Tú disparaste primero. Helena Pinén. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Helena Pinén
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9788417474805
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margarina de la nevera y un bote de mermelada de fresa.

      Intentó sonreír. Se sentía desnudo así, afeitado. Qué tontería.

      —Lía, no eres mi sirvienta. Me ayudas con Brandon y la casa, nada más. Puedo servirme el café y prepararme unas tostadas.

      Al verla parpadear, se preguntó si no había sido muy rudo con ella, pero Lía se encogió de hombros, restándole importancia al asunto y quitándole un peso de encima.

      —No es ninguna molestia —dejó el plato con tostadas entre los dos y se sentó en el taburete que le quedaba enfrente—. Además, yo también voy a desayunar ahora, así que si voy a prepararme algo para mí, no veo porque no puedo hacerlo… por ti.

      —Está bien.

      —¿Prefieres café o té?

      —Soy más de café —cogió la taza. Y ella tomó la otra con una sonrisa—. ¿Te va bien el té?

      —Oh, sí.

      Desayunaron en silencio. McBane hizo un verdadero esfuerzo por no comprobar el teléfono. Solía mirarlo antes de ir a la oficina para echar un ojo a los correos electrónicos.

      —Brandon ha dormido como un lirón —decidió decir él.

      Lía levantó los ojos de los restos de su tazón y sonrió, algo más activa gracias a la teína.

      Había pasado una noche de perros. Había tenido que esperar a que Patrick se durmiese para comprobar que la puerta principal estaba bien cerrada, algo que le había costado la vida misma, puesto que estaba rendida al sueño. También había intentado entrar en su dormitorio para coger el maletín, que nunca estaba en casa cuando ella tenía acceso a la habitación. Fue verlo dormir, casi sentado en la cama, y supo que si entraba, lo despertaría. Era demasiado arriesgado.

      Había llamado a Michael después. Estaba despierto, claro. Ese hombre dormía dos horas y media al día.

      —¿Entonces todo está bien?

      —Por Dios, Michael, cualquiera diría que no te fías de mí —le había respondido a su superior después de ponerse el pijama y tumbarse en la cama, frotándose la frente—. Soy buena en mi trabajo, ya lo sabes. Si te digo que por ahora no hay nada, es que no hay nada. Y eso es bueno, ¿no? Significa que, de momento, Brandon no les interesa.

      Pero no podía bajar la guardia, no pensaba hacerlo. Por eso se había cubierto las ojeras y se había maquillado lo justo y necesario para que no se apreciase el cansancio.

      Lía miró por el rabillo del ojo el maletín de Patrick. Estaba prácticamente al alcance de su mano. Si Patrick se marchase, aunque fueran dos minutos, podría cogerlo.

      —Sí —respondió a Patrick, volviendo al ahora—. Parece que al fin se ha habituado a su nueva cuna y que ya no está tan agitado. Es un alivio...

      —Mañana tengo una cena de negocios con Anthony y un par de posibles clientes. ¿Podrás apañártelas sola?

      Le sonrió de medio lado mientras intentaba no removerse en el asiento. Aquello no era precisamente una buena noticia. Michael tenía cubierto el trayecto del piso a la oficina y viceversa, pero ahora debería movilizar esos hombres en turno de noche hasta el restaurante.

      —Por supuesto.

      —Bien —se rascó la barbilla, incómodo. Nunca antes había dado explicaciones de dónde iba o con quién, era la primera vez que lo hacía.

      —¿Lorraine va a ir? —preguntó Lía, cortándolo, como quien no quiere la cosa.

      Si su antigua compañera iba a estar en aquella cena, las cosas podían ir mejor. Lorraine sabía cómo actuar y no tenía secretos para Anthony. Si las cosas se ponían feas, su marido se quitaría de en medio y la dejaría actuar.

      —Sí, ese es el plan… —Patrick entornó los ojos, sorprendido de que ella se preocupase más por la presencia de su amiga—. Entonces… ¿te va bien quedarte más tiempo a solas con Brandon?

