22 de enero
Papá vendrá a buscarnos
“No se preocupen. Confíen en Dios y confíen también en mí. En la casa de mi Padre hay lugar para todos. Si no fuera cierto, no les habría dicho que voy allá a prepararles un lugar. Después de esto, volveré para llevarlos conmigo. Así estaremos juntos” (Juan 14:1-3, TLA).
Nací en un hogar misionero adventista y he tenido que mudarme de casa tantas veces que ya perdí la cuenta... Una mudanza involucra algunos cambios que pueden ser emocionantes y tristes al mismo tiempo. Elegir cosas que puedo llevar y cosas que debo dejar ¡no es tan fácil! Pero encontrar cosas que estaban perdidas y echaba de menos ¡es emocionante! Hacer maletas y empacar cajas puede resultar mucho trabajo; pero siempre hay buenos amigos que están listos a ayudar. Tener que dejar a esos buenos amigos es muy triste, pero también tienes la posibilidad de conocer nuevos amigos. ¡Eso me ha gustado siempre!
En algunas ocasiones nuestro traslado tenía que ser a otro país y mi familia debía separarse por algún tiempo. Mi papá tomaba primero el avión y viajaba solo a su nuevo lugar de trabajo. Como éramos pequeñas, mis hermanas y yo quedábamos llorando. Al despedirse mi papá nos consolaba diciendo: “No se pongan tristes, yo iré para cumplir con mi trabajo y buscar una nueva casa; luego de un tiempo volveré por ustedes y juntos viajaremos a nuestro nuevo hogar”. Papá iba a dejarnos, pero volvería.
La espera se hacía muy larga porque extrañábamos mucho a papá. Todos los días al levantarnos y acostarnos preguntábamos a mamá: “¿Cuándo regresa papá?” Ella siempre nos respondía con amor: “No se preocupen, papá está buscando una linda casa y cuando la haya encontrado vendrá a buscarnos como lo prometió”. Un día papá tomó el avión de regreso y, con los brazos abiertos, corrimos para encontrarnos con él. Él cumplió su promesa y vino a buscarnos para llevarnos a nuestra nueva casa y estar todos juntos nuevamente.
Tener fe es creer que Dios siempre cumple sus promesas. Así como mi papá cumplió su promesa, nuestro Padre celestial también cumplirá la suya. Pronto vendrá a buscarte para ir junto a él a la casa más maravillosa que jamás hayas visto y vivir con él por la eternidad junto a tu familia. ¿Crees en esa promesa? Será una celebración maravillosa que no me quiero perder, ¿y tú? Magaly
23 de enero
Caer de espaldas
“Cuando siento miedo, pongo en ti mi confianza” (Salmo 56:3, NVI).
Recuerdo un pícnic en la playa con varias familias que organizó la iglesia donde asistíamos. Los niños jugamos mucho con las olas, las mujeres charlaron y los hombres organizaron sus juegos deportivos.
Pero lo que me impresionó ese día fue uno de los juegos de varones, que consistía en hacer una ronda y poner una persona en el medio. La persona del medio se tenía que dejar caer de espaldas y quien estaba detrás de él en la ronda lo tenía que sostener y luego pasarlo al compañero de al lado. Y así, hacían “girar” como aguja de reloj al del medio.
Lo curioso del juego es que a muchos les costaba dejarse caer. Tenían la sensación de que nadie los sostendría y caerían al suelo. Nos reíamos de ver los “amagues” de algunos por tirarse, pero finalmente no lo hacían por temor y desconfianza. Es que el ser humano por naturaleza desconfía de lo que no puede ver. ¡Y es precisamente eso lo que Dios nos pide! Confiar en él aunque no lo veamos y estar tranquilos en situaciones en las que no tenemos el control.
