Santidad, falsa santidad y posesiones demoniacas en Perú y Chile. René Millar. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: René Millar
Издательство: Bookwire
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Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9789561425705
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a realidades concretas, en las que condicionantes formativos tendían a generar determinados comportamientos que terminaban por acercar entre sí los modos de vida de los futuros santos15. En ese sentido, la enseñanza de los padres, el ambiente familiar, la formación en el colegio y la guía sacerdotal terminaban imponiendo un tipo de educación que coincidía con el modelo. A eso se agregaba otro elemento muy importante, que tenía que ver con la fuente que aportaba la información sobre ese período de la vida del santo: la hagiografía. Como el hagiógrafo disponía de pocos datos sobre el nacimiento y niñez del sujeto, optaba con frecuencia por seguir los modelos y dejarse llevar por su piadoso entusiasmo16.

      La fuente fundamental para conocer esta etapa de la vida de Urraca está constituida por la hagiografía que escribió su confesor, Fr. Francisco de Messía, a los pocos días del fallecimiento de aquel. El autor recogió lo que le contó el protagonista. Y la información transcrita se transformó en la versión “oficial”, pues los testigos que declararon en el proceso de beatificación, muchas veces reconocieron que lo que sabían de ese período de la vida de Urraca era por que lo leyeron en la obra escrita por Messía17. Este, en su calidad de testigo, no aporta nada nuevo respecto a lo que escribió en la hagiografía y los otros testigos que lo conocieron personalmente tampoco agregan mayor cosa sobre el particular, siendo muy escuetos al respecto, limitándose a reafirmar el tenor literal de la pregunta que se refería al punto. En consecuencia, lo que sabemos de esa etapa de Urraca sólo se sustenta en la descripción que hace Messía, religioso muy aficionado, al igual que Urraca, a la lectura de vidas de santos18; por lo tanto, es bastante lógico que su obra refleje aspectos del modelo de la infancia de los santos.

      ¿Qué nos dice Messía sobre este tema? De acuerdo con la hagiografía, Urraca nació en Jadraque, en 1583, en el seno de una familia de reconocida hidalguía, con medios de fortuna suficientes para tener un buen pasar, pues el padre, de nombre Miguel, poseía varias casas, una viña y una hacienda en el campo; su madre, Magdalena García, tenía unos primos que eran caballeros de hábito de Santiago19. Pedro fue el cuarto y último de los hijos de la familia, todos varones. Coincidiendo con lo que refiere la gran mayoría de las “Vidas” de santos de la época, Messía destaca el papel desempeñado por la familia en el proceso que llevará al protagonista a la santidad. Isabelle Poutrin, a través del estudio de “Relaciones” o autobiografías de monjas españolas de la Época Moderna, hace notar la influencia del medio familiar en el aprendizaje de la santidad20. Éric Suire hace lo propio con los santos franceses del mismo período, aunque reconoce que no han faltado autores que señalan que muchos santos se formaron en contradicción con el medio familiar21. Messía sigue la tendencia general de las hagiografías, dándole gran valor al entorno familiar. Hasta cierto punto, y sin expresarlo abiertamente, deja entrever que desde la cuna fue una persona elegida por Dios, pues habría sido hijo de una mujer excepcional en su religiosidad, marcada con signos sobrenaturales, que vivió y murió con fama de santidad; además, todos sus hermanos habrían sido hombres de gran virtud, los que también vivieron y murieron con fama de santos. Refiere que su madre tenía marcado en su cuerpo la rueda con las cuchillas utilizada para martirizar a Santa Catalina de Alejandría y que poseía dones taumatúrgicos a través de la imposición de manos. La madre sería la figura clave en la vida de Urraca, su hijo predilecto, pues ella fue la que le inculcó la fe y lo instruyó en los principios de la religión y en las prácticas piadosas, especialmente en la devoción a la Virgen. Su padre en cambio está en un segundo plano, casi no se le menciona durante su niñez y aparecerá con cierta relevancia cuando ya joven Urraca debe tomar decisiones importantes. De los hermanos se enfatiza el compromiso asumido por todos de conservar su virginidad y se relata con detalle lo acontecido con el mayor en ese aspecto22.

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      Fr. Pedro de Urraca. IGLESIA DE LA MERCED DE LIMA.

