Tú disparaste primero. Helena Pinén. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Helena Pinén
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9788417474805
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y en sus labios sonaba distinto. Mucho más pecaminoso y bonito. Como si fuera una melodía tatareada, chocolate fundido cubriendo una fresa, las olas acariciando los pies anclados en la arena…

      ¿Qué demonios estaba pensando? Ahora sí que iba a meter la cabeza en la secadora.

      —Mejor así, Lía. Me gusta.

      Y sin decir nada más, McBane cortó la comunicación, dejándola aturdida, mirando la pantalla del smartphone como si fuese una cucaracha.

      Terminó de programar la secadora y se apoyó en la pared. Los últimos cinco minutos le habían parecido tan surrealistas y fugaces que dudó que hubiera sucedido de verdad. Incluso tuvo que comprobar el listín de llamadas del teléfono. Estaba allí por un motivo y pensaba cumplir aquella misión costase lo que costase… pero no esperaba sentirse de aquel modo tan extraño.

      Fue al dormitorio de Brandon con pasos tambaleantes. Necesitaba alejarse de aquella galería. Era donde había dicho su nombre por primera vez y el eco de su propia voz resonaba entre las cuatro paredes. Quizá observar al niño dormir desharía el nudo que la estrangulaba a la altura del estómago.

      ¿Por qué se sentía tan confusa?

      Cuando abrió la puerta, se encontró con que el pequeño estaba jugando con un peluche. Sonreía, se adivinaba la curvatura de sus labios pese al chupete. Estaba encandilado. Lía notó que los latidos de su corazón recuperaban el ritmo habitual ante la paz que Brandon transmitía.

      —¿Te lo pasas bien con el búho, cariño? —le preguntó, acercándose más a la cuna.

      Brandon levantó los ojos en su dirección y su sonrisa creció, llegando a soltar el chupete.

      —¿Qué te parece si merendamos un poquito mientras miramos los dibujos? —lo tomó en brazos y cogió el búho para ponerlo entre los dos cuerpos—. Y nos llevaremos a tu nuevo amigo…

      Los deditos de Brandon cogieron los suaves mofletes del peluche y se rio. Lo dejó en el parque y fue a prepararle una papilla mientras escuchaba su parloteo incesante. Era curioso cómo ya estaba más animado que esa mañana, que apenas gorgoteaba.

      Lo colocó en su trona y puso un canal infantil en la televisión para distraerlo. Brandon aplaudió. Sin embargo, en cuanto puso los ojos en el mejunje de frutas y galleta, no apartó la mirada de la comida.

      Charló con él mientras le daba la papilla. Brandon le respondía en algún momento —sabía decir algunas palabras, como papá—, otras se reía con sus formas de hacer llegar la cuchara hasta su boca. A veces se negaba a comer, pero cuando veía que Lía fingía llevárselo a la boca, reclamaba la papilla como suya levantando las manos hacia ella. Podía parecer una escena cuotidiana, pero lo cierto era que estaban trabajando en un vínculo.

      Después de darle la merienda, vio con él la televisión, jugaron un rato. Una hora antes de bañarlo, lo dejó en el parque para planchar, a su lado, la ropa que había sacado de la secadora minutos atrás. Le explicaba todo lo qué hacía, tan convencida estaba desde siempre que los niños entendían todo lo que los adultos decían.

      Cuando vio a Brandon frotarse los ojos, Lía recogió la tabla de planchar. Se estaba haciendo tarde en el horario del niño. Lo tomó en brazos, sabiendo que McBane llegaría tarde y que no iba a contar con él para la hora del baño. Le iba a ser difícil dejar el ritmo de la empresa.

      Meneó la cabeza y varios mechones se le escaparon del moño informal que se había hecho por la mañana.

      —Vamos a bañarte, pequeñín. Ya verás qué calentita estará el agua…

      Brandon parecía encantado con la idea. Golpeaba el agua con los puños, riendo a carcajadas mientras la mojaba.