¿Recuerdas la historia de Gedeón? Dios le pidió que enfrentara con solo trescientos hombres al numeroso ejército madianita. ¿Y en qué consistía su “táctica de guerra”? En rodear el ejército madianita de noche, hacer sonar sus cuernos, mostrar sus antorchas, dar un grito de victoria, y quedarse parados. ¡Sí! Debían quedarse quietos y observar a Dios actuando. De por sí, pensar en ir a una batalla acobarda a muchos... pero enfrentar un ejército numeroso con poquitos hombres y encima tener que quedarse parados, suena muy loco. ¿Tú irías con esas condiciones? ¡Gedeón tampoco estaba muy convencido!
Y Dios, conociendo sus temores, lo animó haciéndole escuchar a dos madianitas charlar sobre un sueño, cuya interpretación era que Gedeón iba a derrotarlos. Así como en el juego que te conté, Gedeón y sus hombres debían decidir confiar, y dejarse caer de espaldas, sabiendo que Dios los sostendría. Eso hicieron, ¡y la victoria fue rotunda!
¿Sabes una cosa? Dios dejó historias como la de Gedeón en la Biblia porque sabe que nos cuesta confiar. Él quiere que aprendamos a tener fe. Está ansioso por mostrarnos lo que su poder puede hacer en nuestra vida. Lee el versículo de hoy. ¡Ojalá sea una realidad en tu vida! Gabriela
24 de enero
Antes que clamen
“Y antes que clamen, responderé yo; mientras aún hablan, yo habré oído” (Isaías 65:24).
Ayer salimos con mis hijitas y los miembros de nuestra iglesia en el Perú a repartir el libro misionero del año. Saldríamos en autobuses, y no habría que caminar mucho, así que les dije:
–No voy a llevar agua, tomen bastante ahora.
Si bien ellas obedecieron y tomaron agua, el autobús estaba bien caluroso y, cuando llegamos al lugar polvoriento, sentimos mucha sed. Varios hermanos de iglesia habían llevado agua, y pensamos en pedirles, pero nos dio vergüenza. Después de todo, había sido nuestra decisión no cargar el peso del agua, y teníamos que atenernos a las consecuencias de nuestras elecciones.
Fuimos repartiendo los libros, invitando a las personas a leerlos y a ver cómo Dios puede actuar en sus vidas. En un momento entramos a un negocio de comestibles. Emily y Melissa le explicaron a la dueña de qué trataba el libro, y ella quedó encantada con el trabajo misionero. Entonces, tomó algo de los estantes y les regaló a las misioneritas. ¿Qué crees que era? No eran ni caramelos, ni bombones, que suelen ser cosas pequeñas que la gente regala a los niños. ¡Eran dos botellas de agua! Una para cada una.
Nos llenó de emoción ver el tierno amor de Dios para con nosotras. Ni siquiera habíamos orado pidiendo agua. Pero el Señor ya sabía que dos de sus pequeñas hijas tenían sed y suplió su necesidad.
Nuestro versículo de hoy habla exactamente de eso: de cómo Dios sabe qué necesitamos antes aún de que lo pidamos en oración. Antes de que le cuentes tus problemas, tu Amigo ya está pensando en cómo ayudarte.
Entonces, ¿para qué pedir, si Dios ya conoce todo? Recuerda lo que escribe la hermana Elena de White en su libro El camino a Cristo, página 79: “La oración no baja a Dios hasta nosotros, sino que nos eleva hasta él”. No es que el Señor necesita que hagamos nuestra “lista de compras”, como esas que hace mamá o papá antes de ir al supermercado o la feria. Dios ya lo sabe.
Pero algunas veces, cuando ni se te ocurre pedirle algo, como nos pasó a nosotras que ni pensamos en pedir agua, Dios te sorprenderá con tiernos regalos que demuestran su amor por ti. Y demuestran, también, que él te cuida y que, antes siquiera que tú hayas pensado en clamar por algo, él ya lo sabe. ¡Confía en él! Cinthya
25 de enero
Panes multiplicados
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