Después de la muerte de Matthews, la Sociedad Británica hizo poco en Sudamérica hasta que nombró a A. J. Duffield en 1857 como agente para la costa occidental. En 1858, Duffield visitó Ecuador, Perú y Chile, y encontró tanto interés en Lima que trasladó su oficina a la capital peruana. Pero en 1860 fue despedido, en parte por las restricciones que significaban para su trabajo las revueltas políticas, y en parte por la forma insatisfactoria en que presentaba sus informes financieros117. Otra vez se produjo un vacío en el trabajo de la Sociedad Bíblica en el Perú hasta las visitas de Andrew M. Milne y Penzotti durante sus giras de colportaje a través del continente en 1883 al 1886118. El éxito relativo de Duffield en Lima en el año 1858 coincidió con el auge del movimiento liberal al final de la presidencia de Castilla. También, más adelante hubo una relación entre los avances del sentimiento liberal y el deseo de la gente de comprar las Escrituras. La Biblia se consideraba como fuente de esclarecimiento y se pedía en tales épocas. Pero también es cierto que la mayoría compraba las Escrituras sólo cuando ello no implicaba ir contra la opinión pública.
Los cultos anglicanos y no conformistas entre los extranjeros
El 25 de octubre de 1844, se celebró una reunión en la sede diplomática británica en Lima para considerar la posibilidad de establecer un culto inglés en el Perú119. Se consultó al gobierno peruano y este dio su permiso a condición de que no asistiera ningún peruano. El primer capellán, John G. Pearson, recién llegó a Lima el 14 de marzo de 1849120. Los cultos se realizaron primero en la legación británica, pero en 1852 se mudaron a una sala alquilada en la calle Negreiros donde continuaron celebrándose por 34 años121. Para la comunidad protestante en Lima, fue una sorpresa desagradable que el quinto capellán, Campbell McKinnon, se uniera a la Iglesia Católica el 14 de marzo de 1879. Poco después estalló la Guerra del Pacífico y no conseguirían otro capellán sino después de seis años122. Un ministro presbiteriano que trabajaba en el Callao, hizo el siguiente comentario sobre la congregación anglicana en Lima: “Su último predicador se convirtió al catolicismo romano en medio de grandes regocijos por parte de los curas. Procuran mantenerse y celebran cultos una vez al mes, pero el laico que lee la liturgia es presidente de los juegos de tenis los domingos, por lo que se apresura a terminar el culto para llegar a tiempo a los juegos”123. El 27 de marzo de 1885, llegó Welby Colston, el nuevo capellán, y desde entonces no han faltado capellanes hasta ahora. En 1871 se nombró una comisión para buscarle una solución a la incomodidad del local, y se acordó construir una capilla. Para ese efecto, reunieron 3500 libras esterlinas, mayormente en Inglaterra124, y el domingo de la Trinidad, en 1886 se mudaron a su propio templo en la calle Pacae, el cual desde afuera tenía que parecer una casa particular125.
Tomás B. Wood, primer misionero metodista norteamericano en el Perú, escribió en 1902 que la Iglesia Anglicana en Lima “declara que se abstiene de la evangelización de las masas como condición de su existencia en el Perú”126. Wood empleó la palabra “declara” porque ya se había demostrado que era posible que una congregación protestante se mantuviera aunque se dedicara a la evangelización. La verdad es que se abstenían de evangelizar porque la Iglesia Anglicana se dedicaba a la comunidad anglohablante y porque creía que la evangelización en América Latina necesariamente implicaría el proselitismo. Como resultado, la comunidad anglicana se aisló tanto de los peruanos como de los extranjeros que sí se interesaban por la evangelización. En su tesis, Johannes Hebly señala acertadamente que el proselitismo se relaciona con una actitud introvertida127, pero la historia de la comunidad anglicana en el Perú demuestra que el deseo de evitar el proselitismo igualmente puede conducir a la introversión. El problema reside en un concepto equivocado de lo que es el proselitismo. Si el objetivo de la evangelización es ganar personas para Cristo y dar libertad para que se desarrolle entre el Señor resucitado y los recién convertidos una relación nueva y auténtica que pueda diferir en mucho de la relación que existe entre Cristo y el agente evangelizador, entonces la evangelización no es ni proselitista ni introvertida. Pero si el objetivo es ganar adeptos para su iglesia y su punto de vista doctrinal, entonces, tanto el proselitismo como la introspección se hacen inevitables.
Cuando se estableció una línea de vapores a Inglaterra a mediados del siglo, fue necesario ampliar el puerto del Callao, por lo que vinieron al país muchos extranjeros. La Compañía de Navegación de Vapores del Pacífico (psnc) abrió un taller en el Callao con unos cien artesanos, muchos de los cuales habían venido de Escocia. Al principio no había quién los pastoreara, pero en 1859 la misión americana a los marineros mandó a J. A. Swaney, ministro metodista, al Callao128. Guillermo Wheelwright, fundador de la compañía de vapores psnc, estuvo de paso en el Callao en 1860, y asistió a la predicación en inglés del reverendo Swaney en una ruinosa casa alquilada, y prometió enviar una sala de reuniones prefabricada de madera129. Desgraciadamente el reverendo regresó a los Estados Unidos antes de terminar la construcción del nuevo edificio en la calle Teatro en el año 1864, el cual es el primer templo protestante en el Perú130.
En 1864, la Sociedad Misionera Sudamericana mandó al pastor anglicano William Cathcart Murphy al Callao como capellán consular. Este empezó a celebrar cultos en el nuevo edificio y lo acondicionó para una escuela de 80 niños, 20 de los cuales eran peruanos. Como resultado, algunos peruanos empezaron a asistir a los cultos y hasta pidieron una clase bíblica para ellos131. Desgraciadamente, Murphy murió el 25 de septiembre de 1867 y los capellanes que lo siguieron no fueron del mismo calibre. En una carta fechada en julio de 1874, la Iglesia Anglicana en Lima describe a la capellanía del Callao como abandonada por falta de idoneidad del encargado132. El que la mayoría de los trabajadores escoceses no pertenecieran a la Iglesia Estatal Anglicana, o sea que eran no conformistas, complicaba más el asunto. El edificio, que pertenecía a toda la comunidad anglohablante, quedó a cargo de una comisión de seis personas, elegidas anualmente. A estas las elegían quienes daban una suscripción para la manutención de los cultos y del edificio133, arreglo que provocó una lucha constante134, la cual no terminó cuando la Sociedad Misionera Sudamericana se vio obligada a retirar a su capellán en 1877, por falta de fondos135.