El Don de la Diosa. Arantxa Comes. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Arantxa Comes
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9788494923937
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gigantes que apuntan peligrosos a cualquiera que desee escapar. O entrar sin permiso.

      —¿Vamos a cruzar eso así sin más? ¿No nos vamos a esconder? —Agatha se reincorpora un poco entre los dos asientos delanteros, temerosa. Me ha leído la mente.

      —Hoy está de guardia un conocido mío.

      —Nos vamos a esconder —concluyo—. Yo no me fío de nadie.

      —Te estás fiando de mí —contesta Levi al segundo, y parece que le ofenden mis dudas.

      —No me queda otra, Levi. —El festival de las pullas ha llegado a nuestra conversación—. No quiero que nos identifiquen. Es un viaje exprés, no espero pasar dentro de Bun más de lo necesario. Que nunca haya estado aquí no significa que no sepa lo que se cuece dentro. Al contrario que tus suposiciones sobre la gente de Cumbre, Levi, algunos sí estamos informados. Algunos sí salimos de esa ciudad con propósitos honestos.

      —Conozco a Urko desde que llegué aquí. Perdió a toda su familia y lo único que quiere es vivir en paz.

      —No, lo único que quiere es sobrevivir —opino—. Levi, nunca te fíes de una persona a la que lo único que le queda por perder es su propia vida.

      —No me des lecciones. —Aminora la marcha para poder mirarme fijamente—. Ni siquiera lo conoces y te atreves a juzgarle. Tal vez no debí haberos traído…

      Aprieto los labios con rabia. No quiero descubrir por el retrovisor el gesto de mis amigos. Pero me atrevo a echar un vistazo y no encuentro nada bueno. Iggy es el único que me observa con… ¿compasión? Hace tiempo que él no me mira así, y me duele profundamente. En los demás solo hallo una desconfianza que no puedo reprocharles.

      Me fijo en Levi una vez más. Si decido confiar en él finalmente, sé que estaré hablando en nombre de todos, algo que tampoco es justo. Sin embargo, ellos han decidido acompañarme bajo mis condiciones, ¿no? Suspiro. Vuelvo a mirar por el retrovisor y entonces, Agatha asiente. Parpadeo varias veces, asombrada. Pensaba que seguiría enfadada conmigo y que, por ello, sería la última en apoyarme, pero asiente de nuevo y no dudo.

      —Confiaremos en ti, Levi. De verdad y por el bien de todos, espero que estés en lo cierto.

      Levi sonríe, satisfecho, y acelera. Sigo sin estar convencida del todo, pero si quiero que mi plan resulte tendré que dar, al menos, un voto de confianza a alguien desconocido.

      Tardamos poco en llegar a la puerta principal encaramada por las dos grandes torres de seguridad. Me percato de que bajo ellas hay dos casetas bastante cochambrosas, rematadas por un tejado de madera a medio terminar. Nada que comparar con sus dos hermanas gemelas. Intuyo dónde la monarquía ha invertido el dinero.

      —Ami. —Keira me tiende un brazalete blanco.

      Antes de que el supuesto conocido de Levi se asome por la ventana, me cambio rápidamente la identificación. Oficialmente soy una neutral. ¿Cuántos tipos de persona voy a tener que fingir ser hasta poder ser quien yo soy en realidad? Me ajusto el guante y decido adoptar una actitud serena, pero abatida. Tal vez se le reblandezca más el corazón si ve nuestro aspecto de neutrales afectados por la destrucción de Cumbre.

      Sé enseguida quién es Urko en cuanto se cuelga del marco de la ventana abierta y se balancea de un lado a otro, hiperactivo. Pero no lo reconozco solo por su actitud despreocupada hacia Levi, sino porque en cuanto repara en nosotros deja de danzar para apoyar los antebrazos y analizarnos seriamente. Nunca se va a volver a repetir esto. Nunca más.

      Sin apartar sus ojos de nosotros, saca un aparato y Levi le enseña una plaquita de cristal verde que cuelga de su cuello. La pasa por encima del detector y la máquina emite un pitido. Debe hacerlo muy a menudo porque ni siquiera lanza un mínimo vistazo a la pantallita que debe confirmarle algo en concreto.

      Vaya, no solo existen los brazaletes como método de control.

