Curso de apnea (Bicolor). Umberto Pelizzari. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Umberto Pelizzari
Издательство: Bookwire
Серия: Submarinismo
Жанр произведения: Сделай Сам
Год издания: 0
isbn: 9788499108759
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      Estado cardiovascular idóneo

      El agua es unas 800 veces más densa que el aire, per consecuencia, ofrece al cuerpo una resistencia considerable y produce una dispersión notable de energía; moverse en un ambiente líquido requiere fuerza y vigor. Todos los deportes que incrementan la resistencia física general –bicicleta, jogging, natación, aeróbic, esquí de fondo, etc.– estimulan la actividad cardiovascular y son adecuados para la preparación física de la apnea. Idoneidad cardiovascular significa un corazón más fuerte y mejor vascularización o, dicho de otro modo, una circulación sanguínea eficiente que ayude a una buena oxigenación muscular. De hecho, todo ello favorece el mantenimiento de la temperatura corporal dentro de la norma y requiere menos trabajo de los pulmones, permitiendo al atleta recuperarse más deprisa entre una inmersión y otra.

      Idoneidad pulmonar

      Es fácil intuir que un aparato respiratorio eficiente es indispensable para obtener buenos resultados; la ventilación preparatoria de la apnea, sea en estática o en dinámica, solicita un marcado empeño de las primeras vías respiratorias, la tráquea y los pulmones. Cualquier circunstancia que limite la respiración, o los intercambios gaseosos con la sangre, genera problemas que reducen la eficacia de las prestaciones, pero sobre todo la seguridad. Apneístas con resfriado, gripe, afectados por sinusitis, sujetos a crisis asmáticas o con una secreción excesiva de las mucosas de los senos frontales o los bronquios deben necesariamente estar controlados por un especialista en medicina subacuática.

      Una prescripción que todos deberían seguir es la de no fumar. Un examen espirométrico da la información necesaria para evaluar la eficiencia respiratoria. Se puede analizar dicho examen y comentarlo con el instructor, pero, sobre todo, es interesante confrontarlo con otro examen al cabo de algunos meses de entrenamiento, pues éste dará la oportunidad de evaluar las modificaciones que habrán tenido lugar.

      No se conocen los efectos que la presión ejerce sobre sujetos que siguen una terapia farmacológica, razón por la que se aconseja zambullirse solamente cuando uno se encuentre bien o, al menos, con la aprobación del médico: renunciar a la apnea en ciertas condiciones precarias de salud es índice de madurez, distingue al buen apneísta del desconsiderado.

      Psicológicamente idóneo

      Desde un punto de vista psicológico, por idóneo se entiende aquél cuya capacidad le permite reconocer y sobrellevar las emociones ligadas a la apnea, como el temor al agua, a la profundidad, a la pérdida del control en inmersión o en superficie, y, en general, a los factores emotivos connaturales al hombre. En este deporte es preferible hablar de crecimiento psicológico y psicofísico antes que de competición. Los factores psíquicos que pueden condicionar la práctica de esta disciplina se relacionan con: el sentido de inferioridad, de superioridad, las experiencias humillantes, los obstáculos ante las propias aspiraciones y la dificultad de conexión con las personas que comparten el tiempo con nosotros en el agua.

      El sentido de inferioridad es un factor que surge ante nuevas tareas o situaciones emotivas sobre las que no ejercemos un buen control. Cuando esto sucede, emergen fuertes reacciones ancestrales de huida, desafío o autocrítica. El sentido de superioridad, por el contrario, nos lleva a exagerar las prestaciones o a minimizar los peligros, pudiendo traducirse en distracciones o en incidentes traumáticos. Las experiencias humillantes, aunque ocasionales, pueden provocar un sentimiento de inferioridad, la impresión de sentirse incapaces en aquello que se está haciendo, o un sentimiento de hostilidad hacia el instructor o el compañero que tal vez en ese momento ha pretendido ayudar más de lo debido. La dificultad de conseguir en un tiempo razonable los resultados prefijados puede generar diversos tipos de tensión emotiva que desembocan en ansiedad. A su vez, los contrastes con el ambiente pueden condicionar el clima en el cual se desarrollan las lecciones o los entrenamientos y, en consecuencia, minar el aprendizaje en su conjunto.

