Santidad, falsa santidad y posesiones demoniacas en Perú y Chile. René Millar. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: René Millar
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9789561425705
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de su admirable vida. Pero además, le interesaba mostrar a Rosa como un miembro de la orden con todo lo que eso significaba para el engrandecimiento de la misma56. Ellos debían alabar a Dios por haberles dado esta “santa” en “tan calamitosos tiempos”. Tenían que estar agradecidos con Él por lo que significaba Rosa para la Iglesia, para la Orden de Santo Domingo y para la patria, es decir, para la tierra que la vio nacer. Esta última idea, que tendía a identificar a la “santa” con el terruño, la reitera57. El autor trata de resaltar que Dios había hecho posible que en ese medio naciera y viviera una santa: “Niña entre nosotros, nacida en nuestra propia tierra y patria, de nuestra misma masa, con quien conversamos y tratamos”. También destaca el aporte de la Orden de Santo Domingo en cuanto contribuyó a hacer realidad esa maravilla. Sobre el particular señala que fue alimentada con “la leche de nuestra doctrina (y) sustentada con el buen ejemplo de los religiosos de esta casa”. Pero además de todo aquello, el autor buscaba comprometer a la orden en torno a la “devoción de la virgen soror Rosa de Santa María, nuestra hermana”; e incluso iba más allá en su objetivo como puede desprenderse del siguiente texto: “Nosotros padres pues, con nuestro ejemplo, con nuestra exhortación y palabras, hacemos santos, debiendo siempre, según el estado, aventajarnos, no nos quedemos atrás”. Esa impresión, en cuanto a que buscaba promover el proceso de beatificación de Rosa también parece confirmarla la frase con que termina el escrito: “Yo tendré cuidado, con ánimo de que Dios sea engrandecido, de enviar a Vs. Rs. un traslado de la certificación de la vida y milagros de esta santa, que a su cargo ha tomado el cabildo de esta ciudad”.

      Tal como se desarrollaron los acontecimientos pareciera que ese objetivo se cumplió con plenitud. Por los mismos días, específicamente el 1 de septiembre de 1617, el procurador general de la Orden de Santo Domingo, Fr. Francisco de Balcázar, presentaba al arzobispo una solicitud para que se recibiera “información ad perpetuam rey memoriam de la prodigiosa vida e insignes milagros de Sor Rosa de Santa María, religiosa beata de mi sagrado hábito”58. Simultáneamente, el cabildo de la ciudad hacía una petición similar al arzobispo con el objeto de que la vida y prodigios de aquella fueran conocidos en España y en estos reinos “y en los unos y los otros se haga estimación de vida a tal santa y a la tierra que ha producido tal fruto”. Por otra parte, las preguntas del cuestionario que debían responder los testigos de la causa, presentadas por el procurador general de la orden, abordaban con bastante detalle la vida, muerte y milagros de Rosa y, como era lógico, resultaban muy coincidentes con muchos de los puntos contenidos en la relación. El 5 de septiembre, el arzobispo Bartolomé Lobo Guerrero autorizó la apertura de las informaciones solicitadas.

      En consecuencia, la génesis de la “santificación” de Rosa de Santa María está asociada a Luisa de Melgarejo, que informó a la sociedad limeña del ingreso glorioso de aquella al cielo, pero también desempeñó un papel determinante el entierro y las honras fúnebres que se le dispensaron al cadáver. Las circunstancias que rodearon esos acontecimientos fueron, a los ojos de los fieles, la demostración más palpable de la acogida que Dios le había dispensado a Rosa. Los frailes dominicos, conscientes de la trascendencia de la reacción popular, de inmediato buscaron la manera de encauzar institucionalmente ese fervor popular, por lo que ello podía representar para el engrandecimiento de la Iglesia, de la patria y de la propia orden.

      Alabemos al Señor. Padres engrandezcamos su nombre y démosle gracias por los beneficios que de su mano recibimos, en especial por el cual al presente, en tan calamitosos tiempos recibimos de su mano.

      Fue su Majestad servida para gloria suya y honra de nuestra sagrada orden, darnos a nuestra buena hermana y beata Soror Rosa de Santa María. Bien merecido este nombre por la hermosura de su alma y por el suavísimo olor con que entre tantas espinas y asperezas recreaba al cielo y alentaba a los que en la tierra sabían sus virtudes y aunque por su grande humildad, no conocida de todos, tengo por cierto los más de Vsa. Rs., por la comunicación que siempre tuvo con este convento, la conocerán.

