Deseos encontrados. Oscary Arroyo. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Oscary Arroyo
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Книги для детей: прочее
Год издания: 0
isbn: 9788418013201
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iba a mentir. La idea sonaba tentadora, pero necesitaba pasar por esto como un hombre. No como un niño.

      —Tal vez luego. Quiero dormir —le dije—. Ahora mismo tengo que colgar. —Busqué una excusa. Solté lo primero que se me vino a la mente—. El pescado ya está listo. Se puede quemar en la nevera.

      ¿En la nevera?

      —Oh, bueno. —Sonaba miserable. Claramente se había dado cuenta de que buscaba deshacerme de ella—. Adiós, Natti. Me coges el teléfono más tarde para desearte feliz año, ¿sí? De lo contrario, me preocuparé pensando que te has cortado las venas.

      —Sí, adiós.

      Dejé el teléfono en su lugar, junto al pastel podrido que ni siquiera el perro de al lado habría querido, e iba a ir a mi habitación cuando el timbre sonó de nuevo. Se suponía que era mi primer recibimiento de año estando solo, pero al parecer eso ocasionaba molestia en varios. Me eché para atrás cuando me encontré con la persona a la que menos esperaba ver bajo el marco de mi puerta.

      —Feliz casi nuevo año, Blackwood.

      Nathan

      Loren me empujó para que entrara en mi propia casa. Su habitual rictus serio temblaba, así que deduje que estaba aquí por algo más personal que los negocios.

      Lo único que nos unía era Rachel, así que nada bueno iba a salir de esto.

      —Mierda —conseguí murmurar antes de que sus nudillos impactaran contra mi pómulo, lo que me produjo una avalancha de dolor que hizo que mi mente estallara. Habían pasado años desde la última vez que peleé con alguien—. Loren, ¿qué…?

      Caímos al suelo con un golpe seco que nos afectó a ambos, pero que a mí me dejó sin respiración. No permitió que me recuperara. A los segundos sentí su puño de nuevo en mi cara. Me golpeaba con ganas de asesinarme.

      Definitivamente, estaba aquí por su hermana.

      —¿Por qué no lo dijiste? —Me jaló del cuello de la camisa—. ¡¿Qué ocultas?!

      —No sé lo que dices. —Debí haber sonado convincente o asustado como la mierda, puesto que se separó y se quitó de encima. Conseguí palpar mi ceja. Al mirar mi mano vi sangre en mis dedos. Mi madre pensaría que intenté suicidarme golpeando mi cabeza contra la pared—. No sé nada.

      Me miró alzando una ceja.

      —¿Entonces mi hermana no fue a visitarte el día que se fue de casa?

      Me tensé, pero por fortuna encontré mi voz para responder.

      —No. Solo hablé con tu hermana el día de la fiesta, pero solo hicimos eso. Hablar.

      Negó mientras sus labios se torcían en una mueca de desagrado.

      —Mientes como la mierda, Blackwood. Sé que ella te visitó. Seguí sus pasos de ese día. Contrató a una sobornable línea de taxis para que la llevara ahí. Lo llamó desde casa. Recientemente se me ocurrió la idea de revisar el registro telefónico. —Se aflojó el nudo de la corbata dirigiéndose a mi minibar—. ¿De qué hablaron, Blackwood?

      Endurecí la mandíbula. Estaba tomando mi botella más cara, un regalo, a propósito.

      —¿No pudo haber ido a ver a tu padre?

      —¿Me estás diciendo que las cámaras de seguridad de la embotelladora captaron a su clon entrando en tu oficina? —Bufó—. Es absurdo que lo niegues. Ya he confirmado la información cientos de veces. —Sonrió de manera cínica—. Incluso los tuyos ya lo hicieron. Al parecer es normal que tu socio de negocios le pida un favor a la seguridad en tu nombre. Te aconsejo despedirlos o, en el caso de que se repita, que te compres un par de bolas más grandes.

      —Maldita sea. —Enredé las manos en mi cabello. Estaba tan cerca de la verdad. Yo estaba tan próximo a estallar. Ni siquiera sabía por qué tenía que mantenerlo en secreto, podía contarle todo y decirle que su hermana estaba loca, pero, pensándolo bien, nada de lo que le dijera sonaría correcto. Tendría que admitir que había dormido con ella y eso para ellos sería un crimen atroz—. Sí, está bien. Lo acepto. Ella fue a verme.

      Sus ojos grises se entrecerraron.

      —¿Por qué fue a verte?

      Aparté la mirada. No podía con la jodida culpa. Eran tan malditamente parecidos a los de Rachel, que sentía que estaba mirándola a ella en su lugar.

      —Quería pedirme un préstamo.

      —¿Un préstamo?

      —Sí, para desaparecer, irse. Le dije que la podía ayudar con cierta cantidad, pero… —El nudo en mi garganta no me dejaba seguir. El recuerdo de mis palabras me torturaba. Ahora deseaba que Loren me hubiera matado—. No era suficiente.

      —Eso tiene lógica —soltó más para sí mismo que para mí—. Lleva demasiado fuera de casa. Ninguna cantidad de dinero prestada habría alcanzado para sus gastos. Es muy pretenciosa. —Me miró con sospecha—. ¿Por qué a ti?

      —Pues… —No tenía ni idea de cómo responder a eso. Era una pregunta que me hacía todos los días y aún no hallaba una respuesta—. El día de la fiesta charlamos. La halagué.

      Juntó las cejas, lo que me indicó que me dirigía a un camino peligroso.

      —¿Halagar en qué sentido?

      —Le dije que lucía preciosa. —No sabía si eso era cierto; quizás sí, ya que era un hecho innegable, pero era mejor a decirle que me había acostado con su hermana y la había embarazado—. Ya sabes. Le dije cosas que a las mujeres les encanta oír.

      Loren apretó los puños. No lo culpaba. Me puse de pie.

      —Dame una razón para no golpearte hasta la muerte, imbécil.

      —Ya lo hiciste.

      Era la única que tenía.

      —Eres un idiota. —Terminó el trago que se había servido—. ¿No estabas casado?

      Hice una mueca. Simplemente genial. Escapaba del mundo para huir de ese hecho y él venía a recordármelo. Había una fuerza del universo que quería que no lo superara.

      —Comprometido.

      Su sonrisa se transformó en algo más siniestro.

      —El correcto Nathan Blackwood. —Dejó caer el vaso. El cristal se hizo añicos sobre mi piso—. Qué pequeña mierda resultaste ser.

      —Como todos. —Me encogí de hombros mientras me dirigía al minibar con cuidado de no pisar los pedazos de vidrio roto—. Dijiste que Rachel desapareció, ¿pero no había hablado con tu padre? Eso oí hace un tiempo.

      —Nunca lo hizo.

      La botella de whisky casi resbaló de mis manos. Todos estos meses había estado tranquilo con el hecho de ella desaparecida del panorama, porque había escuchado a Lucius diciéndole a sus amigos durante un partido de golf que su hija menor acababa de ponerse en contacto con él desde una universidad extranjera donde hacía un máster en negocios.

      —¿Nunca llamó?

      —Nunca llamó —repitió acomodando su ropa—. Sé que debes saber en qué condiciones se encontraba cuando se marchó, por lo que te voy a rogar que si sabes algo más, lo que dudo, me lo digas.

      No lo negué.

      —¿Por qué lo dudas?

      —Porque si lo supieras, me lo dirías, ¿no? —Asentí—. Bueno, Nathan, esperaba encontrar algo más que tu coqueteo infiel aquí, tal vez algo que me llevara a darle un abrazo en la fiesta de año nuevo a mi hermana, pero