Uno de los aspectos clave de la historia de la estrategia es que es la actividad, ni la palabra ni el texto, la que constituye la base para el examen y el análisis; y recalcar la importancia de la actividad hace que sea más fácil establecer comparaciones a lo largo del tiempo, el espacio y las culturas. Tratar la existencia de la estrategia como algo altamente problemático para un periodo en que el término se ausenta confunde la ausencia de una escuela de pensamiento estratégico articulada con la falta de conciencia estratégica. También está la cuestión de tratar de dar una forma falsamente coherente a lo que suelen ser discusiones dispersas, planificaciones limitadas y aisladas y a las evidencias parciales que frecuentemente se encuentran. Este problema subraya las dificultades adicionales que se enfrentan al tratar de comparar la situación en un Estado en cierto periodo con la de otro Estado en el mismo periodo o en uno distinto. Esta es una tarea para la que los historiadores carecen siempre del entusiasmo que sí poseen los científicos sociales, y una tarea que, además, trae a colación los problemas que arrastra la búsqueda de lo que puede denominarse «una teoría unificada de la estrategia». Un elemento clave para pedir precaución a la hora de buscar una definición estrecha es la falta de cualquier tipo de exposición transparente de la estrategia y las políticas, una falta que refleja la ausencia de un cuerpo institucional específicamente destinado a la planificación estratégica y su ejecución, y también la repetida tendencia, en la política, el gobierno y los debates políticos, a ver la estrategia y política como instancias independientes, cuando casi siempre conforman una única cosa entrelazada.
EL TRASFONDO CRONOLÓGICO
Pese a que los términos relativos a la estrategia no hayan sido usados durante la mayor parte de la historia, los conceptos relativos al pensamiento estratégico han sido empleados desde que los seres humanos se enzarzaran en conflictos organizados. Por su parte, el «cuerpo institucional» de la planificación estratégica y su ejecución lo componía el gobernante junto a sus generales, los que implementaban las órdenes del gobernante. Esta situación era más palmaria cuando se trataba de un conflicto organizado a gran escala.
Los primeros Estados de los que se ha hablado en tanto poseedores de una estrategia fueron los de la Grecia clásica. El debate sobre la estrategia en el periodo clásico tiene solera. Comenzó con Tucídides escribiendo sobre la estrategia en la guerra del Peloponeso entre Atenas y Esparta (431-404 a. C.) en la que él mismo participó, y llegó hasta la obra de Hans Delbrück de 1890 Die Strategie des Perikles, erläutert durch die Strategie Friedrichs des Grossen (La estrategia de Pericles clarificada a través de la estrategia de Federico el Grande). Tucídides inauguró un acercamiento a la estrategia que llegó a ser dominante en el mundo moderno.
Con todo, una aproximación más amplia y mucho más antigua puede hallarse en la Ilíada de Homero, con su fascinante relato del papel central desempeñado por el honor y la venganza en las causas y el curso de la guerra de Troya. Además, su narración enlazaba el mundo de los hombres con el de los dioses de un modo que tenía sentido para los griegos: ambos eran vistos como mundos en guerra.
Hay trabajos modernos que han incidido mucho en lo ocurrido en este periodo. El libro de Paul Rahe, The Grand Strategy of Classical Sparta: The Persian Challenge (2015) relata la actividad militar del siglo V a. C. en lo que Rahe denomina una estrategia de vida, sobre todo en cuanto a las costumbres y las leyes que constituían el trasfondo de la política tanto doméstica como foránea. La presencia de tropas en suelo patrio para ocuparse de cualquier revuelta que iniciasen los ilotas o los esclavos era vista como un elemento clave. Victor Davis Hanson ha dirigido su atención a Atenas[34]. Las nociones de honor y estatus, y por lo tanto de venganza, fueron significativas en la rivalidad entre los dos poderes enfrentados en la guerra del Peloponeso[35].
