Este libro pretende desarrollar estas ideas mediante una consideración dinámica de los conflictos clave del pasado, los principales temas del presente y el desarrollo estratégico de diversos poderes pujantes. Admitiendo que hay significativas variaciones en todo el mundo, los conflictos y los Estados de los que se hablará pueden presentarse como típicos de un particular periodo de conflicto y relaciones internacionales (ambas se tratan como realidades relacionadas, aunque diferentes); y también pueden entenderse en términos de realidades domésticas, ante todo la particular identidad y los intereses específicos de las dinastías, los países y los Estados.
En este sentido, este escrito contribuirá a la comprensión de las relaciones internacionales y la medida en que ninguna de estas relaciones, tampoco la persecución de unos fines militares, fueron independientes de las políticas domésticas. Además, las actitudes dirigidas al conflicto o los medios del conflicto, como el reclutamiento y la movilización popular, no pueden separarse del debate sobre la esfera doméstica.
Me he beneficiado enormemente de la oportunidad de hablar sobre este asunto durante años, en los últimos tiempos en el National World War Two Museum de Nueva Orleans, la École Militaire en París, el National Defence College de Copenhague, la National Defense University en Washington, un encuentro RUSI en el Diet building en Tokio, un encuentro-cena conjunto en los Comités Selectos de Defensa de la Cámara de los Comunes y la Cámara de los Lores, el Prince’s Teaching Institute en Londres, el Naval War College en Newport, Rhode Island, el College for Defence Studies en Londres, el Malvern Military History Festival, Marlborough College, Radley College, Oundle School, Stowe School y Torquay Museum; y para el Foreign Policy Research Institute en Nueva York y Filadelfia, el World Affairs Council en Wilmington, el New York Military Affairs Symposium y el D-Group. Puede encontrarse un tratamiento más extenso del «largo siglo dieciocho» y parte de la historiografía en mi libro Plotting Power: Strategy in the Eighteenth Century (2017).
Para aspectos concretos de este libro me he beneficiado de los consejos de Rodney Atwood, Pete Brown, John Buchanan, Jonathan Fennell, Chris Gill, John Gill, John Haldon, J. E. Lendon, Graham Loud y John Peaty. Me gustaría agradecer a Stan Carpenter, David Graf, Eric Grove, Richard Harding, Gaynor Johnson, Peter Luff, Kevin McCranie, Thomas Otte, Kaushik Roy, Alaric Searle, Doug Stokes, Ulf Sundberg, Ken Swope y dos lectores anónimos sus comentarios sobre el primer borrador. No son responsables de ningún error que permanezca en el texto. Heather McCallum ha demostrado ser un editor de gran apoyo, y también me gustaría agradecerle su labor a su predecesor, Robert Baldock. Soy consciente del largo tiempo que ha necesitado este libro y de su paciencia en el proceso. También quiero agradecer la ayuda prestada por Yale University Press, es decir, Rachael Lonsdale, Marika Lysandrou y Jonathan Wadman. Es un gran placer dedicar este libro a Steve Bodger, cuya amistad, que dio comienzo en el campo de batalla de Waterloo, disfruto enormemente.
[1] House of Commons, Public Administration Select Committee: Evidence, 9 Sep. 2010, Ev 6, Q12; The Times, 5 de enero de 2019.
[2] W. MURRAY y R. H. SINNREICH (eds.), The Past as Prologue: The Importance of History to the Military Profession. Cambridge, 2006.
[3] Para concretar el papel que desempeña en la Guerra Fría, véase A. LAMBERT, The Crimean War: British Grand Strategy against Russia, 1853–56. 2.ª ed., Farnham, 2011, “Introduction”. La primera edición apareció en 1990.
[4] Por ejemplo, por Liam Fox, Secretario Británico de Estado para el Comercio Internacional, BBC Radio 4, entrevista, 23 de octubre de 2018.
[5] E. N. LUTTWAK, “The Byzantine Empire: From Attila to the 4th Crusade”. En J. A. OLSEN y C. S. GRAY (eds.), The Practice of Strategy: From Alexander the Great to the Present. Oxford, 2011, p. 79.
[6] T. G. OTTE, “The Method in Which We Were Schooled by Experience: British Strategy and a Continental Commitment before 1914”. En K. NEILSON y G. KENNEDY (eds.), The British Way in Warfare: Power and the International System, 1856–1956. Farnham, 2010, p. 303.
[7] N. WOUTERS y L. VAN YPERSELE (eds.), Nations, Identities and the First World War: Shifting Loyalties to the Fatherland. Londres, 2018.
[8] F. SCHUMACHER, “The Philippine–American War and the Birth of US Colonialism in Asia”. En A. S. THOMPSON y C. G. FRENTZOS (eds.), The Routledge Handbook of American Military and Diplomatic History, 1865 to the Present. Nueva York, 2013, p. 48; J. M. CARTER, “‘Shaky as All Hell’: The US and Nation Building in Southern Vietnam”, ibid., p. 258.
[9] P. C. PERDUE, “Culture, History, and Imperial Chinese Strategy: Legacies of the Qing Conquests”. En H. VAN DE VEN (ed.), Warfare in Chinese History. Leiden, 2000, pp. 252–87.
[10] J. LACEY (ed.), Great Strategic Rivalries: From the Classical World to the Cold War. Nueva York, 2016.
INTRODUCCIÓN
HAY PROBLEMAS DE CALADO, Y PERSISTENTES, en cuanto a la definición de la estrategia. Históricamente, quienes tomaban las decisiones estratégicas se veían influidos por un amplio número de factores —que no dejaban de tener en cuenta—, incluido el hecho de que ellos mismos buscaban a tientas un concepto inteligible de estrategia. Carecían a fin de cuentas de un conjunto coherente de factores que les influyeran, y eso descartaba cualquier definición precisa. Lo que había era toda una serie de políticas concurrentes, domésticas e internacionales. Además, aunque las herramientas de implementación no militares, como la diplomacia o la presión económica, podían llegar a ser muy importantes, tampoco eran constantes en su carácter e impacto. Analizar cómo se influía en la estrategia y esta terminaba materializándose ayuda a explicar la dificultad de consensuar una definición aplicable que sea consistente.
Al ir a definir la estrategia a menudo se salta hasta Clausewitz, pero, en parte porque el ámbito de una discusión como esta ha de ser global o al menos aspirar a ello, tal vez no sea lo mejor escribir bajo la alargada sombra de Clausewitz. Y hoy incluso más que en el pasado, porque, sobre todo en cuanto a los desarrollos desde 1945, las aproximaciones a los asuntos militares e históricos centradas en Occidente ya no nos parecen de ayuda para una escala global[1]. Por lo demás, Clausewitz entendía que la guerra es dinámica y no deja de cambiar su naturaleza con el tiempo, y creía que su obra no debía asimilarse como una doctrina.
De hecho, las premisas teóricas de cualquier estudioso del tema, por más abstractas que sean, solo conservan su validez en contextos específicos, y tales contextos cambian, haciendo de la teoría algo más o menos relevante. Los teóricos tratan de generalizar desde los datos específicos, pero su aproximación resulta inherentemente errada a menos que su teoría sea tan resistente a las excepciones que se convierta en una «ley», lo cual no es probable en el campo de la estrategia.
Las cuestiones relativas a la definición no nacen solo porque, uno, la aproximación estándar a la guerra y su análisis centrado en Occidente sea problemático, sino también