Si no estás segura de cuáles son tus dones, estudia los pasajes bíblicos que hablan sobre ellos (Romanos 12:4-8; 1 Corintios 12:1-14:40). Después pide la ayuda de tu esposo para lograr identificar tus dones. Puedes también considerar la opinión de tu círculo de amigas. ¿Cuáles son tus intereses o gustos? ¿Qué necesidades te producen más carga? ¿Cuáles son las áreas de servicio en donde produces más fruto? Estas son probablemente las cosas que disfrutas hacer más y esa es una señal fuerte de las áreas en las que Dios te ha dado dones. Estoy segura que si tú oras y le pides al Señor que te muestre cuáles son tus dones, Él lo hará. Ahora, ¡usa esos dones!
Cualesquiera que sean tus dones espirituales, trabaja para desarrollarlos a su mayor capacidad. Muchas esposas acuden a conferencias sobre consejería y liderazgo para prepararse y equiparse con más herramientas para el ministerio. Mi entrenamiento en el seminario fue una gran bendición mientras Bob y yo entramos en el ministerio y yo usé ese entrenamiento en mi rol de una esposa de pastor. Muchas otras mujeres de Dios, a través de sus consejos o libros que han escrito, también me han enseñado.
Enfócate en las áreas donde tienes dones. No gastes tu energía en otras áreas. A pesar de que puede ser difícil, debemos confiarle al Señor aquellas cosas que no son nuestra responsabilidad. Si el hablar en público no es tu don, confía en que el Señor traerá personas que puedan enseñar y liderar grupos. Yo he visto que eso sucede aún en iglesias pequeñas. Yo nunca he dirigido el ministerio de mujeres en nuestras iglesias, pero he alentado a otras mujeres a que usen sus dones para dirigir esos programas. Esto me ha ayudado a enfocarme en mis fortalezas: hacer visitas con mi esposo Bob y usar mis dones para administrar y aconsejar. Sólo en estos últimos años he estado escribiendo e impartiendo pláticas de una forma más regular.
Por 14 años, mi esposo me ha alentado a usar mis dones para desarrollar y administrar el programa Young Life (Vida Joven) para asignar mentoras a madres solteras adolescentes, con el propósito de presentarles el evangelio y hacer discipulado. Las mentoras no son sólo de nuestra iglesia, sino también de otras iglesias de nuestra comunidad, lo que me provee de un gran número de amigas. Es un gozo para mí, el usar mis dones dos veces a la semana al servicio del Cuerpo de Cristo. Estimo en gran manera el apoyo que mi esposo me brinda en el ministerio.
Si servimos en el área que involucre nuestros dones, ¿significa que debemos rechazar las oportunidades de servir en otras áreas? No siempre, ya que hemos sido instruidas así: “…según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe” (Gálatas 6:10).
En nuestra primera iglesia en Nueva Jersey, serví en la guardería por un tiempo considerable. Nuestros hijos eran pequeños, así que era muy natural estar en este lugar. A pesar de que no es una de mis áreas fuertes, la ayuda era necesaria. Gracias a Dios no me perdí los sermones de Bob, ya que podía escucharlos a través de un sistema de sonido que instalaron en el cuarto de cunas.
Cuando vinimos a California a comenzar una iglesia de ocho familias, la oficina de la iglesia estuvo en nuestra casa durante 10 años. Eso significa que tuve una gran cantidad de oportunidades para hacer muchas cosas que no se relacionaban directamente a mis dones o a mi educación. Tenía que atender el teléfono para que mi esposo dedicara tiempo al estudio. Los niños eran pequeños y eduqué en casa por varios años.
¿Fue un reto el tener un balance entre hogar, escuela, oficina y el ministerio? ¡Sin duda! Muchas veces dije “estoy exhausta” y me sentí abrumada en muchas ocasiones. A menudo, nos vimos obligados a clamar por la promesa que se encuentra en Isaías 40:31, esperando en Él, momento a momento, y Su fuerza siempre estuvo ahí para nosotros. Yo doy testimonio de que Dios nos dio su fuerza sobrenatural y su poder durante esos años frenéticos.
