Tal como señala Heise, la experiencia directa y de contacto con la Naturaleza, a la usanza de los primeros autores cuya escritura puede relacionarse con la Naturaleza (nature writing), en un sentido amplio, y de los primeros académicos que hicieron análisis ecocrítico, no es la única manera de producir un compromiso ambiental en las personas, las comunidades y, por cierto, en los Estados. Heise sostiene que la percepción virtual puede, efectivamente, suscitar compromisos, virtuales o concretos, intelectuales, prácticos o estéticos, que a la vez contribuyen a la modelación cultural y ética. Y aunque esto sea un proceso lento, esta ética repercutiría, finalmente, en aspectos políticos concretos que pueden detener el avance del deterioro del ecosistema.20
Si bien la ecocrítica es la respuesta desde la academia a la preocupación que vive la sociedad contemporánea por el medioambiente, como ya señalamos, la Naturaleza ha estado presente, desde siempre, en las principales manifestaciones culturales. En Del campo a la ciudad (1973), Raymond Williams rastrea la representación nostálgica de la Naturaleza que siempre añora aquel tiempo en que aparentemente se vivía mejor; Williams lo identifica como “un problema de perspectiva”. Así, desde el paisaje bucólico que muestran autores como Hesíodo (c700 a.C.) y luego Virgilio (c40 a.C.), a la situación de crisis ambiental presente, es posible afirmar que cada época ha mirado hacia atrás con añoranza, extrañando aquel tiempo anterior que se evoca como un estado mejor que el presente y que se configura como mito originario.21 No obstante, no por este sesgo tan humano, la situación actual es una construcción ficticia instalada por narradores y poetas nostálgicos de un tiempo anterior, sino que tiene implicancias concretas innegables.
En la conferencia “From Critique to Composition” (2012), Bruno Latour argumenta que existen datos duros —los llamados matter of fact— y evidencia innegable que dan cuenta de la capacidad transformadora y depredadora de la humanidad sobre la Tierra. Latour ofrece como ejemplos el cambio climático que experimentamos y la extinción del atún en las costas del Mediterráneo. No obstante, dice Latour, ante los diversos intereses en conflicto, incluso la comunidad de científicos tiende a poner en duda dicha evidencia. Curiosamente, sostiene, para generar consensos al respecto, los propios científicos deben apelar a la confianza e incluso al voto, en vez de la evidencia científica, esa que nuestra cultura racional e ilustrada ha considerado por siglos, objetiva e indudable. Paradójicamente, su argumentación racional y su evidencia demostrable estarían en tela de juicio, en pos de suscitar consenso y movilización. Latour propone como solución viable lo que él llama “composition”; donde argumenta que necesitamos componer un relato que vincule las representaciones de la ciencia con otras representaciones, como las del arte y la crítica, y que será esta convergencia la que nos movilizará hacia el cuidado y protección de nuestro oikos.22
Esta propuesta de “composición” de Latour, por cierto, está en sintonía con lo que otros autores recientes proponen, como Jonathan Bate en The Song of the Earth; y Morton en Ecology without Nature. Para Bate, la poesía podrá crear, componer, un espacio habitable que nos permitirá imaginar una manera armónica de habitar.23 Para Morton, la misma ecocrítica y los estudios ambientales deben tender a hacer ecopoiesis, y así alcanzar el nivel de ecocritique24, llevándonos a una experiencia estética y no solo intelectual.
Y es justamente la posibilidad de la composición el factor de cambio que, motivado por la educación estética, podría contrarrestar el imaginario distópico y apocalíptico, y asegurar una apertura que impulse el compromiso desde una base positiva que permita aspirar al bienestar común y a la superación de un modelo de Estado que sustenta los principios y los paradigmas de desarrollo que, probadamente, son parte de los propulsores del cambio climático.
Entre estos drivers del cambio global —como se les suele llamar—, hay algunos que, por cierto, están asociados radicalmente a la vida humana y al desarrollo. Otros no. Quizás, el más complejo de asumir y del que se habla poco pese a su relevancia en el modelo, es la sobrepoblación del mundo. En este sentido, es importante subrayar el aporte de William Vogt, científico contemporáneo de Rachel Carson, quien ya en sus publicaciones de 1940, mencionaba este como un factor central del incierto futuro del planeta.
Por ahora regresaremos a la noción de composición que propone Latour, y que nos interesa especialmente porque la retomaremos más adelante, considerando la analogía con la creación poética como una “composición”. Este es el término, coincidentemente, que utilizamos para nombrar las creaciones musicales y los primeros textos que en la escuela nos forman en la cultura de la prosa. Por otra parte, la palabra “composición” posee la misma raíz de una palabra que es cada vez más usada en la cotidianidad de quienes buscan aportar a las 3R como es la noción de “compostaje” o compost. Ambos términos están asociados al acto de componer, del latín componere, con el significado de formar de varias cosas una, juntándolas y colocándolas con un cierto modo y orden. Asimismo, del latín compŏsitus deriva componado y el francés componé, y de este: componer, compositor y composta. Justamente la composición se instala como una práctica de reutilización, pero además como camino viable para consensuar la acción en pro del bienestar común, no solo en un sentido material —asociado a lo que hacemos con los restos orgánicos de lo que sirve para la alimentación humana y animal— sino, además, como desplazamiento metafórico. Como propone Latour, esto se relaciona con los acuerdos potenciales que la cultura facilita para integrar una noción de bienestar superior que permita un porvenir común, un porvenir posible.
De esta manera, tal como profundizaremos más adelante, el concepto “composición” y el de “compostaje cultural” permiten imaginar la generación de un espacio donde es posible vincular diversas formas de representación que son significativas para un destino sostenible. Siguiendo a Latour, se trataría de una composición que facilitaría la identificación cultural, en un sentido más amplio que simplemente referido a lo humano y, a la vez, suscitaría el impulso hacia la movilización política ambiental basada en el principio, antes mencionado, de una dependencia radical de la Naturaleza.
1 Ernst Haeckel (1834-1919): de acuerdo con Egerton en “History of Ecological Sciences, Part 47: Ernst Haeckel’s Ecology”, la primera aparición del término “Oecologie” figura en Generelle Morphologie der Organismen. Escrito por Haeckel y publicado en Berlín en 1866.
2 Williams, R. Palabras clave: un vocabulario de la cultura y la sociedad. Ediciones Nueva Visión, 2003, 112-113.
3 Lovelock presenta esta hipótesis en artículos académicos en 1972 y 1974 y en un libro de difusión en 1979.
4 Glotfelty, C. “Introduction”. The Ecocriticism Reader; Landmarks in Literary Criticism. C. Glotfelty & H. Fromm, eds. U of Georgia Press, 1996, xix (la traducción es nuestra).
5 El DDT (dicloro difenil tricloroetano) es un compuesto químico utilizado masiva e intensamente como insecticida desde mediados del siglo XX. En 1972 fue prohibida su aplicación y producción en Estados Unidos
6 Heise, U.