      —Son cinco neutrales que han escapado de Cumbre. Supongo que habrás visto las noticias, ¿no? —comenta Levi, audaz.

      En un principio pienso que Urko nos va a echar a gritos de aquí. Aunque sería más sutil si nos amenazase con esa Z-135 que cuelga de su espalda. De todas las armas que podía poseer, tenemos que toparnos con una escopeta recortada de macrometralla. Ya he visto cómo funcionanesas cosas en corto alcance y espero no comprobar su acción en nosotros.

      —¿Estáis bien? —Frunce el ceño, asomándose más adentro de la cabina para poder observar bien a mis amigos.

      —Casi no lo contamos… —contesta Lars con sus almendrados ojos verdes exagerando la pena. A Urko parece gustarle su supuesta vulnerabilidad.

      —Tranquilo, ya estás en un lugar seguro. Yo os protegeré.

      —No me cabe duda. —Lars se lleva un dedo a los labios, y Urko cae en la trampa de su adulación.

      Mi amigo finge a las mil maravillas para tantear el terreno y ofrecernos una imagen de desamparados, porque está funcionando.

      —Yo he pasado mucho miedo, Lars. —Agatha usa su baza de niña inocente para conmover del todo a Urko, y me tenso.

      Si el guardia es inteligente no caerá en este cliché tan barato que Agatha odia utilizar. ¿Realmente parecemos tan indefensos? Yo solo veo a un grupo de personas valientes y fuertes que luchan día a día por ellas mismas y por los demás.

      No apuesto por su perspicacia.

      Y acierto.

      —No te preocupes —calma a mi amiga—. Como he dicho, ahora estáis todos a salvo. —Y le guiña un ojo a Lars—. Pero Levi, sabes que no puedes traer extranjeros a Bun, ¿no?

      —La devastación de Cumbre ha sido alerta nacional. Al menos debemos darles cobijo un día para que se repongan.

      —No sé si la Capitana Zyan daría el visto bueno a refugiarlos. —Urko se mesa la barba pelirroja. Nosotros no decimos una palabra.

      El guardia nos vuelve a estudiar. Uno por uno. Nos analiza como si quisiese descubrir, a través de nuestro comportamiento, qué ocultamos en las entrañas. Por suerte, estamos acostumbrados a este tipo de interrogatorios silenciosos y Urko no hallará nada que nosotros no queramos que descubra.

      Tal vez solo es una sensación producida por el cansancio y los nervios, pero me parece que Urko se detiene más en mí que en el resto. No quiero mirar a Levi por si acaso mis sospechas se confirman, pero sé que hago mal en bajar la mirada, por si mi propio yo me traiciona, cuando Urko exhala una risa al ver mi gesto.

      —Podéis pasar. Pero Levi, dentro de cuatro días la capitana Zyan viene a una inspección. Deben marcharse antes de ello, ¿de acuerdo?

      —Te lo aseguramos. —Dejo que hable Levi.

      Tamborilea los dedos contra el marco, nos echa un último vistazo y con una enorme sonrisa —que enseña demasiados dientes para mi gusto—desciende del camión de un bote. Levi no tarda en avanzar y yo no puedo evitar dar una ojeada a Urko, un breve atisbo. Él nos mira fijamente.

      Algo sospecha. Algo escapa a su lógica y le mosquea. Tenemos que huir de Bun cuanto antes. La ciudad minera es uno de los lugares más peligrosos de toda Erain. No necesita ni siquiera muros para contener a todas las personas en su interior, porque nunca nadie ha avanzado más de diez metros fuera de las inmediaciones sin perder la vida.

      Comienzo a silbar. Noto que Iggy se remueve en su asiento. No paro. Para todos mis amigos es bien sabido que cuando yo silbo solo puede significar dos cosas: felicidad o nerviosismo. Y, de momento, la primera no se ha manifestado.

      —Tengo que decir que tu amigo Urko es bien guapo. Muy guapo. —Lars trata de romper el hielo.

      —No es mi amigo, pero por lo que he visto creo que le has gustado. —Sonríe Levi.

      —Sí, lo sé. Creo que todo el mundo aquí se ha dado cuenta. En otras circunstancias no le diría yo que no, pero… —Se cruza de brazos y su semblante, de pronto, destroza todo ápice de diversión para