      Nació en esta dichosa ciudad de Lima. Fueron sus padres Isabel de Oliva y Gaspar Flores. De cinco años esta tierna doncella tuvo uso de razón y amó tanto a su regalado esposo Cristo que el primer acto que con ella hizo fue consagrarle con voto su virginidad y limpieza, la cual guardó hasta la muerte y así su vida fue un prodigio de la gracia y un real portento de santidad. Su penitencia tan rigurosa, que más parece admirable que imitable; doce horas de 24 que tiene el día natural se ocupaba en oración y porque la apretaba el sueño, que este fue el mayor enemigo que tuvo. Para no dormir se fijó un clavo en la pared de su oratorio y atando los cabellos suyos con una cuerda asiéndolos fuertemente del clavo se dejaba colgar de ellos y en esta forma hacía su oración, en las cuales siendo vencida del sueño, la misma Virgen madre de Dios, llegando a ella, le decía: hija Rosa despierta no duermas, vela, haz oración a tu esposo. Su cama era una barbacoa de unos maderos muy juntos, entre los cuales tenía puestas unas tejas de botijas quebradas con unas puntas hechas de las mismas tejas que salían de entre los maderos de la parte alta, porque acostándose sobre la cama la atormentasen y no dejasen dormir. Tan áspera y rigurosa era la cama que solía decir la tierna doncella a sus confesores que le daban sudores de muerte cuando consideraba solo se había de recostar en tal cama; pero no por eso lo dejaba de hacer, antes con mayor ánimo se arrojaba en ella.

      Traía una corona de espinas. Las puntas hechas de plata de tres órdenes. Cada orden tenía 33 puntas, que por todas vienen a ser 99. Imitó a nuestra madre Santa Catalina de Sena y así lo dijo a su confesor. No comió carne sino en la ocasión de enfermedad solo y cuando fuese grave y esto por mandado del médico y padre de confesión, a quien siempre estuvo muy sujeta por su grande humildad. Su ordinario sustento eran yerbas y tenía cuidado para que fuesen las que apetecía enviar por unas que hay en la sierra, amarguísimas y entre ellas la traían la flor de la granadilla. Ayunaba las cuaresmas enteras y advientos, a pan y agua; y el demás tiempo, los lunes, miércoles y viernes y sábados de las semanas, aunque estos últimos años los ayunó todos, sin comer otra cosa más que pan y agua solo. Los domingos, cuando mucho, demasiándose en comer era un huevo o un pedacito de pescado y esto a la noche, porque era día de comunión, que en tales días acostumbraba esta tierna niña no comer hasta la noche, aunque muchos de ellos, lo uno ni lo otro comía.

      Hacía sus oraciones, disciplinas; vistió siempre lana y a raíz de sus tiernas carnes vistió un riguroso y áspero cilicio con tales rigores y asperezas no fue posible sino que perdiese el color hermoso de su rostro, que dicen era grande causa de que sus padres la afligiesen. Y porque veía la quitaban el regalo de sus abstinencias pidió a Dios en sus oraciones la diese un rostro y color en él, tal, que no se pudiesen conocer las penitencias, los ayunos que pensaba hacer con su divino favor. Pidiole más que de ninguna suerte (si merecía algo con su divina majestad) conociese el mundo la hacía tal favor. Oyola Dios y así a los 13 años de su edad le dio una enfermedad de postemas que le duró tres. Levantose de la cama al fin de ellos. Quedole un color blanquizco con el cual siempre vivió y un rostro tan lleno y tan hermoso que parecía un ángel; figura y color que jamás perdió aunque se le pasaban las semanas y los días sin comer como dicho es más que pan y agua. Maravilla grande después de haber estado esta dichosa virgen dos días naturales en este santo convento de rodillas orando en la presencia del Santísimo Sacramento, que fueron jueves y viernes santo. Saliendo con su madre para su casa por la puerta de la iglesia unos hombres que en ella estaban pusieron los ojos en nuestra Soror Rosa de Santa María y pareciéndoles que su rostro iba hermosísimo dijeron a la madre: muy gordita tiene Vm. a la beata, muy linda va, débenla de haber regalado mucho los padres.

      También le concedió el Señor no fuesen conocidos ni aun de sus propios padres estos portentos y maravillas y para disimularse y tener sus votos de oración y disciplina en un lugar apartado del bullicio de su casa plantó unos claveles diciendo que del fruto de ellos pensaba remediar alguna de las necesidades de sus padres, que fueron muchas. Y así fue que a su tiempo vendiera las clavelinas; y con la ordinaria labor de sus manos los remedió muchas veces; y como los padres veían ser ocupación de la doncella, dejábanla. Y tomando ocasión nuestra hermosa Rosa del aderezo de su jardín, gozaba a todas las horas, o las más que podía,