Un rayito de luz para cada día. Ninayette Galleguillos Triviño. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Ninayette Galleguillos Triviño
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Книги для детей: прочее
Год издания: 0
isbn: 9789877984583
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de un corazón conforme al de Dios; su historia con Mefiboset ilustra esta verdad por completo. ¡Dios nos ama, nos busca y nos encuentra! De alguna forma, todos somos Mefiboset, adoptados por la familia divina, sin merecerlo. Llamados a compartir con el Rey de los cielos la eternidad en las mansiones celestiales. ¡Cuán agradecidos debemos estar porque nuestro Padre es tan bondadoso! Mirta

      “¡No me ignoren!”

      “Más bien, sean bondadosos y compasivos unos con otros” (Efesios 4:32).

      Agotada, subí al autobús que me llevaría a casa nuevamente. Estaba embarazada y me sentía exhausta después de una larga mañana de actividades y clases. Pronto me sentí descompuesta. Rápidamente abrí la ventana e intenté respirar hacia afuera. Entonces escuché una voz cansada:

      –Soy madre de seis hijos... Fui diagnosticada con depresión...

      “Ay, otra vez me viene el malestar”, pensé. “Mejor sigo tratando de respirar el aire más fresco o voy a tener que bajarme del autobús”.

      En un tono aburrido, la madre de seis hijos contaba su historia. Allí estaba, mal vestida, con el pelo graso y una figura triste. Allí estaba ella, suplicando un poco de dinero para sus hijos, y a nadie le importaba.

      “Si la miro yo sola, me va a querer pedir todo el dinero a mí, ¿y qué voy a hacer entonces? Pero ¿cómo puedo no mirarla? Pobrecita... Uy, aquí viene otro mareo”, cruzaron los revueltos pensamientos.

      Fue entonces cuando sucedió lo inesperado, y mi corazón recibió un sacudón que pocas veces volví a experimentar. Hubo un pesado silencio... y luego una suplicante y quebrada voz:

      –Por favor, ¡no me ignoren!

      Dos lágrimas saltaron como resortes hacia el borde de mis ojos. Sus palabras me hicieron ver cuán egoísta había sido. Jóvenes y adultos, la miramos con ternura, viéndola por primera vez no como alguien que venía a robar lo poco que teníamos, sino como alguien que no tenía a quién acudir.

      Nunca, con palabras, alguien me volvió a pedir que no lo ignorase. Pero, ¡cuán real es ese pedido en las personas con quienes nos encontramos! Ojos que suplican una mirada de compasión. Manos que reclaman un toque cálido. Personas pidiendo alguien que escuche sus historias.

      “No me ignores”, dice tu hermanito, “solo voy a ser pequeño por poco tiempo. Ten paciencia conmigo”. “No me ignores”, dice un compañero, “sé que no me conoces, pero necesito un amigo”.

      “No me ignores”, dice tu mamá, “estoy cansada y estresada. Dame un abrazo. Ayúdame un poquito”. “No me ignores”, dice tu abuelito, “escucha esta historia solo una vez más. Sonríeme”.

      “No me ignores, por favor...” es el silencioso pedido que hoy puedes contestar con tus actos de amor. ¡Que Dios te acompañe en esa misión! Cinthya

      Manos

      “Y después de poner las manos sobre ellos, se fue de allí” (Mateo 19:15).

      Las manos dicen mucho sobre una persona. Siempre me llenaban de ternura las manos de mi papá. Era un hombre muy trabajador y eso lo reflejaban sus manos. Era constructor. Cuando llegaba a casa después de la jornada, que comenzaba antes de que el sol saliera, y antes de higienizarse, humectaba sus manos con aceite y azúcar. No sé si tenía mucha base científica esa mezcla, pero recuerdo que corría a ayudarlo, proveyéndole lo necesario o vertiendo ambas cosas alternativamente. Me enternecían esas manos toscas, y admiraba que papá fuese tan trabajador.

