Nuestros jóvenes ya no se introducen en el mundo del trabajo con el deseo de ser útiles a la sociedad, de mejorar el nivel de vida, de defender su crédito y su honradez, de proporcionar a su familia una educación mejor de la que ellos han tenido, y de llevar a cabo una justa competencia, si el Señor tiene a bien prosperarles. Ahora, el único objetivo es la ambición desmesurada, hacer fortuna, ganar dinero pronto, cuanto más mejor y por la vía que sea, para poder retirarse lo antes posible disfrutando de todos los lujos de la vida presente. Nuestra sociedad está infectada con el pecado de la codicia, contra el cual, hermanos muy amados, os digo con lágrimas en los ojos y con la mayor insistencia: hemos de librar la buena batalla. Porque ha hecho de este lugar su sede, ha convertido esta metrópolis en su fortaleza, haciendo de la Gran Bretaña, tradicionalmente cristiana, su reducto favorito.
Mas vosotros, hermanos que habéis sido llamados por la gracia de Dios a manteneros fuera de los dominios de Mammon,35 habéis sido también elegidos expresamente para testificar en contra de todas las apostasías de la iglesia en nuestro país; pero de manera especial contra esta, que en mi opinión, es una de las más evidentes y la más común entre todas. ¿Pues quién no ha sido en uno u otro modo víctima de la trampa de la codicia?
EDWARD IRVING [1792-1834]
“Babylon and Infidelity foredoomed - A Discourse on the Prophecies of Daniel and the Acopalypse which relate to these latter times, and until the Second Advent”, 1826
Bendice al codicioso, al cual Jehová aborrece. Cristo sabía bien lo que decía cuando exclamó: “Nadie puede servir a dos señores”,36 es decir, a Dios y al mundo, porque ambos pretenden dominarlo por entero. Como el ángel y el diablo luchaban por la posesión del cuerpo de Moisés,37 no por una parte, no para dividírselo, sino para poseerlo entero cada uno, de igual modo siguen batallando por la posesión de nuestras almas. Por ello exclama el apóstol: “¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios”.38 Esta disputa entre ambos significa que Dios no puede soportar que el mundo se quede con una parte, y el mundo no puede soportar que Dios se quede con ella. Por lo tanto, el amor al mundo es forzosamente enemistad con Dios y, en consecuencia, los que aman al mundo son necesariamente enemigos de Dios: el codicioso sirve al mundo, y no puede, por tanto, servir a Dios, porque es su enemigo. Por ello a la codicia se la identifica con idolatría,39 porque es el pecado más contrario a Dios, pues así como la traición contra el Estado consiste en colocar otro rey en lugar del rey, la idolatría establece a otro dios en el lugar de Dios.
HENRY SMITH [1560-1591]
en uno de sus sermones predicado en 1578
Vers. 4. El malo, por la altivez de su rostro, no busca a Dios; no hay Dios en ninguno de sus pensamientos. [El malo, por la altivez de su rostro, no busca a Dios; no hay Dios en ninguno de sus pensamientos. RVR] [El impío, en la altivez de su rostro, no busca a Dios. Todo su pensamiento es: No hay Dios. LBLA] [Por la altivez de su rostro el malvado no inquiere, Elohim no está en sus pensamientos. en todo tiempo sus caminos son torcidos. BTX] [El malvado levanta insolente la nariz, y no da lugar a Dios en sus pensamientos. NVI] [El malvado, en su soberbia, de nada se preocupa: “No hay Dios”; esto es todo lo que piensa. BLP] [Los malvados son demasiado orgullosos para buscar a Dios; parece que piensan que Dios está muerto. NTV]
El malo, por la altivez de su rostro, no busca a Dios. La jactancia petulante y los halagos indecentes del impío han sido aceptados como evidencia contra él; y ahora, su propio rostro confirma la acusación, y su negligencia clama a gritos contra él: “por la altivez de su rostro, no busca a Dios”. Los corazones orgullosos engendran miradas orgullosas y rodillas rígidas. Es un hecho tan conocido como admirable que el rostro es el reflejo del alma, al igual que el movimiento de los engranajes se refleja en su esfera. Una cara dura como el bronce y un corazón quebrantado nunca van de la mano, no se llevan bien. No estamos tan seguros de que los atenienses fueran tan sabios como se dice cuando ordenaron que los reos fueran sentenciados en la oscuridad para evitar que los jueces pudieran sospesar y valorar la expresión de sus rostros;40 ya que se puede saber y deducir mucho más de las expresiones de una cara que de las palabras salidas de los labios. La sinceridad brilla en el rostro, y a algunos la vileza les asoma por los ojos.
