Los sistemas de rotación de los cultivos y de la apertura y cierre de las fincas eran más complejos en el dominio de los terrenos de organización doble de “agras” y de “bancales” y “socalcos”. El carácter doble de la organización de los terrenos imponía un funcionamiento simultáneo del sistema agrario a dos niveles: el del bancal o “socalco” y el del “agra”.
Por una parte, en el marco del bancal o “socalco” se regulaban, fundamentalmente, los problemas de circulación y de paso. Cada “socalco” disponía de una entrada particular que daba acceso a todas las fincas. Cuando los cercados no eran muy elevados, podían establecerse –temporal o permanentemente, según los casos– rampas o escaleras susceptibles de ser utilizadas por las vacas emparejadas para permitir el paso de un bancal a otro. Más rígido, pero también mejor definido y más simple que en las grandes “agras” sin bancales y con caminos internos abiertos, dicho sistema permitía evitar desacuerdos y confusiones.
Por otra, en el espacio más elevado del “agra” se tomaban las decisiones de rotación obligatoria de los cultivos y de cerramiento de las entradas.
Cuando las sucesiones de los cultivos englobaban producciones variadas, tales como cereal de invierno, maíz y patatas, las reglas de rotación obligatoria seguían vigentes. Al poder cerrarse separadamente la entrada de cada bancal para proteger el cultivo practicado, bastaba con la exigencia, para cada uno de ellos, de que el último en sembrar cortara el paso cerrando la entrada con piedras o sujetando en ella la cancela. En ocasiones, como medida de precaución suplementaria, y para eliminar los riesgos de largos atrasos en el cierre de algunas entradas, se imponían estrictas fechas límite.
Si el maíz se sucedía a sí mismo, sin interrupción, la rotación obligatoria de los cultivos desaparecía, pero, paradójicamente, se mantenía la obligación de cerramiento de las entradas del “agra”. En la mayoría de los casos, y por causa de la repetición ininterrumpida del mismo cultivo, el cierre se hacía bancal por bancal una vez realizadas las siembras de todos los usuarios. En ocasiones, por prudencia, se fijaba una fecha de comienzo de la prohibición.
La lógica de unir el cierre con la rotación obligatoria de los cultivos en las “agras”, parece que desapareció en algunos lugares e, incluso, las propias rotaciones de cultivos. La razón de esta unión se encontraba en la protección de las fincas del “agra” frente a la posible invasión de los animales deambulantes. Cuando dicho peligro desaparecía, los habitantes podían dejar de cerrar las entradas del “agra”. El sistema de rotación de los cultivos se continuó respetando, con carácter general, para garantizar el buen funcionamiento de las “serventías”98.
En la zona central de las grandes “agras” tuvieron lugar algunas tentativas de alcanzar una mayor libertad en el uso individual de las parcelas prescindiendo del cerramiento común de las mismas. Los métodos empleados eran simples. Por una parte, concediendo al “arredor” funciones sistemáticas de paso a pie, con carro o tractor, o, de no existir, creando nuevos “arredores” en las “fracciones” o “quartiers” para permitir el acceso a los predios enclavados. Por otra, ampliando los servicios de paso temporal, limitados a los períodos de siembra y de recolección, al sentido más profundo que permitía el Código Civil con la figura de la servidumbre de paso de derecho permanente, utilizable en cualquier momento y circunstancia99.
En las partes centrales e inferiores de los grandes valles del sector del Extremo-Noroeste de la zona oriental de las grandes “agras”, a partir de 1960 muchas ya tenían deshechas las rotaciones obligatorias, o estaban a punto de hacerlo. En estas “agras” las entradas ya no se cerraban de ningún modo y el acceso directo a todas las fincas periféricas se lograba abriendo brechas suplementarias en los cierres generales, derribando piedras o desplazando chantos, así como por acuerdos de libre paso en cualquier estación. De todos modos, las parcelas totalmente enclavadas continuaban sometidas a disciplinas del mismo cultivo, imprescindibles para poder acceder a ellas. En el valle de Mondoñedo y en el de Lourenzá, la eliminación de las rotaciones obligatorias en las “agras” no parece haberse producido hasta los años 1945-1950, mientras que en el bancal litoral su desaparición fue más precoz que en los valles, y en algunos lugares estaba ya generalizada a partir de los años 1920-1930100.
