Tras el derrocamiento, Bucaram huyó a Panamá, donde se declaró en asilo político, y se formó el gobierno de Fabián Alarcón Rivera. Este también estaba destinado a ser caracterizado como breve e inestable y, al mismo tiempo, ineficiente en aplicar las medidas necesarias para la superación de la crisis política, económica e institucional; más bien, premuroso en tomar medidas ortodoxas para congraciarse con las instituciones financieras internacionales, especialmente el Fondo Monetario Internacional.
El derrocamiento del gobierno de Bucaram y la crisis institucional que se profundizaba en el Ecuador, abrieron un escenario constituyente20 que culminó en la Constitución de 1998. Frente al proceso constituyente de 1997-1998, se abrió dentro de Pachakutik un importante debate, sobre todo en relación con los objetivos políticos y las estrategias del movimiento. Por eso, es importante aquí analizar el cambio de estrategia dentro de Pachakutik y en sus expresiones de movimiento, es decir, dentro de la Conaie y la CMS.
Ya en ese momento emergió una diferencia fundamental dentro de estas corrientes. En la Conaie había prevalecido una vertiente más reivindicativa en términos de derechos étnicos, es decir, una tendencia a la institucionalización de los derechos de los pueblos y nacionalidades indígenas por encima del interés por la toma del poder, que se adaptaba al multiculturalismo y al modelo intercultural funcional al neoliberalismo –surgido por iniciativa del Banco Mundial a partir de 1991–. Esta línea era el producto de la intelectualidad indígena y de figuras representativas del movimiento indígena, como Nina Pacari, que tenían su nuevo horizonte político en el reconocimiento y en la inserción de los derechos de los pueblos indígenas en el texto constitucional. Es necesario aclarar que esta primera corriente se refería al problema indígena, eludiendo el tema de la tenencia de la tierra y la desigualdad, mientras que privilegiaba el enfoque de la diferencia dentro de una problemática articulada a las concepciones de la ciudadanía, la participación institucional y la gobernabilidad (Saltos, 2002, citado en Saltos, 2005, p. 199).
Otra corriente, tanto en la Conaie como en la CMS, privilegiaba una estrategia que, a través de la combinación de las fuerzas de lucha, es decir el levantamiento y la consolidación de una fuerza político-electoral, llevara a la construcción de una alternativa de poder y a la formulación de una alternativa al modelo económico. Es importante precisar que la segunda corriente no es que fuera contraria al reconocimiento de los derechos de los pueblos y nacionalidades indígenas en sí, sino que apostaba a una transformación radical de mayor espectro y de mayor aliento, tanto en lo económico como en lo político y en lo cultural. Consecuentemente, para lograr construir esta transformación era necesario presentarse como alternativa de poder.
La prevalencia de la primera corriente representó un importante viraje para Pachakutik y tuvo implicaciones sobre su devenir político. Se produjo un distanciamiento entre estas dos corrientes, ya que la primera, de alguna manera, llevaba a un camino hacia la institucionalización y la formalización de esta, mientras que la segunda, reconociendo en la profundización de la crisis (económica, social e institucional) una situación prerrevolucionaria, conciliaba la vía insurreccional con la vía político-electoral. En ese entonces, entre 1998 y 1999, durante la presidencia de Jamil Mahuad, se producen varios levantamientos y, paralelamente, algunos sectores de la Conaie empiezan a tomar contactos con las jerarquías militares (Napoleón Saltos, entrevista con el autor, 19 de julio de 2017).
Contemporáneamente se afirmó un movimiento ciudadano21, prevalentemente constituido por sectores medios urbanos, que por los efectos perversos de las medidas neoliberales vinieron politizándose, demandando una reforma política del Estado. Las clases medias urbanas también habían sido víctimas de la crisis de 1999-2000 y eso contribuyó a la creciente deslegitimación del neoliberalismo en el Ecuador.
Desde una perspectiva gramsciana, frente a la crisis hegemónica y a la creciente inestabilidad política, económica y social que se profundizó en el Ecuador a partir de la década de los 90, este periodo pudo haber significado el intento de articular un nuevo bloque histórico encaminado en proyectarse como alternativa contrahegemónica de poder.
