Los terratenientes pronto se asustaron por el rumbo que tomaba el naciente partido liberal e impusieron al país un gobierno conservador con el apoyo de los militares. Una política de acercamiento a los elementos liberales habría constituido una posición contraria al gobierno, cosa casi inconcebible para una iglesia tan acostumbrada al apoyo incondicional de los gobiernos. Además, una vez que la Independencia se hubo consolidado, los políticos conservadores que tomaron las riendas del poder hicieron lo posible para hacer regresar a los obispos y sacerdotes conservadores que habían huido durante las turbulencias. Así que la iglesia en sí experimentó un viro a la derecha. Por último, el mismo papado adoptó una línea conservadora en los años posteriores a la terminación de las guerras napoleónicas. Todo eso explica la alianza entre la iglesia y los terratenientes en el Perú después de la Independencia. La explica, pero no la justifica, por las siguientes razones:
1. Para los indígenas, la iglesia seguía siendo la misma de sus opresores. Por eso siguieron con su catolicismo popular, en el que podían expresar sus propias aspiraciones y valores. Por supuesto, los conservadores no les ofrecían la oportunidad de entrar al sacerdocio, y aunque lo hubieran hecho, es dudoso que los indígenas pudieron haberla aprovechado.
2. Así, pues, el liberalismo poco a poco fue ganando fuerza durante el siglo xix hasta llegar a dominar el partido conservador. La lucha entre la iglesia y el partido liberal terminó por reducir grandemente el poder y la influencia de la primera98, y la desprestigió ante un sector importante de la población. Como consecuencia, con pocas excepciones, no se reclutó al sacerdocio personas cultas de trayectoria liberal ni se produjo un diálogo constructivo que habría sido de valor inestimable para profundizar la fe y la doctrina de la iglesia.
3. Quizá el daño mayor fue que se perpetuó la idea de que en el Perú la iglesia existía para mandar y no para servir. Una iglesia en oposición al gobierno habría estado obligada a servir a los marginados, y así hubiera superado por fin la crisis de su ministerio.
En el tiempo de la Independencia, había aproximadamente un sacerdote por cada 500 personas; para 1945, esta proporción descendió a uno por cada 5500 personas99. Los historiadores atribuyen este descenso alarmante a los golpes que recibió la iglesia durante la Independencia, pero los problemas ya descritos de la época revolucionaria sólo explican por qué comenzó el descenso, y no por qué continuó. En 1800, había aproximadamente un sacerdote peninsular y un sacerdote criollo por cada mil personas. Los trastornos de la revolución explican la salida de los peninsulares, pero explican sólo parcialmente la disminución en el número de sacerdotes criollos. Es cierto que la actitud antiindependista y, más aún, la proespañola del papado desde 1810 hasta 1830 hizo apartarse a muchos patriotas criollos, pero la política posterior de nombrar obispos aceptables a los gobiernos latinoamericanos debería haber mejorado la situación. Fue la alianza de la iglesia con los terratenientes la que siguió alejando a la mayoría de los criollos, especialmente a los de convicciones liberales.
Quedaban, pues, sólo dos grupos que podían proveer los sacerdotes que necesitaba la iglesia: los terratenientes y los mestizos. Los primeros eran relativamente pocos, y además sólo les interesaban los puestos altos. El clero común debía provenir, pues, de entre los mestizos, los cuales se habían educado poco y carecían de una tradición de servicio sacerdotal. Además, se les había negado acceso a las posiciones importantes en la sociedad, por lo que, al abrírseles el camino al sacerdocio, hubo entre ellos cierta proclividad a enorgullecerse. Era inevitable, pues, que el sacerdocio descendiera no sólo numéricamente, sino también en cuanto a calidad, lo que a su vez provocaba un mayor desprestigio del sacerdocio y una nueva disminución numérica.
Más esfuerzos para reformar la iglesia
En 1851, Francisco de Paula González Vigil fue excomulgado junto con los que vendían, compraban o leían su famosa “Defensa de la autoridad de los gobiernos contra las pretensiones de la curia romana”. En esta obra, González Vigil —quien estudió en Arequipa bajo aquel gran patriota, el obispo Chávez de la Rosa, y después ingresó en la carrera eclesiástica— atacó con gran erudición las pretensiones del Vaticano. Apeló a las Escrituras y reconoció que el libre examen de ellas no era sólo un derecho inalienable del hombre, sino también el secreto de sus grandes progresos100. Además, González denunció los abusos religiosos de su tiempo101 por lo que fue excomulgado. Sin embargo, a pesar de este hecho, fue nombrado bibliotecario de la Biblioteca Nacional del Perú102 y unos años después sus escritos habrían de enriquecer el pensamiento liberal103.
En 1865, un sacerdote inglés llamado Kenelm Vaughan, hermano menor del cardenal Vaughan, visitó el Perú. Tanto le impresionó la necesidad espiritual del país que regresó a Inglaterra para recaudar fondos para imprimir 5000 ejemplares del Nuevo Testamento en una versión católica. Los distribuyó en casi todas las ciudades importantes de América del Sur. La demanda excedía a las existencias. William Taylor, fundador de la misión metodista en la costa occidental de Sudamérica, se encontró con el padre Vaughan en 1877 y recibió una impresión excelente, tanto del propio Vaughan como de su obra104. Según Taylor, Vaughan tenía buenas relaciones con por lo menos un obispo en el Perú, y sus Nuevos Testamentos se leían con mucho interés. La educación popular había avanzado algo y el número de personas que podían leer era más elevado que en tiempo de Thomson. No le pusieron trabas a Vaughan y, sin embargo, su trabajo desapareció sin dejar rastro. Dada la estratificación de la sociedad peruana y la falta de una clase media, una reforma interna resultaba imposible. Faltaba un fuerte impulso externo.
El fin del triunfalismo y el inicio de una renovación
Por el año 1940, la batalla entre la iglesia y el estado liberal había terminado. El viejo liberalismo anticlerical había perdido sus bríos y por un tiempo parecía que la iglesia volvía a ocupar su posición de antes105. En 1945, el presidente Prado firmó un decreto que restringía la libertad de culto, pero en 1963 desapareció cualquier posibilidad de que la iglesia recuperara su posición anterior. Asimismo, se eliminó la prohibición de celebrar cultos no católicos en lugares públicos. En unos pocos años, la iglesia abandonó el triunfalismo, se volvió autocrítica y reconoció como cristianos a muchos grupos no católicos. ¿Cómo se explica este viraje? Además de la paulatina desestratificación de la sociedad peruana, hay por lo menos seis causas externas que precipitaron este cambio:
1. El movimiento bíblico que empezó en la Iglesia Católica en Europa alrededor de 1940 y se extendió paulatinamente a todo el mundo. Los líderes sentían que la iglesia no tenía nada que decirle al mundo moderno, por lo que volvieron a las fuentes originales del cristianismo, o sea a la Biblia. Como resultado, se mejoró notablemente la interpretación de la Biblia en la Iglesia Católica, y gracias al reconocimiento que este movimiento recibió por parte del Vaticano, llegó a verse como cosa natural que un católico estudiara la Biblia.
2. La competencia saludable de los protestantes. El autor se acuerda que un día se quejaba con Juan de Dios Guerrero del estado de la Iglesia Católica en el Perú, a lo cual el veterano contestó: “¡No has visto nada! Cuando empecé a predicar el evangelio por el año 1915, me acuerdo que en las fiestas era común que los curas anduvieran por las plazas borrachos con una mujer en cada brazo. Una vez que se establecieron iglesias protestantes en estos pueblos, todo eso se acabó”.
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