En el Perú Thomson encontró gran demanda para las Sagradas Escrituras. Unos meses después de llegar a Lima, recibió una remesa de 500 Biblias en español y otros tantos Nuevos Testamentos. Los vendió todos en dos días y pudo haber vendido muchos más84. Thomson se dio cuenta de que se necesitaban traducciones al quechua, por lo que contrató a un traductor. Ya para noviembre de 1823, informó a Londres que dos evangelios, los Hechos y las dos epístolas de San Pedro estaban traducidos. Mientras se traducía el resto, convocó una comisión de cuatro quechuistas del congreso para revisar la obra85. La traducción se terminó en junio de 1824, pero la incertidumbre de la vida en Lima dificultó la revisión. Cuando volvió a Trujillo en septiembre, se llevó el manuscrito, esperando imprimir por lo menos el Evangelio de Lucas, el único libro bien revisado; pero sus planes no pudieron llevarse a cabo, por lo que devolvió el manuscrito a la comisión en Lima, donde se perdió86. De regreso en Londres, Thomson se encontró con un boliviano llamado Vicente Pazos Kanki, graduado en la Universidad del Cusco, quien dominaba el aymara. Este hizo una traducción del Evangelio de Lucas, el cual se imprimió y llegó a La Paz en 1829, pero el manuscrito del resto del Nuevo Testamento, por razones desconocidas, no se publicó y terminó por extraviarse87.
Evaluación de la obra de Thomson
Según Domingo Amunátegui, Thomson fue el primer proselitista en Sudamérica que disimuló sus verdaderas intenciones haciéndose pasar por educador88. Esto podría afirmarse respecto de algunos emisarios protestantes posteriores, pero jamás tratándose de Thomson. Después de su primer año en Argentina hasta después de su salida del Perú, no recibió sostén de fuentes protestantes. Vendió las Biblias a precios realistas89. Aparte de algunos errores de impresión y la omisión de las notas al pie de las páginas, las ediciones de las Sagradas Escrituras eran iguales a la versión de Scío de San Miguel. En el Antiguo Testamento se incluían los libros apócrifos. Thomson colaboró estrechamente con sacerdotes católicos y recibió de ellos su mayor apoyo. Por ejemplo, Francisco Javier Echaque, deán de la Catedral de Lima, lo ayudó a distribuir Biblias y Nuevos Testamentos90. Después, Thomson expresaría que “una proporción razonable de los sacerdotes sudamericanos son hombres morales y devotos”91. Durante su estadía en Sudamérica, nunca procuró que alguien dejara la Iglesia Católica, y a pesar de las diferencias doctrinales, se sintió uno con los católicos que de veras creían en el Señor Jesucristo92. Es cierto que utilizó las Escrituras en su obra educativa, pero sus materiales se preparaban abiertamente en las imprentas gubernamentales con la ayuda de sacerdotes destacados93. Por eso, la obra de Thomson no debe considerarse como uno de los primeros esfuerzos misioneros protestantes en el continente, sino como el primer ejemplo de cooperación católico-protestante. Después de los esfuerzos realizados en el siglo xvi por los concilios de Lima y de México, que se describen en el capítulo anterior, constituyeron el segundo intento de reforma dentro de la iglesia.
Los esfuerzos de Thomson se basaban en su convicción de que la lectura de la Biblia, acompañada de un programa de educación popular, podría llevar a una reforma de la iglesia.
Sólo hacia el final de su vida, al ver que la esperada reforma no se hacía realidad, pidió en 1852 que los protestantes lo ayudaran a establecer una sociedad misionera para Sudamérica. Pero su muerte, dos años después, frustró esos planes94.
¿Por qué no se pudo generar una reforma en la iglesia? La unión entre la iglesia y el régimen colonial, que había obstaculizado las reformas del siglo xvi, se había deshecho. Si bien el clima político y social era muy inestable, en el Perú, donde la situación era muchísimo más difícil que en Chile, la obra de Thomson perduró más que en este país. En Chile la oposición del clero ayudó a poner fin a la obra, pero en el Perú fue precisamente el apoyo de muchos sacerdotes lo que le aseguró larga vida. La oposición papal a la distribución de la Biblia y la prohibición de cualquier sociedad bíblica católica por los papas León xii (1823–1829), Pío viii (1829–1830) y Gregorio xvi (1831–1846)95, provocó el cierre de la sociedad bíblica fundada por Thomson en Bogotá y dificultó muchísimo la distribución de la Biblia durante la mayor parte del siglo xix. Pero en el siglo xvi, la oposición fue incapaz de impedir que avanzara la Reforma en el norte de Europa.
El intento de reformar a la iglesia latinoamericana a principios del siglo xviii, no prosperó debido en parte a la reacción conservadora que siguió al movimiento de independencia. A los terratenientes les asustaba el rumbo que tomaba el liberalismo, de modo que se unieron para defender sus privilegios. Varios sectores de la sociedad peruana todavía dependían tanto de estos grandes terratenientes que no se atrevían a adoptar posiciones religiosas o políticas que los pudieran ofender. En segundo lugar, el número de personas que sabían leer era reducido. Thomson comprendió, por tanto, que la educación popular era fundamental. Pero, puesto que los terratenientes consideraban que por medio de la educación popular se podía incitar a las masas a rebelarse contra ellos, la alfabetización se hacía problemática. Y, mucho más aún, cuando se unía a un programa de reforma religiosa. No había, entonces, un grupo lector en el Perú que tuviera una base económica lo suficientemente independiente para poder aceptar una religión o una ideología que fuera contraria a las ideas de la clase gobernante. En Alemania, en el siglo xvi, la situación era muy diferente. Allí surgió una clase urbana de comerciantes y artesanos que sabían leer y escribir, cuya base económica no dependía de los terratenientes. Fue precisamente entre esta clase media donde floreció la Reforma.
Aparte de su contribución a la educación popular en el Perú, Thomson fue un pionero en los métodos que usó. Después mencionaría la cordialidad que se le había mostrado en el Perú como extranjero y protestante96. Su carácter simpático y su don de gentes, indudablemente influyeron en esto, pero influiría también su política de capacitar a los sudamericanos para ayudarse a sí mismos. Se hizo dependiente hasta en su sostén personal de la cooperación material y financiera de los peruanos. Así el esfuerzo no se impuso desde afuera, sino que los peruanos legítimamente podían considerarlo como algo propio. También los peruanos podían suspender el proyecto en cualquier momento. No constituía, por tanto, una amenaza. Los historiadores protestantes que culpan a las iglesias protestantes de no haber ayudado más en esa época, se olvidan de que la ayuda abierta por parte de estas pudo haber provocado una reacción adversa que habría dado al traste con la obra de Thomson97. Tendría que pasar mucho tiempo para que las misiones que siguieron los pasos de Thomson entendieran esta importante lección.
La alianza entre la Iglesia Católica y los terratenientes
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