Como respuesta, Iggy me acaricia el pelo y baja sus labios hasta mi oreja para susurrarme sin que nadie se entere:
—No me fío de nadie de aquí, Ami. Siento que nos están observando, como si supiesen quiénes somos. Llevo con la mosca detrás de la oreja desde que accediste al plan de Levi para entrar en Bun. —Asiento y le doy la razón—. Yo también quiero protegeros, y siento haber estado enfadado desde anoche. Si llego a perderte… —Me apretuja con más intensidad.
—Lo siento yo también. —Mi voz se ahoga contra su hombro—. No sé qué me pasó, Iggy. No sé qué me está pasando.
—Primero destruyamos esa cosa y luego averigüémoslo, pero lejos de Bun.
Asiento de nuevo y pongo las palmas sobre su pecho para separarme. Necesito aire. Mi amigo sonríe cuando ve que estoy boqueando como un pez fuera del agua. Me acerco a Levi, frío y distante. Le interrogo con la mirada, pero él me esquiva.
Entonces, Agatha me estira de la manga de la camiseta. Antes de poder preguntarle qué sucede, ella apunta:
—Creo que hemos obviado el sistema más fácil para quemar el papel: el fuego.
—Justamente he probado otros métodos, porque siendo el Mapa de la Diosa suponía que entrañaba mucho más misterio… y porque pensaba que lo habíais intentado ya. No ibais a arriesgaros a entrar en Bun si no hubieseis probado la opción más obvia, ¿no? —contesta Levi, claramente cansado.
—No lo hemos hecho, porque hemos dado por supuesto lo mismo que tú. Hasta que eso suceda, no sabremos la respuesta. —Agatha se cruza de brazos—. Sin embargo, echar una cerrilla sobre el Mapa y que prenda es muy sencillo, así que, si no lo hace… ¿cuál es tu siguiente paso, Levi?
A veces Agatha impone tanto que hasta yo me encojo. Y sé que Levi también ha notado el ímpetu que emana del pequeño cuerpo de la chica. Es ahora o nunca, alquimista. Si accedes, no habrá vuelta atrás. Entonces Levi sonríe de medialuna, pero con un deje de inseguridad que me molesta.
—Si el fuego no funciona y si estáis dispuestos a ello, bajaremos abajo. —Señala la tierra y todos miramos como bobos, porque, obviamente, no vamos a encontrar el objeto de su frase—. Las minas de Bun son famosas porque son las primeras exportadoras de metal de la Diosa, uno de los tres milagros más importantes. Aquí abajo las propias paredes rezuman milagro y los gases son casi letales. ¿Y si enfrentamos el Mapa de la Diosa con algo de la Diosa? Tal vez se neutralice…
—¿Quieres que uno de nosotros baje a las minas con el peligro de infectarnos más de lo que estamos ya? ¿Es que quieres matarnos? —Avanza un paso Keira, con la parte grisácea de su rostro más contraída que la sana.
—¿Eso significa que estás con nosotros? —Trato de asegurarme.
Levi asiente, pero no me mira. ¿Qué le pasa? ¿Por qué ayuda si no quiere? No puedo leerle la mente y esto es algo demasiado importante para mí, por lo que no desaprovecho la oportunidad.
—Yo descenderé. —Me ofrezco.
—No. —Se niega Iggy—. No nos podemos arriesgar a que desfallezcas otra vez.
—Estoy más preparada que ninguno, y lo sabes. Además, es una orden. —Todos me miran directamente. Saben que no suelo hacer alarde de mi posición, pero también saben que cuando lo hago es por una causa importante—. Acabemos con esto.
—Vas a tener que prepararte, Amaranta —me informa Levi—. Bajar ahí abajo no es como jugar a los escaladores y hacerte un mero rasguño. —Enciende una cerilla.
—Esperemos que el fuego funcione, entonces.
—La suerte está echada. —Levi compone una mueca, mezcla de miedo y pena.
Y suelta la cerilla sobre el Mapa de la Diosa.
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