viendo ahora por primera vez? De nuevo, es sencillo fallar. Es difícil dar lo que no hemos tenido porque implica aprender y entrenarse en algo nuevo. Quiero ejemplificarlo con esta otra historia:
Amanda vivió una infancia llena de dificultades familiares y económicas. Particularmente, su adolescencia fue muy difícil porque estas circunstancias mantenían a sus padres muy atareados y descoordinados. Se sintió muy sola en una etapa vulnerable. Tuvo que escoger por sí misma lo que estaría bien o no, y muchas veces se equivocó porque no contó con un consejo oportuno ni consuelo cuando lo requería. Cuando fue madre, se propuso estar muy presente para sus hijos, especialmente en la adolescencia. Sin embargo, en esos momentos tan centrales de ellos, la vida pareció jugarle una mala pasada con temas que la distrajeron lo suficiente. No pudo ver lo que necesitaba su hija adolescente y no pudo aconsejarla ni guiarla como hubiera querido. Cuando los errores de la joven pesaron demasiado, llegó el dolor y la culpa, entonces pudo ver con claridad que el patrón ya estaba calcado.
Como compartí en mi primer libro, es inevitable para los padres cometer errores. Pero podemos estar lo suficientemente disponibles para que Dios nos corrija, nos guíe y nos sople lo necesario a tiempo.
Por favor, no pierdas de vista el hecho de que Él siempre nos quiere hablar y guiar. Somos nosotros los que, muchas veces, no damos a Dios la oportunidad.
2 Pastor y evangelista que sirve al Reino enseñando sobre los dones espirituales, la curación y el evangelismo de poder.
3 Esto alude a los postulados de Gary Chapman sobre los cinco lenguajes del amor. Tiene un libro con el mismo nombre y versiones para el matrimonio, los niños y los adolescentes.
La vida adulta, en términos ideales, implica muchas cosas, pero básicamente se refiere a dos ideas