El Tesoro de David: la revelación Escritural a la luz de los Salmos. Eliseo Vila. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Eliseo Vila
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Религия: прочее
Год издания: 0
isbn: 9788417131753
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al justo, y como un escudo lo rodeas de tu favor. BTX] [Porque tú, Señor, bendices a los justos; cual escudo los rodeas con tu buena voluntad. NVI] [Porque tú, Señor, bendices al justo y tu bondad lo rodea como escudo. BLP] [Pues tú bendices a los justos, oh Señor; los rodeas con tu escudo de amor. NTV]

      Porque tú, oh Jehová, bendecirás al justo; como con un escudo lo rodearás de tu favor. Jehová ha constituido a los que forman su pueblo en herederos de la bendición, y nadie puede arrebatarles su herencia. Les bendecirá con toda la plenitud de su poder, y todos sus atributos se combinarán en saciarles con la alegría divina. Y no solo aquí y ahora o temporalmente, pues la bendición alcanza a un futuro prolongado y desconocido.106

      Porque tú, oh Jehová, bendecirás al justo. Se trata de una promesa de alcance infinito, con una amplitud ilimitada, y de un valor inapreciable e indecible.107 En cuanto a la defensa que el creyente precisa en este mundo de constantes batallas, está aquí prometida y garantizada en la mejor manera posible. En tiempos antiguos se utilizaban escudos enormes que cubrían todo el cuerpo por entero, rodeando al guerrero completamente. Por ello David exclama, “como con un escudo lo rodearás de tu favor”. Según afirma Ainsworth108 la frase implica también la idea de ser coronado, en el sentido de vestir un yelmo o casco real, que es al mismo tiempo nuestra gloria y nuestra defensa.109 ¡Oh Señor, concédenos en tu benevolencia esta doble coronación gloriosa!

      C.H. SPURGEON

      Como con un escudo lo rodearás de tu favor. Aunque venga contra nosotros un adversario fuerte y armado hasta los dientes, y nos arroje sus dardos encendidos, si Dios nos tiene “rodeados con el escudo de su favor”, ¿qué daño podrá causarnos?110 Él puede desarmar fácilmente al tentador, neutralizar su malicia, y pisotearlo bajo nuestros pies. Pero si Dios no está con nosotros, si no nos concede la gracia suficiente, va a ser muy difícil que podamos enfrentarnos con éxito a un enemigo tan poderoso, tan sutil y tan astuto. ¡Cuando pretendemos lidiar con él contando solo con nuestras propias fuerzas, fracasamos irremisiblemente y nos llevamos la peor parte! ¡Cuántas caídas, heridas y contusiones nos ha acarreado confiar demasiado en nuestras propias habilidades! ¡Cuántas veces, en cambio, hemos podido contar con la ayuda poderosa de Dios con solo pedirla humildemente! ¡Y cuán seguros estamos de la victoria, si Cristo ruega por nosotros para que nuestra fe no falte!111 ¿Dónde hallaremos mejor refugio que en Dios nuestro Creador? Cuando ese león feroz y altivo comienza a rugir,112 tan solo podrá inquietarnos y aterrorizarnos por un tiempo,113 hasta que Aquel que se lo permite114 decida tirar de nuevo de la cadena con que lo tiene atado!115

      TIMOTHY ROGERS [1660-1729]

      “A Discourse on Trouble of Mind, and the Disease of Melancholy”, 1691

      Con un escudo lo rodearás. Cuando Martin Lutero viajaba hacia Augsburgo para entrevistarse con el poderoso cardenal Cayetano, que lo había citado para que respondiera de sus graves afirmaciones heréticas,116 uno de los ayudantes del cardenal le preguntó dónde pensaba refugiarse en caso de que su protector, el Elector de Sajonia, que se encontraba en un momento político difícil, le abandonara. A lo que el gran reformador contestó sin dudarlo: «Bajo el escudo de los cielos». Ante semejante respuesta, el insidioso clérigo enmudeció, y dando media vuelta, se fue por donde había venido.

