Todo lo anterior contribuyó al progresivo distanciamiento entre la sociedad civil y la sociedad política, siempre respecto de los términos gramscianos, y al fortalecimiento del discurso y de la movilización antisistémica, que en aquellos años tuvo su momento de mayor respaldo social. Este momento correspondió a la fase antisistémica en que prevalecieron las movilizaciones y los levantamientos, con un discurso y unas prácticas de ruptura con el orden imperante (1990-2000).
Es cierto que en esta etapa el neoliberalismo, como sistema hegemónico, aparecía fuertemente debilitado por los efectos concatenados de las diferentes crisis que se manifestaron en el Ecuador desde finales de siglo XX y comienzos del siglo XXI. Sin embargo, sería exagerado asumir una posición triunfalista para la cual, frente a la crisis orgánica, el neoliberalismo fuese o pudiese ser derrotado definitivamente. Se insistirá más adelante sobre este punto, sobre todo en relación con la transformación anunciada por la Alianza PAIS a la hora de formular la propuesta política de la Revolución Ciudadana, en un híbrido entre continuidad y ruptura que será precisado con mayores detalles en el capítulo 2, en el análisis del sistema de acumulación capitalista ecuatoriano bajo los gobiernos de Rafael Correa (2007-2017).
Aquí, la última década del siglo XX y comienzos del siglo XXI se caracteriza por el auge de los movimientos sociales y, en particular, los movimientos antisistémicos que en esta época tuvieron su momento más florido, articulando sus propuestas políticas y permeando, en toda la sociedad, algunos insumos como el Estado plurinacional, los derechos de la naturaleza y el sumak kawsay, y la misma idea de promover el proceso de una Asamblea Constituyente. Estos, sucesivamente, se tradujeron en las principales reivindicaciones políticas que Alianza PAIS trató de incorporar en su propuesta política.
Es singular cómo los movimientos antisistémicos, en una época como la neoliberal, tuvieron que reivindicar la recuperación del Estado como alternativa potente y como única vía para revertir el proceso de globalización neoliberal en el Ecuador contemporáneo. El riesgo que se corría al optar por un mayor protagonismo del Estado fue el consecuente debilitamiento de las estructuras y de los tejidos comunitarios, lo cual se presentó con la implantación de un modelo estatal centralista bajo los gobiernos de Alianza PAIS.
Si bien puede parecer paradójico, eso fue justamente lo que se presentó en el Ecuador de los movimientos sociales, desde los 90 en adelante. Sin embargo, lo interesante es la relación que las fuerzas sociales y los movimientos políticos antisistémicos construirían con el Estado: a partir de la elaboración de una propia propuesta de Estado, que implicaba una transformación radical no solo del aparato estatal sino también de la sociedad civil, se construye una relación compleja y a la vez contradictoria –que será analizada con mayores detalles en el capítulo 3–, que tendrá una línea de confrontación con el proyecto político de Alianza PAIS.
Sin embargo, es importante afirmar que varios componentes de los movimientos sociales sí le apostaron a la consolidación del Estado, sobre todo en oposición al desmantelamiento y la aniquilación del Estado surgida bajo la hegemonía neoliberal. Esta época de fuertes tensiones sociales y de movilizaciones se expresó como el momento más creativo de los movimientos sociales, antes de que sufrieran los efectos de la institucionalización, surgiera la cooptación y se profundizara una política de abierta confrontación y criminalización de los movimientos sociales.
En el Ecuador, como en la mayoría de los países latinoamericanos afectados por la profundización de la hegemonía neoliberal, se pensó que reivindicar al Estado y recuperar sus funciones en una versión (neo)keynesiana o neodesarrollista era la solución definitiva a todos los males del neoliberalismo. En efecto, ello se basaba en la falsa dicotomía Estado-mercado: todo lo que no venía del Estado era el resultado del predominio del mercado y viceversa. Pero la misma naturaleza del neoliberalismo hace necesaria la persistencia de un cierto tipo de Estado: un Estado mínimo, no intervencionista, con componentes autoritarios y represivos. Volviendo a la conceptualización de Hayek, se construye un modelo de democracia limitada que garantiza las funciones mínimas y esenciales para la reproducción de la vida humana y del capital. Un ejemplo es la Constitución de 1980 de Chile, todavía vigente, redactada por Jaime Guzmán bajo la influencia del pensamiento hayekiano. En el caso ecuatoriano se puede pensar en el sistema foucaultiano de vigilar y castigar, descrito por Sierra (2017).