      Por cierto que los acontecimientos prodigiosos están presentes en la infancia de Urraca y tienen por objeto, como lo destaca Sallmann en relación a los hombres virtuosos de Nápoles23, ser signos que muestran el destino del futuro santo. Messía cuenta cómo el niño contrajo una peste que asolaba a España de la que se salvó gracias a la Virgen, después de rogarle ante una imagen por su recuperación, para poder así servirla24. Luego el hagiógrafo relata la providencial salvada que, a los 9 años, tuvo al caer desde lo alto de una encina. En esa oportunidad había llegado al suelo sin un rasguño debido a la invocación que hizo a la Santísima Trinidad, la que se le representó como tres luces en triángulo. A partir de ese momento se hará devoto de ella por el resto de la vida, adoptándola como su segundo nombre cuando hizo la profesión religiosa. También a raíz de aquel incidente hizo voto de castidad. En consecuencia, vemos como esos dos hechos extraordinarios, de acuerdo al relato, marcaron el futuro del joven al llevarlo a comprometerse con dos de las devociones que llenarán su vida. Coincidiendo con aquel suceso, su madre lo llevó a confirmar, imponiéndosele, en vez del nombre de Pascual con que fue bautizado, el de Pedro, en recuerdo del hermano mayor fallecido.

      La niñez y juventud de Urraca expuesta en la hagiografía contiene información más bien escasa, respondiendo también en eso a la tendencia general que se daba en el caso de las “Vidas” de los hombres, a diferencia de lo acontecido con las que se referían a mujeres25. Por lo mismo, sobre estas etapas de la vida de nuestro personaje sólo se hace mención a tres sucesos importantes, los que, salvo uno, tampoco entran en mayores detalles. El primero de ellos corresponde a la muerte de la madre, cuando el joven tenía 10 años, en cuya descripción se enfatizan los signos que reflejarían su santidad; por ejemplo, el haber anunciado la hora en que iba a morir, la concurrencia de mucha gente a las exequias, el que se produjeran muchas curaciones en personas que tocaron el cadáver y que este se mantuviera por dos días sin señales de corrupción. Otro de los acontecimientos relatados se refiere a los estudios de gramática que realizó con gran aprovechamiento después de haber pasado por la escuela. Por último, ya con bastantes pormenores, describe las incidencias previas al viaje de Urraca a América, marcadas por fenómenos extraordinarios que confirman la elección divina. Al respecto, cuenta que al cumplir 15 años, su hermano, religioso franciscano, le pidió al padre autorización para que lo acompañara a América, a donde había sido destinado por la congregación. Su padre, en una primera reacción, se habría negado, aunque luego lo reconsideró y le dio los recursos para el viaje. Sin embargo, cuando llegó a San Lúcar para embarcarse, el navío de su hermano ya había zarpado. Un amigo del padre llevó al joven Pedro a Sevilla a la espera de transporte. El providencialismo desempeña a partir de ahí un papel cada vez más importante en el relato. Urraca se salvó de morir ahogado tres veces merced a la intervención de la Virgen. Primero, sacándolo del agua, a la que había caído al momento de embarcarse; segundo, al quedarse en tierra a raíz de aquel incidente y saberse, luego, que la nave zozobró en alta mar y que todos los pasajeros habían fallecido; y tercero, estando ya finalmente haciendo la travesía del océano, al salvar al navío de una terrible tempestad, después de la cual se comprometió a ingresar a un convento. Las peripecias del viaje no pararon ahí, pues, ya en tierra, camino a Portobelo, por obra del demonio habría caído a un río, de donde lo rescató su Ángel de la Guarda26.

      Urraca debe haber llegado el año 1600 a Quito, donde se encontraba su hermano, en el convento de San Francisco. Era un adolescente que, por lo que se desprende de las hagiografías, no experimentó ninguna de las crisis asociadas a esa etapa de la vida, dándose en él la tónica general en lo referente al comportamiento de los futuros santos27. Nunca desobedeció a sus padres y una vez instalado en Quito acatará la autoridad de su hermano, quien lo puso en el colegio de los jesuitas para que terminara los estudios de gramática. Mientras permaneció allí, los religiosos franciscanos, compañeros de su hermano, trataron de convencerlo de que ingresara en la orden y, como la buena opinión sobre el joven se había difundido, miembros de otras congregaciones también buscaron llevarlo a sus respectivos institutos. En sus oraciones, el joven pedía a la Virgen que le iluminara el entendimiento para poder elegir lo que a ella le resultara más de su agrado. Finalmente, fue la Virgen quien le indicó, desde una imagen ante la cual rezaba,