¿Te has percatado de que al ser llamado a dar más allá de tus recursos y a esperar en el Señor, Él te da el poder para hacerlo? Es una experiencia de “levantar alas como las águilas”. Dios nos lleva a través del camino y, al mirar atrás, preguntamos, “¿Cómo hicimos todo eso?” ¡Fue Dios!
2) Reclutar y entrenar a otros
A pesar de que Dios te fortalece para hacer cosas más allá de tus habilidades y posibilidades, si ellas se encuentran en áreas que no van acorde a tus dones, deberías ver el servicio en ellas como un rol transicional. Busca constantemente a alguien que sea más adecuado para la tarea. Entonces puedes incorporar a esa persona y enseñarle a usar sus dones en esta área. Cuando ella esté lista, puede quedar a cargo y de esta manera tú quedarás libre, permitiendo que el cuerpo trabaje de una mejor manera.
3) Priorizar y organizar
Jesús nos ha dado el principio de “primero lo primero” (establecer prioridades). Él dijo que debemos buscar primero el reino de Dios y su justicia y lo demás nos será añadido (Mateo 6:33). ¿Cuál debería ser nuestra prioridad? Nuestra relación con Cristo. Si no tenemos suficiente tiempo para Él, entonces estamos demasiado ocupados. Una esposa de pastor se lamentó de que no tenía el tiempo suficiente para llevar la vida de oración que le gustaría. ¡Me puedo identificar con eso!
Déjame animarte a mirar detenidamente a los compromisos que has hecho a través de tu vida. ¿Debes decirle no a algunas cosas? ¡Sí! Debes aceptar sólo las cosas que se relacionan a tu llamado divino y rechazar los extras. En un principio, esto puede ser difícil de realizar, pero es mucho mejor para nosotros el hacer nuestras prioridades bien, que tratar de hacer todo pobremente.
Existe la posibilidad de agotarse físicamente y eso nos puede llevar a experimentar respuestas emocionales que no deseamos. En lugar de estar atrapados por la tiranía de lo urgente, debemos crear un plan para hacer el mejor uso de nuestro tiempo.
Aún más, como amas de casa, necesitamos organizarnos (2 Corintios 14:40). Puedes hacer una gráfica para mostrar las horas de la semana y realizar una agenda. En la mía, lo primero que hago es agendar las cosas importantes que debo realizar en el día. Como no utilizamos un reloj marcador para llevar el tiempo, este puede escaparse fácilmente, y podremos notar al final del día que a veces no cumplimos con las cosas más importantes. Como Dios es lo primero, podemos dejar que Él reacomode nuestra agenda en cualquier momento, y debemos permitírselo sin vacilar.
Hay muy buenos libros que hablan sobre cómo podemos desarrollar habilidades organizacionales, con el fin de hacer más, sin tanto estrés. Sé que tú, al igual que yo, deseas estudiar para ser la mejor para tu esposo y para la gloria de Dios. Consulta mis Recursos Recomendados en el apéndice.
4) Mantener a la familia primero
Cuando participas en el llamado de tu esposo, te conviene hacerlo de tal forma que no domine tu vida familiar. No necesitas vivir, respirar, comer y dormir su ministerio. Pablo le dijo a Timoteo que un obispo debía gobernar bien su casa; de lo contrario, ¿cómo cuidará de la iglesia de Dios? (1 Timoteo 3:4-5) El hogar y la iglesia son dos responsabilidades diferentes y tu esposo deberá manejar ambas de manera eficiente. Bajo su autoridad, tú deberás manejar el hogar.
Tú, como esposa, puedes tratar de asegurar que tu familia no termine enfocándose en las necesidades de la congregación todo el tiempo. Los niños pueden conocer algunas de las necesidades y orar como familia por ellas; sin embargo, no tienen que dominar tu vida familiar. Debemos mantener nuestras prioridades: la familia primero, después el ministerio y, por último, la recreación y otros intereses. No queremos que nuestros hijos se sientan menos importantes que el ministerio. Se necesita un esfuerzo consciente para continuar asegurándoles que ellos son nuestra prioridad y nuestra mayor bendición.
Estar al cuidado de padres enfermos o ancianos también será prioridad. Tuvimos a mi padre en nuestra casa el último año de su vida, cuando él necesitaba cuidado constante. No es necesario decir que gran parte de nuestro tiempo