Afirmar que puesto que no había un término para la estrategia en Roma no había pensamiento estratégico es un despropósito, pues es ignorar la necesidad manifiesta de priorizar posibilidades y amenazas y, en respuesta, de asignar recursos y de decidir cómo usarlos que tuvo el imperio[36]. Fue una necesidad a todos los niveles y en multitud de enclaves, aunque mucho más evidente en vastos imperios como el romano. Las tres guerras Púnicas anteriores entre Cartago y la Roma republicana (264-241, 218-201 y 149-146 a. C.) han sido abordadas con provecho en términos de la perspectiva moderna sobre la estrategia, siendo la última vista como dependiente de la planificación a largo plazo y de una buena percepción de las relaciones geográficas[37]. La localización de las fortificaciones es otro de los aspectos tratados de esta última contienda, y no solo por parte de los romanos[38]. Alfred Thayer Mahan (1840–1914), el teórico americano del mando en el mar, recibió la influencia del historiador alemán Theodor Mommsen (1817-1903), quien en su Historia de Roma (tres volúmenes, 1854-1856) presentó el poder naval romano como uno de los aspectos estratégicos cruciales en la derrota cartaginesa en la segunda guerra Púnica, una aportación valiosa al análisis operativo de la campaña de concentración de tropas de Aníbal en Italia. Mommsen también trató a Julio César como el epítome del hombre de Estado y el estratega. Uno de los elementos significativos de la obra Mediterranean Anarchy, Interstate War, and the Rise of Rome (2006) de Arthur Eckstein fue una teoría moderna de las relaciones internacionales. Eckstein explicó el éxito de Roma en la multipolar anarquía del Mediterráneo en parte en función de su habilidad para entender y gestionar la red resultante de relaciones[39]. Así pues, la estrategia entrañaba capacidad para establecer prioridades.
En sentido opuesto, junto a la presentación de la estrategia romana en términos de los modernos conceptos de defensa se ha hecho hincapié, como en el caso de Grecia, en otros factores como el honor y la venganza[40]. Ese énfasis, no obstante, no niega la existencia de la estrategia. En vez de eso, subraya su complejidad, algo que también se ha denotado respecto a China, por ejemplo, en la relación entre fortificaciones, fronteras y la percepción de la estructura del universo[41].
También se ha abordado la estrategia respecto a otros casos de civilizaciones premodernas. Bizancio, el Imperio romano del este, que subsistió hasta 1453, es un claro ejemplo de esto. Se ha sugerido que, bajo la incesante presión de otros poderes, Bizancio no podía permitirse combatir guerras de desgaste ni apostar por batallas decisivas. En vez de eso, se ha explicado que Bizancio buscaba aliarse con los enemigos tribales de sus enemigos habituales, y que tendía a evitar la contienda. Las fortificaciones, en el caso de Bizancio, formaban parte de una estrategia más amplia en la que el pago de tributos desempeñaba un papel importante[42]. Existió igualmente una literatura contemporánea relevante en la propia Bizancio, con algunas obras que despertaron el interés en el siglo XVIII.
En cuanto hace a la Europa occidental del medievo, las fuentes son escasas, y hay poca o ninguna literatura teórica en torno a la estrategia, que de hecho no existía como concepto específico. Las crónicas corrientes sobre la guerra son de escasa ayuda, porque los cronistas contemporáneos eran clérigos que se limitaban a engarzar narraciones de las campañas o relatos de encuentros cuerpo a cuerpo, como en el tratamiento que nos ha llegado sobre la conquista normanda de Inglaterra en 1066. Por lo general no llegaron a captar el pensamiento y la planificación que hubo tras tales hechos.
Existió una estrategia occidental (europea), pero ha de inferirse de lo que los jefes militares hicieron, y no, en conjunto, de documentos en los que se discutiera sobre ella, aunque hay registros valiosos, por ejemplo, el de Pedro IV de Aragón (r. 1336-1387). Los líderes medievales sabían lo que querían hacer, pero no había escuela o foro que produjese una dialéctica; y cada líder escogía sus propios métodos. A pesar de que usemos un lenguaje distinto, también ocurre en nuestros días, y lo mismo puede decirse en general de la teoría de la estrategia. Entre los aspectos que incluía la estrategia medieval, en la cristiandad, el mundo islámico, la India, China y Japón, estaban la logística, los avances concéntricos y la estrategia defensiva traducida en la localización de las fortificaciones.
Los escritores modernos han hecho un gran esfuerzo por discutir la estrategia