Contuve el remolino de sensaciones que quiso dominarme.
Al igual que estas, el noqui pasó de largo, dejando un rastro de aire y polvo. Permanecimos inmóviles durante unos segundos, hasta que noté que el brazo entorno a mi cintura aflojaba su amarre. Sephis también despejó mi boca.
—El noqui no tardará en rastrearnos, y yo no puedo combatirlo solo. Tenemos que irnos —dijo con nerviosismo, separándose del tronco donde su columna se había apoyado.
Me esquivó y vi cómo comenzaba a alejarse.
—Yo no voy a volver —manifesté.
Se giró hacia mí, parándose. Sus ojos negros escudriñaron mi rostro y luego llegaron a una conclusión.
—¿De verdad estás decidida a ir a por Nala? —inquirió.
—Sí.
—Jedram no te la va a devolver, Soka —me advirtió.
—No sé cómo lo haré, todavía no tengo un plan, pero la ayudaré a escapar. Escaparemos de allí juntas. —Intenté que sonara convincente, pero mi cara apocada y asustada me traicionó.
—Por la diosa Sol, eso es imposible, lo sabes —discutió, visiblemente nervioso. Al ver mis ojos tomó aire y trató de tranquilizarse—. ¿Y qué pasa con tus padres? ¿Sabes lo que esto supondrá para ellos? —me recordó.
Tragué saliva para ahogar el durísimo nudo que se agarró a mi garganta.
—Lo sé. Por eso tengo que hacerlo así, no tengo valor para decírselo a la cara —murmuré, cabizbaja—. Además, no me dejarían ir.
Sephis, mordiéndose el labio, viró el semblante a un lado y suspiró por la nariz. Cuando su rostro regresó a mí estaba lleno de una nueva y extraña determinación.
—Está bien, vamos —dijo, echando a caminar.
—¿Adónde vas? —arrugué las cejas sin comprender.
—A buscar a Nala contigo.
El dolor fue tan punzante, que hasta mi corazón se encogió. Sephis iba a ir a por ella sin dudarlo. Entonces era cierto, Sephis realmente estaba enamorado de mi hermana…
Las lágrimas se pelearon por salir, pero las contuve. Me habían enseñado a no mostrar fragilidad, sino resignación y sumisión. Me hubiera gustado decirle que no fuera, que no hacía falta que viniera conmigo, pero él también quería ir a buscarla. Y si esa era la elección de Sephis tenía que aceptarla, me gustara o no, me doliera o no, me destrozara o no.
Di un paso titubeante, y tras ese, otro un poco más decidido. Hasta que empecé a ir tras él. Sin embargo, me di cuenta de que íbamos en dirección contraria.
—Un momento, ¿adónde vamos? —pregunté—. Es por el otro lado.
—Ir hasta el poblado de los tika nos llevará un par de meses si vamos andando, puede que incluso más —me explicó—. Nadie sabe dónde se encuentra a ciencia cierta, y eso nos robará más tiempo. Un tiempo que puede que sea muy valioso. Debemos ir a por caballos. Eso agilizará las cosas y puede que el viaje se reduzca a semanas.
Semanas… Eso seguía siendo demasiado tiempo, en mi opinión. Un sufrimiento más largo para Nala.
Pero no nos quedaba alternativa. Tenía que rescatar a Nala como fuera.
Así que continué yendo tras Sephis.
LA TRAICIÓN NALA
Mommy había venido a buscarme esa mañana. Jedram le había ordenado que me enseñara bien el poblado, así como las costumbres, leyes y creencias que imperaban por aquí. Él se había ido y me había dejado sola, como los dos días anteriores.
Esas extrañas edificaciones, esculpidas en la misma roca, todavía llamaban mi atención. Por los diversos huecos podía divisarse a la gente haciendo sus rutinas diarias. En uno de esos hogares, apareció una pareja. Se hacían carantoñas y se reían con mimo. Sonreí en una primera instancia, pero eso se evaporó rápido cuando a mi imaginativa mente vino la escena de Sephis y Soka. Ellos podrían haber sido como esa pareja recién casada, hubieran estado en su hogar, juntos y felices.
Rechiné los dientes con rabia, aunque eso también se esfumó con un soplido del viento. Me acordé de Sephis, de mi Sephis, pero acordarse de él implicaba recordar también a Soka. El beso del otro día no tardó en asomarse para menear sus brazos de aviso, y de pronto sentí una inusitada y absurda lástima por mi hermana. Era estúpido, lo sé, sin embargo, ahora que me había casado con Jedram y que ya nada tenía remedio, que ya no había marcha atrás y que mi vida se había precipitado al vacío, me sentí mal por ella. No es que me importase, pero Soka seguía siendo mi hermana, sangre de mi sangre, y había hecho que lo pasara mal inútilmente. Porque todo había sido inútil.
Soka, doña Perfecta. Conocía muy bien a mi hermana. Soka permitiría que le clavaran cien mil flechas en el pecho antes que dejar que sus verdaderos sentimientos salieran a la luz. ¡Pero si cuando tenía frío decía que no lo tenía para no molestar! Eso era algo que no soportaba de ella, porque yo era justo lo contrario. A mí me hervía la sangre por nada, y ella era fría y sólida como el hielo.
Mientras caminábamos por el poblado, Mommy observó mi rostro enfrascado.
—El matrimonio es algo complicado, sobre todo cuando es concertado u obligado —me dijo con dulzura.
Ella no estaba al tanto de mis verdaderos pensamientos, por supuesto.
—Ah, ya… Supongo.
—Jedram tiene obligaciones que cumplir, además de las adquiridas en el matrimonio.
Y menos mal.
—Sí, claro, lo entiendo —respondí con indiferencia, mirando lo que acontecía a mi lado.
Los tika que caminaban o se movían por el poblado se giraban al verme con una combinación de curiosidad y expectación.
—Pero algún día, quizá más pronto de lo que crees, pondrá su semilla en ti y te dará un hijo —añadió Mommy.
Según lo escuché, me paré abruptamente.
¿Qué…? ¿Un hijo? El espanto de dominó. No, yo no quería críos todavía, y menos con ese… ser diabólico.
Me puse tan pálida que Mommy lo notó.
—¿Qué te ocurre, chiquilla?
No, no quería llevar su semilla dentro, darle un heredero tan terrorífico y despiadado como él… Mis ganas de huir se revolvieron con la furia de un tornado. Ahora más que nunca tenía que salir de aquí.
Pero debía ser lista.
Observé a Mommy, tratando de recuperar el color, aparentando la mayor normalidad posible. Miré en rededor con presteza, buscando una excusa para lograrlo. Y la hallé en el suelo.
—Una piedra —contesté nerviosamente, agachándome para cogerla. Por su mirada, Mommy debió creer que estaba loca—. Siempre guardo las que me gustan. —Y solté una patética risita aún más inquieta.
La vieja tomó aire, reponiéndose del desconcierto, y prosiguió la marcha. Me quedé un paso por detrás, estudiando todas las vías de escape mientras ella me iba explicando.
Hasta que vi una pequeña gruta a unos pocos metros.
Me aseguré de que nadie me veía.
—Esa es la herrería —me iba contando Mommy—. Kog es el herrero más diestro que jamás hayas conocido. Los filos de sus espadas son famosos más allá de nuestras fronteras, bien conocidos por nuestros enemigos. Son capaces de cortar hasta el mismísimo fuego, pueden sajar un bloque de hielo de un solo golpe, pueden…