      Todas estas dificultades condicionan cada momento de la jornada. Tenemos, por tanto, la obligación de reconocer la caída de nuestras defensas emotivas y asumir sus consecuencias, traducidas en ansiedad, miedos, escasa concentración, etc., para así, poder actuar sobre sus efectos, contrarrestándolos o mejorándolos.

      Entrar en la hidrosfera, con unas características químicas y físicas muy distintas a las de la atmósfera en la que vivimos, requiere el uso de un equipo especial que nos ayude a adaptarnos al nuevo entorno. Los obstáculos más evidentes son la dificultad para ver, desplazarse eficazmente, respirar y protegerse del frío. Hoy en día, estos obstáculos han sido superados con la producción de los cuatro elementos básicos para la inmersión en apnea: las gafas, las aletas, el tubo y el traje de buzo que, según su espesor, requerirá un lastre concreto. Los nuevos materiales y la experiencia de los mejores apneístas puesta a disposición de los fabricantes han permitido, en los últimos años, producir un equipamiento cada vez más confortable y sofisticado, capaz de aumentar la seguridad, comodidad y, por tanto, las prestaciones de quienes lo utilizan, del campeón al neófito. Conocer, usar y mantener el equipo en condiciones adecuadas es un componente importante del bagaje técnico de un buen apneísta. Confiar en el propio equipo es determinante para relajarse, descender con seguridad y divertirse.

      Las gafas o máscara

      En el mercado se encuentran dos tipos de gafas: de gran volumen y de volumen reducido. Las primeras se utilizan para el submarinismo con botellas; las segundas son ideales para la práctica de la apnea.

      En este deporte, unas buenas gafas deben, sobre todo, tener el volumen interno reducido; de hecho, bajando, el buceador está obligado a sustraer aire de su reserva pulmonar para compensar la cámara de aire de las gafas que, a causa de la creciente presión hidrostática, se aplastan contra la cara provocando un efecto ventosa. Las consecuencias de este efecto ventosa son muy dolorosas y podrían incluso llegar a la rotura de algún capilar de los ojos. Mientras se baja, basta soplar ligeramente por la nariz para alejar cualquier peligro; en caso de que esto no sea posible, se debe suspender el descenso y emerger. Se deduce que cuanto menor sea el volumen de las gafas, menor será la cantidad de aire necesaria para compensarlas en el descenso, sobre todo, si se baja a cotas medias o altas. Se ha probado que en una inmersión profunda es necesario cerca de un litro de aire para compensar una máscara de volumen reducido.

      Quien opera en cinco o seis metros, quizá entre las olas, debería utilizar gafas con una visibilidad superior, porque la visibilidad es uno de los elementos a tomar en consideración. La máscara con lentes bifocales responde muy bien a la relación requerida entre volumen interno y visibilidad. Hasta hace muy poco, el facial o faldón, en contacto con la cara, se hacía de goma más o menos blanda. Hoy, casi todos los modelos en el mercado han adoptado la silicona, mucho más suave y resistente que la goma. El apoyo sobre la cara también se ha mejorado; debe ser lo más anatómico posible y permitir al buceador pinzar con facilidad la nariz para compensar holgadamente. Algunas tienen, incluso, dos fosas que facilitan la introducción de los dedos. Otro punto a tener en cuenta es la frente. Si el bastidor del cristal, aplastado por la presión del agua, empujase en exceso sobre el hueso, provocaría un dolor capaz de arruinar la inmersión. Todos los modelos en el mercado permiten regular de forma rápida la correa de sujeción, incluso en el agua. Basta con pulsar el bloqueo de plástico para liberarla y regularla a voluntad; soltando, el bloqueo volverá a su lugar fijando de nuevo la correa. Además, tener problemas de vista ya no es una limitación para la práctica de deportes subacuáticos. Existen máscaras que permiten alojar lentes correctivas, que pueden sustituir a los cristales sin aumento.

       En la década de 1940, después de la Segunda Guerra Mundial, existía en el mercado una máscara de goma, la «Monogoggle», de fabricación francesa, que tenía el defecto básico de las gafas de natación: dejaba fuera la nariz, por lo que sólo podía emplearse a pocos metros de profundidad, antes de que la presión aspirase los ojos fuera de las órbitas de quien las llevaba. Incluso las primeras gafas que cubrían la nariz eran muy grandes y no permitían descender mucho porque se desperdiciaba