      C.H. SPURGEON

      Con un escudo lo rodearás. El escudo no es para la defensa de ninguna parte del cuerpo en particular, como es el caso de las demás partes de una armadura: el yelmo para para la cabeza; la coraza para el pecho, etc. cada una especialmente diseñada y acoplada a una parte concreta del cuerpo; pero el escudo es un elemento destinado a la defensa del cuerpo entero. Para lograrlo, era de grandes dimensiones; por su amplitud adoptaba distintos nombres, como scutum, clípeo o pavés, porque solía cubrir todo el cuerpo del combatiente. Y en el caso de que el escudo no fuera lo suficientemente grande como para cubrir de una sola vez todo el cuerpo, solía ser un elemento móvil que un soldado hábil sabía mover fácilmente para parar cualquier golpe o dardo encendido, viniera de donde viniera. Es un ejemplo perfecto para describir lo que la fe representa en la vida del cristiano: una defensa total y completa, de todas y cada una cada parte de las partes del creyente al que protege. El escudo es una doble protección: no solo protege el cuerpo del soldado, sino que protege también a la propia armadura; es decir, protege su cabeza manteniendo la fecha alejada del casco, protege el pecho manteniendo la espada o lanza alejada de la coraza. Así, es también la fe, es armadura sobre la armadura, una gracia que protege a todas las otras gracias.

      WILLIAM GURNALL [1617-1679]

      “Christian in complete armour, or, a treatise of the saints war against the Devil”, 1655

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      1 Se refiere a la BIBLIA DE LOS SETENTA (LXX), también conocida como Septuaginta o Versión Alejandrina. El nombre de Septuaginta se debe a que solía redondearse a 70 el número total de sus 72 traductores, según cuenta la tradición. Es la principal versión en idioma griego por su antigüedad y autoridad. Su redacción se inició en el siglo III a.C. (c. 250 a.C.) y se concluyó a finales del siglo II a.C. (c. 150 a.C.). Se cree que fue hecha para los judíos que hablaban griego, pues en esa época eran bastante numerosos en Alejandría, aunque la orden provino del rey Ptolomeo II Philadelfo [284-246 a.C.], monarca griego de Egipto, con destino a la biblioteca de Alejandría. El Pentateuco fue traducido en esa época y el trabajo duró dos o tres siglos. Una escuela de traductores se ocupó de los Salmos, en Alejandría, hacia 185 a.C; después tradujeron Ezequiel, los doce profetas menores y Jeremías. Trataron posteriormente los libros históricos (Josué, Jueces, Reyes), y finalmente de Isaías.

      2 En griego: εἰς τὸ τέλος ὑπὲρ τῆς κληρονομούσης ψαλμὸς τῷ Δαυιδ. La Vulgata traduce: “In finen pro ed, quae hereditatem consequitur, Psalmus David”, “Para el fin, por aquella que obtiene la herencia, Salmo de David”. Sobre el encabezamiento de este Salmo, y los títulos de los Salmos en general, dicen los Padres de la Iglesia:

      –JERÓNIMO DE ESTRIDÓN [347-420]: «Hay quienes consideran que los títulos de los salmos son superfluos y no son texto inspirados. Pero se trata de una opinión sin fundamento. Podrían tener razón si estos títulos no figuraran en el texto hebreo, el griego y latino; pero siendo que ya formaban parte del texto hebreo, me sorprende que se atrevan a decir que en las Escrituras pueda haber algo que no tenga sentido o razón de ser (…) ¿Quién es esta que obtiene la herencia en “el fin”? En mi opinión se refiere a la Iglesia. David no hace más que anticipar en su cántico desde un principio lo que la Iglesia obtendrá al final».

      –AGUSTÍN DE HIPONA [354-430] sigue la misma línea de interpretación: «Se trata de una alusión a la Iglesia, quien por medio de nuestro Señor Jesucristo recibe como herencia la vida eterna (…) en este salmo es la voz de la Iglesia la que se expresa, como heredad de Dios, pidiendo protección (…) sintiéndose llamada, clama al Señor implorando su ayuda para sobrellevar la maldad de este siglo y llegar finalmente hasta él».

      –DÍDIMO EL CIEGO [313-398] en su “Fragmenta in Psalmos” adopta una interpretación de carácter más amplio, viendo como receptores de esta “herencia” no solo la Iglesia como colectivo sino también a cada creyente de un modo personal: «Un cántico inspirado por la gracia divina a favor de cada creyente en particular, y de la Iglesia en general, como receptores de la herencia divina, no una herencia de carácter material, sino espiritual».

      3 Se refiere al erudito judío español, el rabino ABRAHAM BEN MEIR IBN EZRA [1092-1167] más conocido por el nombre de Aben Ezra, uno de los intelectuales más ilustres de la Edad Media, apodado “El Sabio”, “El Grande” y “Doctor Admirable”. Nació en Tudela (Navarra, España) en la época de dominio musulmán y salió de la península Ibérica en el 1140 escapando de la persecución desencadenada por los almohades. Mantuvo desde entonces una vida errante que lo llevó al Norte de África, Israel, Francia