      Hubo una vez Alguien que no temió usar sus manos. Esas fueron manos que recordaremos por la eternidad. Vamos a recordar algunas virtudes de las manos de Jesús:

       Manos de bendición. ¿Recuerdas cuando una gran multitud había estado escuchando a Jesús y al terminar el día ya no podían comprar alimentos? Jesús multiplicó la merienda que un niño compartió.

       Manos de perdón. En Juan 8:11 se narra cómo un grupo acusaba a una mujer. El grupo esperaba ansioso la condena. Jesús escribió en la tierra los pecados de ellos y lentamente cada uno se retiró. Y ahí, Jesús expresó: “Ni yo te condeno, vete y no peques más” (Juan 8:11).

       Manos poderosas. En Mateo 14 se cuenta un incidente conmovedor. Pedro comienza a hundirse en el mar, exactamente cuando deja de mirar a Cristo. Su Maestro le había dicho que fuese a él, y al principio todo iba bien. ¡Caminaba sobre las olas! Pero dudó, temió y finalmente clamó: “¡Señor sálvame!” Al instante Jesús le extendió la mano.

       Manos de gloria. Después de resucitar al tercer día y de pasar cuarenta días con sus discípulos, era hora de ascender al Padre. Jesús podía ver la tristeza en el rostro de sus discípulos y, después de prometerles que volvería, “alzando sus manos, los bendijo” (Luc. 24:50).

      Cuando en el cielo veamos esas manos con cicatrices, jamás olvidaremos cuánto hicieron en nuestro favor. ¿Quieres tocar esas manos?

      Y tú, ¿cómo usas tus manos? ¿Están siempre dispuestas a hacer el bien a otros? Como dice el hermoso cántico: “Estas manos Dios me dio para que puedan servir...” ¡Estoy feliz porque un día, “mis manos se unirán a las de mi Salvador” (Himnario adventista, Nº 497) para andar con él por la eternidad! Mirta

      Perdidos en Manila

      “Pues a sus ángeles mandará acerca de ti, que te guarden en todos tus caminos” (Salmo 91:11).

      ¿Recuerdas si alguna vez te perdiste? A veces los niños pequeños se pierdan en el parque, o en un supermercado. A veces solo pierdes de vista a tus padres o a quien esté contigo por unos pocos segundos, pero eso es suficiente para que tu corazón casi se detenga.

      Una vez, con mi familia nos perdimos todos juntos. Nos habíamos subido al auto felices, preparados para disfrutar un día de paseo en Manila. Como la capital de las Filipinas es una ciudad enorme y no la conocíamos bien, decidimos pedir prestado un GPS a unos amigos. Si no lo conoces, un GPS es una maquinita que te indica dónde debes doblar con el auto para llegar a tu destino.

      No tuvimos problemas para llegar, pero a la vuelta, el GPS no quiso funcionar por ningún motivo. Así que tuvimos que avanzar por donde nos pareció mejor. Preguntamos a muchas personas cómo encontrar nuestro camino nuevamente, pero nadie sabía guiarnos. En parte, porque no hablábamos el mismo idioma. Cuando quisimos darnos cuenta, estábamos en un vecindario oscuro, totalmente perdidos.

      Nuestras hijitas dormían, y mi esposo y yo decidimos orar pidiendo ayuda a Dios. Estábamos cansados, y ahora también preocupados. Apenas habíamos terminado de orar cuando un motociclista se estacionó a nuestro lado. Sentimos que Dios nos mandaba un ángel para ayudarnos. Él nos explicó cómo llegar y nos dibujó un mapa lo mejor que pudo.

      Pero, ¡nos perdimos nuevamente! Cuando estacionamos otra vez para intentar descifrar dónde nos habíamos equivocado con el mapa, ¡apareció nuestro ángel personal, el motociclista! Esta vez, insistió en que lo siguiéramos, y nos condujo a una ruta que conocíamos perfectamente. ¡Qué alivio!

      Después de darle muchas gracias, y de ofrecer pagarle por su ayuda, le dije, muy conmovida: “Hoy tú has sido nuestro ángel personal”. Él sonrió y se fue, satisfecho de habernos ayudado. ¿Sabes?