El Tesoro de David: la revelación Escritural a la luz de los Salmos. Eliseo Vila. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Eliseo Vila
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Религия: прочее
Год издания: 0
isbn: 9788417131753
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El modo más natural de dividir este Salmo es teniendo en cuenta su carácter triple; bloques formados por: “queja”, “oración”, y “promesa de alabanza”; que se repiten con un marcado paralelismo tres veces; igual que nuestro Señor oró tres veces en el huerto de Getsemaní empleando las mismas palabras.4 El primer bloque ocupa los versículos del uno al diez (35:1-10); el segundo del versículo once al dieciocho (35:11-18); y el último los versículos del diecinueve al veintiocho (35:19-28). Cada una de estas tres secciones cierra con las notas sublimes de un cántico de alabanza y acción de gracias (35: 9-10; 18, 27-28).5

      C. H. SPURGEON

      Versión poética:

      JUDICA DOMINE NOCENTES ME

       Yo te imploro, Señor; hazme justicia;

       yo te vengo a pedir alta venganza

       contra mis implacables enemigos,

       trátalos tú, mi Dios, como me tratan.

       Ya es tiempo de furor, toma tu escudo,

       ven a empuñar tus victoriosas armas,

       levántate, Dios mío, y yo te vea

       desenvainar tu pavorosa espada.

       Cierra contra esos bárbaros tiranos

       que tanto me persiguen, y di a mi alma,

       yo soy tu Salvador; ¡palabras dulces!

       ¿cuándo te escucharé pronunciar estas palabras?

       Confúndelos, Señor, inutiliza

       los viles artificios y las trazas

       con que intentan perderme, y que pudieran

       conseguir, si mi Dios no lo embaraza.

       Que se conviertan en afrenta suya

       esos designios pérfidos que traman,

       y se queden confusos y aturdidos

       de ver que me liberto de su saña.

       Que todos se disipen como el polvo,

       que de la tierra seca el viento arranca,

       y el Ángel, tu ministro de justicia,

       urgente los acose por la espalda.

       Que les falte la luz en su derrota,

       que en precipicios despeñados caigan,

       y que nadie se escape de las manos

       del Ángel del Señor que los ataca.

       Sin razón los inicuos me persiguen,

       y nunca me podrán echar en cara,

       qué motivo les di para esta guerra;

       ellos me la hacen porque les agrada.

       Por eso tú permites que en las redes,

       que tienden a mis pies con tanta maña,

       envueltos queden, para que los males

       que me procuran contra ellos caigan.

       Y por eso mi alma agradecida

       a efectos tan visibles de tu gracia,

       se entregará a los raptos encendidos

       de una alegría deliciosa y santa.

       Penetrado de amor hasta mis huesos,

       te diré con ardor, júbilo y ansia,

       ¿quién como tú, Señor? ¿quién en el mundo

       puede tener contigo semejanza?

       Tú libertas, mi Dios, al desvalido

       del opresor injusto que lo agravia:

       tú defiendes al pobre del avaro,

       que de sus bienes lo quita y lo maltrata.

       Acusadores falsos y envidiosos

       testimonios horribles me levantan,

       me atribuyen delitos que no había

       podido imaginar jamás mi alma.

       Con esto de mis muchos beneficios,

       esos ingratos me recompensaban,

       porque nunca les hice más que bienes,

       pero es así como me pagan.

       Yo entretanto no obstante que sentía

       cuanto con su furor me molestaban,

       en vez de resentirme de su furia,

       me ceñía un cilicio y toleraba.

       Afligía mi cuerpo con ayunos,

       sin atreverme a resistir en nada,

       me prosternaba tierno en tu presencia,

       y solo en la oración me consolaba.

       Como próximos míos los veía,

       y los trataba con dulzura tanta,

       como si fueran mis hermanos propios,

       cuando ellos se afligían, yo lloraba.

       Y con todo se alegran de mis males,

       me injurian, me persiguen y me dañan,

       todos se han conjurado en ruina mía,

       sin que yo pueda adivinar la causa.

       Tú, Señor, una vez los disipaste,

       pero tampoco pudo su desgracia

       hacer que se arrepientan, pues muy presto

       volvieron con más ímpetu a la carga.

       Se esforzaron de nuevo en destruirme,

       esta vez me atacaron con más saña,

       su odio fue tan feroz y tan horrible,

       que parecía verdadera rabia.

       ¿Cuándo será, Señor, que la cabeza

       vuelvas hacia ellos, y que los ojos abras

       para ver las maldades espantosas,

       que con tanto tesón contra mí fraguan?

       No me dejes, mi Dios, abandonado

       a la malicia bárbara y extraña

       de estos leones rabiosos, que me esperan

       para despedazarme con sus garras.