En el sector central de la zona de grandes “agras”, la eliminación de los setos como cierres periféricos no ocasionaba, con carácter general, el abandono sistemático de las rotaciones obligatorias. En el periodo comprendido entre 1967-1970, los servicios de paso y la disciplina de cultivos se respetaban todavía en los municipios de Fonsagrada, Cervantes y Pedrafita do Cebreiro. En la parte alta del municipio de Nogais y en el de Pedrafita do Cebreiro, algunas “agras”, que ya no conservaban sus setos periféricos, mantenían todavía sus entradas bien delimitadas y continuaban cerrándose puntualmente cada vez que fuera necesario. Los vecinos interrogados alegaban que la renuncia a la implantación de setos en el contorno de las “agras” sólo podía ayudar al aligeramiento de los derechos de paso cuando resultase posible la creación de un camino periférico de servicio. Sin embargo, al ser mínimos los supuestos en los que concurriera dicha circunstancia, las entradas tradicionales conservarían su genuina importancia. Además, como los animales en tránsito libre por los caminos eran más de temer para las cosechas que los que pacían bajo vigilancia en el monte, convenía conservar rigurosamente cerradas estas entradas durante la puesta en cultivo101.
En relación al sector meridional, en el pueblo de Folgoso do Courel, los cierres más frecuentes, inicialmente, consistirían en largos palos o barras de castaños colocados sobre estacas clavadas verticalmente en la tierra, llamadas “varandas” o “varandeiras”102. No obstante, ya desde 1964-1967 comenzó a producirse su desmantelamiento. La relativa movilidad de dichos cierres, al menos aquellos que no se hallaban sujetos permanentemente, permitían, cuando las tierras cultivadas estaban al mismo nivel de los caminos, un servicio cómodo a las parcelas, por lo que la observancia de un sistema de rotaciones obligatorias de cultivos ya no resultaba necesaria. Sin embargo, su eliminación se produjo únicamente en las parcelas periféricas del “agra”, pero no en las situadas en el interior, que continuaban manteniendo las limitaciones de cultivo. En ocasiones, la desaparición de las “varandas” a lo largo de algunos caminos no cambiaba absolutamente nada el sistema habitual de las prohibiciones, ni siquiera en los fundos situados en los extremos del “agra”, porque en su lugar se colocaban simples palos “gallados” (abiertos en su extremo superior en dos partes) con una barra en la misma entrada para asegurar la protección del “agra” y mantener en la mayor parte de su extensión la disciplina general de las rotaciones de cultivos103.
En la zona sudoriental, las reglas de rotación obligatoria del cultivo y del cerramiento de las “agras” fueron abandonadas progresivamente, incluida la propia organización del terrazgo en “agras”.
En la depresión de Taboadela-Paderne de Allariz, las “agras” estaban cercadas por sólidos muros hechos de trozos o grandes bloques de granito y acompañados, en ocasiones, de vegetales. Las reglas de rotación obligatoria y el cerramiento de las entradas fueron rigurosamente respetadas, al menos, hasta 1967-1970.
En la depresión de Maceda se conservó la organización de las “agras”, a pesar del importante retroceso del sistema tradicional. Algunas se dejaban a barbecho un año entero después de la cosecha de centeno y no se cerraban en tanto no fueran cultivadas. Las “agras” de producción continua dejaron de franquearse sólidamente a causa de la peor conservación de los cierres, y la falta de cierre de sus entradas tendía a prolongarse y a trasladarse, incluso, al año