Los mismos movimientos y las fuerzas sociales que por décadas desafiaron la hegemonía neoliberal se convencieron de que la solución residía en el Estado y, por lo tanto, que la disputa era su resignificación en el terreno político, económico, social y cultural. Eso coincidió con la declinación de la fase antisistémica (1990-2002), el intento de articulación del bloque contrahegemónico en que surgieron las propuestas constituyentes (2005-2007), y una creciente institucionalización de las fuerzas sociales (como se analizará en el proceso constituyente de 2007 y 2008).
1.3.1. Desde la lucha en contra del Estado a la lucha para recuperar el Estado
Como se ha mencionado en el párrafo anterior, durante la época neoliberal se vivió en el Ecuador un periodo de fuerte fermento social, debido principalmente a los efectos nefastos del neoliberalismo sobre la sociedad civil, y en particular los grupos subalternos. Desde finales de los años 70 y la década de los 80, en la historia política ecuatoriana los movimientos sindicales clasistas y conflictuales, junto con los partidos de izquierda, mantuvieron el liderazgo de las movilizaciones. Estos se constituyeron como las fuerzas con mayor poder de convocatoria entre las masas populares, y particularmente entre la clase trabajadora ecuatoriana, tanto en el contexto urbano (en los sectores industrial y manufacturero), como en el contexto rural, y entre los trabajadores campesinos e indígenas que trabajaban en condiciones de superexplotación, bajo el mantenimiento del modelo hacendatario de origen colonial. En efecto, a comienzos de los años 80 en el Ecuador se dio un periodo de fuerte conflictividad social, que fue evidente tanto en las movilizaciones como en el surgimiento de algunas experiencias insurgentes14.
Los sindicatos y los partidos de izquierda organizaron cuatro importantes huelgas nacionales: el 9 de diciembre de 1981, el 22 y 23 de septiembre de 1982, sucesivamente el 21 y el 22 de octubre del mismo año y, finalmente, el 23 y 24 de marzo de 1983. Sin embargo, a finales de la década de los 80, por la misma profundización del orden neoliberal y la implosión de la Unión Soviética y del socialismo real, la organización sindical vivió un periodo de declive y de crisis identitaria, pese a la sobrevivencia de algunos sindicatos del sector público, petrolero y al Seguro Campesino.
Los mismos partidos de izquierda tuvieron que adaptarse a dicha crisis, replanteando sus estrategias y sus tácticas, y redefiniendo sus relaciones con los sujetos políticos y sociales y, más en general, con las masas. Inclusive, se constituyó el Frente Amplio de Izquierda (FADI), que era una alianza entre los partidos de izquierda (Partido Socialista y Partido Comunista) que duró hasta 1988. En este momento, frente a la crisis del sindicalismo de clase y a las reivindicaciones obreras, algunos movimientos y partidos de izquierda dieron un viraje, un cambio de 180° en su dirección política y, particularmente, en relación con el sujeto político. Se pasó de un enfoque urbano y obrero15 a desplazarse al campo, conocer la realidad del campo y favorecer el encuentro con el movimiento indígena (Napoleón Saltos, entrevista con el autor, 19 de julio de 2017).
Contemporáneamente, se asiste al fortalecimiento de nuevas reivindicaciones sociales en el Ecuador y a la formación de un nuevo tipo de organización, sobre todo de origen campesino e indígena, las fuerzas sociales más numerosas del país. Uno de los primeros ejemplos de esfuerzo organizativo se registra con la fundación en 1972 de Ecuarunari (Ecuador Runacunapac Riccharimui), en la comuna de Tepeyac, en la provincia de Chimborazo. Ecuarunari surgió con la intención de aglutinar a las comunidades indígenas y campesinas de la sierra ecuatoriana, frente a la frustración y al descontento del campesinado ecuatoriano