      —Para eso estoy aquí, al fin y al cabo —hizo un esfuerzo para suavizar la voz y la expresión.

      Él pareció satisfecho con la respuesta y terminó de apurar el café. Apenas tendría unos segundos para actuar, pero debía aprovecharlos. Michael le había enseñado a no desaprovechar ninguna oportunidad. El tiempo podía desgranarse y podía hacerse bien… Cuando Patrick empezó a recoger los platos, Lía fue a buscar su teléfono, que estaba junto las bolsas de té. Le envió un mensaje a Lorraine con mucho disimulo, aunque si Patrick la viese, no tendría por qué pensar que estaba hablando con la esposa de su socio.

      Necesitaba su ayuda ya.

      Por suerte, su amiga estaba despierta desde hacía rato.

      Dejó el teléfono en el bolsillo del pantalón y guardó las bolsas de infusiones en sus cajas. A su vez, dejó las cajetillas de cartón en el cajón.

      El móvil de Patrick sonó. Maldiciendo por lo bajo, salió disparado hacia su dormitorio, temiendo que la melodía despertase a Brandon.

      En cuanto salió por la puerta, Lía cerró el cajón y fue a por el dichoso maletín. Lorraine iba a ayudarla a matar dos pájaros de un tiro, lo cual era perfecto.

      Casi con reverencia, pasó las manos por el forro de cuero y lo abrió. Sacó los documentos que había en él, los apartó y resiguió con las yemas cada rincón del interior. No había escuchas ni cámaras, tampoco ningún dispositivo GPS. No podía decir lo mismo de la oficina. Quizá Lorraine pudiese ir a echar un vistazo.

      Dejó los papeles en su sitio, leyendo antes los sellos y los títulos, asegurándose así que eran inofensivos.

      Escuchó los pasos de Patrick acercarse. Con el corazón latiendo con fuerza contra sus costillas, cerró el maletín y lo cogió con fuerza. No iba a descubrirla con las manos en la masa en busca de micrófonos, aunque no evitaría que la viese con el maletín. Así que optó por la vía más sencilla y menos sospechosa.

      Salió de la cocina con el maletín contra su pecho y por poco chocó con él.

      Tal y cómo había planeado en los últimos segundos.

      —Oh, vaya… —con una risita, fingió sentirse como idiota por la torpeza. Le tendió la pequeña, delgada y elegante maleta—. Iba a llevártelo yo ahora. Pero hoy… no llegas tarde, ¿verdad?

      —Me gusta llegar el primero… —Patrick aceptó el maletín con una sonrisa y guardó en él su carísimo smartphone de última generación. Le sonrió, entre divertido y frustrado—. Era Lorraine. Llamaba al colegio de los niños porque dos de ellos están con la gripe, y se ha equivocado al marcar.

      Lorraine siempre tan despistada, pensó mientras se despedía de Lía y pasaba por el dormitorio de Brandon para ver que no se había despertado a raíz de la pronta llamada.

      Le besó en la cabecita, empapándose de su respiración acompasada y de su colonia infantil. Luego, elevó los ojos al cielo, como si pudiera verlo a través de las persianas echadas.

      Sentía que Felicia lo observaba desde allí. Un pensamiento tan absurdo que nunca hubiese creído que le pasase por la cabeza. Patrick jamás había creído en que hubiese algo más allá de las nubes o bajo tierra. Ahora tenía que creer para no pensar que su hermana se había perdido para siempre.

      —No te dejes el paraguas.

      Se giró hacia Lía, que estaba en la puerta, observando la escena. Como otras tantas veces.

      —Me gustan los plegables. Siempre lo llevo en un bolsillo de la chaqueta. Estoy a salvo por si llueve, Lía.

      —Que pase un buen día —sonrió ella, algo ruborizada.

      —¿Cómo dices? —la pinchó mientras iba hacia la puerta principal, a sabiendas que ella lo seguía para cerrar tras él con llave, siguiendo sus propias instrucciones.

      Lía