No hay Dios en ninguno de sus pensamientos. Ved los efectos del orgullo: arrastra al hombre a cesar en su búsqueda del Creador. Resulta difícil orar con el cuello tieso y las rodillas rígidas. “No hay Dios en ninguno de sus pensamientos”: lo que no implica que no piense, pues piensa mucho, pero no piensa en Dios. Sus pensamientos son montones de paja sin un solo grano de trigo. Pese a estar en todas partes, hay un único lugar donde Dios no está: en las mentes y los planes de los malvados. Y esta es, decididamente, una acusación condenatoria; pues allí donde no está el Dios del cielo, reina y ruge el Señor del infierno; y por tanto, si Dios no está en nuestros pensamientos, tales pensamientos nos conducirán a la perdición.
C. H. SPURGEON
El malo, por la altivez de su rostro, no busca a Dios; no hay Dios en ninguno de sus pensamientos. Su orgullo llega a tal extremo que, aun siendo juzgado y condenado, se niega a rebajarse y aceptar un perdón. Mejor dicho, y me corrijo a mí mismo: estaría dispuesto a ser justificado, pero no gratuitamente, solo si pudiera comprar el favor de Dios. Miles son los que morirán y serán condenados por negarse a aceptar el perdón gratuito, por cuenta de los méritos de Cristo y su obediencia. ¿Cuándo aceptarán los hombres de buen grado el método que Dios ha dispuesto para salvarlos a través de la sangre del pacto eterno? ¿No te basta con ser el artífice de tu propia destrucción? ¿Pretendes ser también tu propio salvador? ¿Morir antes que aceptar la libre gracia? ¿Eres tan orgulloso que te niegas a buscar a un Dios infinitamente sabio y a aceptar su benevolencia? Dios está dispuesto a salvarte: “De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito”.41 ¿Tan orgulloso eres que te niegas a estar en deuda con Dios? En tal caso, no mereces recibir nada. ¿Qué puedo decir? Eres pobre, y encima orgulloso; no tienes más que escoria y miseria, pero estás hablando de hacer una gran compra. ¿Te das cuenta de que esto es una provocación? “Dios resiste a los soberbios”,42 y en especial los soberbios espirituales, los que albergan orgullo en su corazón. Pues el que está orgulloso de sus vestidos, o de su linaje, no es tan despreciable a los ojos de Dios como el que está orgulloso de sus méritos, y por ello se niega a someterse a los métodos divinos para su salvación exclusivamente a través de Cristo y de su justicia.
LEWIS STUCKLEY [1621-1687]
“The Gospel Glass -, Chapter V”, 1667
El malo, por la altivez de su rostro, no busca a Dios; no hay Dios en ninguno de sus pensamientos. El orgullo de los malvados es la razón principal por la que no buscan el conocimiento de Dios. Y, de hecho, la ausencia de este conocimiento les dificulta la búsqueda. En primer lugar, para los malos, Dios y su conocimiento se convierten en algo indeseable. El orgullo consiste en tener una opinión exaltada de uno mismo. Por tanto, el orgulloso se siente intranquilo ante un rival, aborrece a un superior, y no puede tolerar un maestro, y menos a un señor. Y cuanto más prevalece en el corazón, más nos hace desear no ver nada por