      Escuchó la puerta principal abrirse y luego cerrarse. El corazón se le subió a la garganta, pero siguió hablando con Brandon sin perder tono. Debía ser Patrick. No podía ser otra persona…

      A pesar de todo, se maldijo por no poder llevar encima su arma. Le daba seguridad y en caso de emergencia le iría de fábula. El problema era que la pistola se veía demasiado y con ella pegada a la cinturilla del pantalón, nadie se creería que era una simple niñera.

      Notó su presencia en el vano de la puerta. Conocía bien su colonia. Era McBane. Seguramente se estaría quitando la corbata, tras haber dejado la chaqueta del traje olvidada sobre el brazo del sofá.

      Se relajó un poco. No debía saltar a la mínima y andar pensando con el estómago contraído que no tenía ninguna arma de fuego a mano. Nadie la atacaría por la espalda. Allí dentro estaba más segura que en un refugio antiaéreo gracias a la eficacia de Michael.

      Atrapó el labio entre los dientes cuando McBane se agachó a su lado para darle un beso en la cabecita a Brandon. Fue un instante de lo más tierno, roto por una travesura infantil sin mala intención. El bebé empapó su camisa de Armani en un santiamén. Los dos adultos se rieron.

      —Así que te gustan las fiestas de camisetas mojadas, eh…

      —¡Señor! —ella lo frenó, sacando al niño al fin de la bañera—. No creo que…

      Patrick la cortó meneando la cabeza y envolviendo a Brandon en la mullida toalla. Se lo quitó de los brazos, tomando la iniciativa sin darse cuenta.

      —Nunca recordará que hemos tenido esta conversación, Lía. Es demasiado pequeño… —en sus ojos danzaba la burla, si bien no habían perdido el fulgor de sufrimiento que los empañaban—. Te prometo que su integridad sigue intacta.

      Ella quiso replicar, pero Patrick alzó la mano para apartarle una gota de agua que pendía de su sien. Los dedos masculinos sobre su piel fueron como fuego, un reguero de brasas que conectó directamente con su bajo vientre. Tragó saliva.

      —Está bien —se rindió, bajándose las mangas de la camiseta, que también tenía salpicada de agua y jabón—. Usted es aquí el responsable del niño. Yo le cuido, pero la educación corre de su cuenta.

      —No pensé que fueras tan dramática…

      —¿Puede terminar de arreglarlo usted mientras yo le preparo el biberón?

      —Claro, me encargaré de vestirlo —se marchó, dejándola sola en el cuarto de baño, rodeada de vapor.

      Lía suspiró. Fue a su dormitorio a cambiarse la camiseta, que estaba calada. Se puso una básica de tirantes y por encima una sudadera que pronto se quitaría. Patrick tenía los radiadores encendidos las veinticuatro horas.

      —No quiero que Brandon pase frío en ningún momento —había dicho tras regular el termostato.

      Antes de salir, se aseguró de que su revólver seguía en su sitio y respiró más tranquila. Su tapadera seguía intacta. Luego tendría que comprobar que los cerrojos estaban bien echados… y sobre todo, tendría que llegar hasta el maletín de McBane y mirar si había o no dispositivos de escucha.

      Una vez preparado el biberón, Lía se dirigió hacia el dormitorio del pequeño mientras lo movía como si fuera una coctelera.

      Se encontró sonriendo cuando vio a Patrick terminando de vestir a Brandon. Era adorable observarlos. McBane le explicaba que la reunión que lo había retrasado esa tarde había sido un aburrimiento, lleno de números y gráficos. Ya no parecía tenerle miedo al crío, ni estaba exageradamente tenso cuando lo sujetaba. Lo besaba y hablaba con él con más soltura, incluso había empezado a ser más paciente.

      Los dos días que Lía había pasado allí le había estado enseñando cómo cogerlo, cómo cambiarlo de ropa, tan llena de botones y cremalleras. Aquello había fortalecido la relación entre tío y sobrino.

      El niño buscaba en él una nueva figura paterna. Si Lía lo sostenía en brazos, estaba encantado; si Patrick hablaba, se removía hasta que era él quien lo cogía y lo acunaba.

      Patrick también se encontraba cómodo con Brandon, aunque todavía rezongaba cuando le tocaba cambiar pañales o apenas podía