Abundan en el periodo las quejas de los propietarios agrícolas por la escasez de mano de obra. Es probable que el fenómeno, como ha sido subrayado en varias oportunidades, se debiera a la atracción ejercida por las ciudades mayores, Santiago y Valparaíso, que estaban experimentando un crecimiento acelerado y tenía necesidades crecientes de trabajadores. Es un hecho que hacia finales del periodo se asiste a un notorio incremento de la movilidad de las personas, como lo ponen de relieve las informaciones de los censos. No debe olvidarse, asimismo, el efecto de la demanda generada por los yacimientos mineros, también con serias dificultades para atraer operarios y, en especial, para asegurar una mínima permanencia de ellos. La oferta de mejores remuneraciones en otros minerales, por una parte, y la necesidad de atender a las cosechas en el caso de los operarios que eran, a la vez, pequeños propietarios, incidieron en la discontinuidad de los servicios prestados por una mano de obra esencialmente móvil.
Por último, ciertas situaciones coyunturales, como el descubrimiento de oro en California, la construcción de ferrocarriles, tanto en Chile como en Perú, o el trabajo en las oficinas salitreras de Tarapacá o en las guaneras y en los yacimientos de nitrato del Departamento Litoral de Bolivia fueron otros motivos que impulsaron el movimiento de las personas desde el mundo rural. La fiebre del oro californiana y la emigración de chilenos, sobre la cual se han difundido inverosímiles relatos, difícilmente pudo haber supuesto el desplazamiento de más de mil 500 personas entre 1849 y 1853583. Abundan las informaciones sobre retornos de migrantes desde California, “pertenecientes todos ellos a la clase de peones, y que vuelven al parecer poco contentos de las promesas que avivaron su codicia”584. No fue el caso de la construcción de ferrocarriles en el mismo Chile, el segundo de los cuales, el de Valparaíso a Santiago, supuso la contratación de ocho mil peones585. Debe advertirse que, como es obvio, hacia esos lugares no solo se trasladaron jornaleros del campo, sino también de ciudades como Santiago y Valparaíso. La demanda de mano de obra de los distritos mineros de Perú y Bolivia fue también de considerable magnitud. Para el comienzo del decenio de 1850 se sabe de contratos de enganche para Cobija, Tocopilla e Iquique586. Las extensas obras ferroviarias de Henry Meiggs en Perú —Mollendo a Arequipa, Callao a La Orolla, Ilo a Moquegua, Arequipa a Puno y otros menores, con un total de siete proyectos— significaron un constante proceso de enganche de jornaleros chilenos, iniciado con gran publicidad en 1868 y continuado de manera bastante reservada en los más de tres años siguientes, “para evitar así toda sospecha de que se hace una verdadera leva de gente”, como lo advertía en 1871 el ministro de Chile en Perú Adolfo Ibáñez587. El jornal de 60 centavos diarios ofrecidos por el empresario norteamericano, que casi duplicaba al que se le pagaba al trabajador rural, más la casa y la alimentación, eran estímulos irresistibles para los jornaleros588.
Los minerales de Arqueros, primero, y más adelante de Chañarcillo y Tamaya, se convirtieron en importantes polos de atracción de la mano de obra. En 1844 Tamaya tenía 260 trabajadores, cifra que en 1852 llegó a 692, para montar a mil 345 apenas dos años después, y a cuatro mil 125 en 1872. