Como se ha afirmado antes, el proceso constituyente representó un momento crucial para el Ecuador, promoviendo la refundación del Estado y de sus funciones políticas, económicas, sociales y culturales. Un balance contradictorio podría ser la expresión más apropiada para definir el proceso y su producto final (la nueva carta constitucional) en su conjunto. En efecto, a pesar de ser “uno de los procesos más participativos y democráticos de la historia política del Ecuador” (Valeria Coronel, entrevista con el autor, 22 de junio de 2017), al mismo tiempo se podría sostener que fue un proceso dirigido –en el que las decisiones cruciales no eran el fruto de la discusión entre los asambleístas, con autonomía, sino de las directivas de los bloques de los partidos políticos y, específicamente en el caso de Alianza PAIS, de la misma injerencia del presidente Rafael Correa; además, los intelectuales orgánicos de Alianza PAIS dirigían el proceso– y apresurado (Fernando Vega, entrevista con el autor, 21 de julio de 2017) por el plazo que el propio Rafael Correa estaba dispuesto aceptar para su culminación.
En la práctica, la Constituyente, ya desde el comienzo, era poco democrática. Se criticaba la aplanadora de las mayorías de los partidos. Pero una nueva aplanadora, dirigida por un solo hombre o por un círculo muy pequeño, y, aunque tuvieran razón, era bien aplanadora. A la oposición no le das el chance, ni siquiera cuando tienes razón, de tener razón. Verdad, era un avasallamiento total, se avasallaban los intereses de los indígenas, de las mujeres, de las minorías, de los que aspiraban a una reforma que fuera más radical. Entonces, yo ya voté en contra de artículos que no fueran lo suficiente dignos, por ejemplos la famosa consulta previa sobre el tema de los recursos naturales, recursos estratégicos. (Fernando Vega, entrevista con el autor, 21 de julio de 2017)
Al mismo tiempo, se revelaba cada vez más contradictorio el contenido de la nueva carta constitucional frente al programa de gobierno de Alianza PAIS, lo cual no podía sino producir conflictos dentro de la coalición gubernamental, como dar espacio a nuevas formas de conflictividad entre los movimientos sociales y suscitar nuevas expresiones de oposición. Inclusive los avances en términos de derechos incluidos en la nueva Constitución y las conquistas sociales, consideradas como las herencias y los productos de las luchas sociales del periodo 1990-2007, se quedaron solamente en el papel:
Las conquistas sociales solamente están escritas en el texto constitucional pero no se cumplen. Porque si hablamos de sindicalismo, se dio un proceso de tercerización. Se rompió el Frente Unitario de Trabajadores (FUT) y se creó la Central Unitaria de Trabajadores (CUT). En el movimiento indígena intentaron fracturar la organización, para intentar meterse en el extractivismo con fuerza. Y ante la resistencia, han criminalizado la protesta. Los médicos, arrinconados, los abogados, de la misma manera. Los periodistas, los indígenas, perseguidos y encarcelados. Esto es el saldo de la década ganada. (Carlos Pérez, entrevista con el autor, 21 de julio de 2017)
Si por un lado se quería dar fin a la larga noche neoliberal, por otro, a través de los mandatos constituyentes, se profundizaron las condiciones estructurales de recomposición del neoliberalismo por otros medios. Es significativo, por ejemplo, traer a colación el caso de la legislación laboral:
Con el sector obrero, el Gobierno institucionaliza los mandatos constituyentes, 2, 4 y 8. Estos mandatos constituyentes plantean que son “a favor de los trabajadores y que aquí se quiere acabar con la larga noche neoliberal”, que significa la precarización, la tercerización, la intermediación. Sin embargo, lo que se hace es limitar la posibilidad de negociación colectiva, sobre todo en el sector público. En el mandato 2 se ponen techos, se ponen límites a, en este caso, las jubilaciones. En el mandato 4 se ponen límites a las indemnizaciones por despido intempestivo. Una vez que se pone este límite por indemnizaciones por despido intempestivo, en 60 000 USD, el Gobierno aprovecha para despedir a una buena cantidad de trabajadores petroleros, sobre todo a los más organizados. Porque ellos venían denunciando toda esta serie de contratos que venía firmando el Gobierno con supuestamente alianzas estratégicas, con empresas nacionales principalmente de Venezuela y Brasil, PDVSA y Petrobras, y generando lo que después será la empresa Rionapo.
Entonces, en el sector obrero petrolero hubo una fuerte resistencia y denuncia, porque incluso quien entraba a negociar estos contratos petroleros era el hermano del presidente Correa y ellos tenían toda la documentación. Comienzan a denunciar el mandato 4 y el Gobierno descabeza y despide a todo el sector petrolero. Y eso sobre todo con una pugna. Y con eso viene el mandato constituyente 8, que también se refiere a la parte laboral, en donde se plantea limitar todo el tema de la negociación colectiva en el Ecuador, sobre todo en el sector público. Con este mandato limitan la contratación colectiva a unos cuatro derechos y el resto se elimina y se prohíbe. Y con este mandato, supuestamente, se acaba con los servicios complementarios, los servicios de intermediación laboral y el contrato por hora, en los artículos 2, 3 y 4. Pero los artículos 5, 6 y 7 crean otras formas de lo mismo. El artículo 5 genera servicios complementarios, que remplaza los contratos de servicios de tercerización. Y en el otro, generan contratos de servicios especializados, que remplazan, en cambio, al tema de intermediación. El artículo 7 viene a remplazar el contrato por horas. Y el artículo 8, inaugurado el primero de mayo de 2008, supuestamente en honor a los trabajadores, para borrar la tercerización; pero por otros medios se mantienen las mismas instituciones. Entonces, esto provocó que el Gobierno rompiera con diferentes sectores laborales. (Franklin Sarmiento, entrevista con el autor, 22 de julio de 2017)
Se considera aquí, por lo tanto, la aprobación de la nueva Constitución Política del Ecuador de 2008 como un punto de inflexión en el interior del proyecto de la Revolución Ciudadana y, particularmente, en la definición de una ruptura con los sujetos políticos y sociales que habían venido acompañando el proceso.
Si por un lado se puede analizar el contenido formal de la Constitución Política del Ecuador como progresista y con algunos importantes elementos decoloniales, es importante también considerar su significado más intrínseco, es decir, su intención de conformar un nuevo modelo de dominación. En efecto,
lo decolonial, por supuesto, no es una nueva condición a ser interpretada, implementada o lograda por el gobierno, ni tampoco podría ser jamás un proyecto de estructuras e instituciones que mantengan el molde del gobierno sobre la autoridad, el control y el poder vertical. Pensar entonces que los gobiernos pueden lograr o siquiera provocar la decolonización, sin transformar radicalmente las propias nociones de autoridad y poder, es una falacia que incluso Evo Morales nos hace notar claramente. Lo decolonial no viene desde arriba, sino desde abajo; desde los márgenes y de los bordes; de la gente, las comunidades, movimientos, colectivos que retan, interrumpen y transgreden las matrices del poder colonial en sus prácticas de ser, su actuación, existencia, creación y pensamiento. (Walsh, 2015, p. 8)
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