1.4. Hacia la refundación del Estado: ¿revolución pasiva, hegemonía al revés o una nueva contrahegemonía?
Como señalamos en el párrafo anterior, la implementación de las políticas neoliberales ha tenido un impacto y un costo social muy altos. Ello ha significado el fortalecimiento de las formas de disidencia. La oposición a la hegemonía neoliberal se ha caracterizado, sobre todo, por la movilización social y el rol de resistencia de los movimientos políticos y sociales que en el Ecuador ha tomado formas similares a las de otros procesos políticos latinoamericanos. Sin embargo, su experiencia se puede distinguir por la radicalidad de las expresiones de lucha social, que tuvo su máxima expresión en los levantamientos, como se analizó en los párrafos precedentes.
Las protestas sociales, después de haberse presentado bajo la forma de revueltas callejeras, sucesivamente y en una segunda etapa, se han convertido en propuestas alternativas, demostrando el surgimiento de un significativo capital político, como se desarrollará en los siguientes párrafos. . Sin embargo, estas demandas ciudadanas, forjadas en la praxis, han sido canalizadas en primer lugar por los partidos políticos y, en un segundo momento, traducidas en programas electorales para el triunfo de los gobiernos progresistas y, sucesivamente, desprestigiadas y rechazadas.
Por lo tanto, es necesario el estudio y la composición de una nueva teorización del Estado, con el objeto de que incluya la presencia y la acción de los movimientos sociales como importante motor de la transformación social, más allá de los gobiernos. Esta vinculación no debe mantenerse solamente a un nivel discursivo o puramente electoral, sino que tiene que traducirse en un plan de acción que sepa desarrollar una sinergia entre actores diferentes con un objetivo común: la disputa por conseguir de los subalternos una autonomía integral, en su devenir progresivo.
En este orden de ideas, como se caracterizó en el párrafo anterior, en la configuración de una estrategia dual en el movimiento indígena, básicamente en la Conaie y en la CMS (y aquí se tratará de considerar las diferencias entre los dos movimientos, lo cual incidió en la sucesiva división dentro de Pachakutik), al lado de la estrategia insurreccional surgió una apuesta política institucional y una aspiración a la toma del poder. El ejemplo paradigmático fue la alianza táctica de la Conaie y el proyecto de Lucio Gutiérrez, que representó la culminación de su momento institucional.
Para entender cómo se construyó y cómo se constituyó esta alianza (breve y contradictoria) entre la Conaie y la propuesta política de Lucio Gutiérrez, es necesario recordar la experiencia del levantamiento del 21 de enero de 2000 contra Mahuad. En aquellos años, la movilización de los pueblos indígenas, bajo la coordinación de la Conaie y de la CMS, parecía haber logrado construir un discurso y una práctica contrahegemónica; tanto, que muchos analistas veían con mucha posibilidad que surgiera un gobierno popular, expresión de los de abajo.
Parecía haberse conformado un nuevo bloque histórico destinado a emerger como fuerza real en grado de proponerse como alternativa. Su expresión de mayor radicalidad fue la institución de la comuna, el 11 de enero de 2000, que logró la construcción de un poder paralelo. La experiencia de la comuna surgía desde el aprendizaje tras
la experiencia del 5 y 6 de febrero del 97 en la caída de Bucaram: no volver al desenlace parlamentario pues el funcionamiento del sistema garantiza un recambio de nombres, sin modificar el modelo; el objetivo de la estrategia insurreccional es crear un espacio diferente de decisión, un poder que sustituya no solamente al presidente, sino también al Congreso. (Saltos, 2005, p. 207)
También era el aprendizaje desde la experiencia de los levantamientos de la década de los 90: no era suficiente derrocar a un gobierno o provocar la caída de un presidente, sino que resultaba necesario construir una forma de poder alternativa, desde abajo y a la izquierda.
En este momento se instituyó el Parlamento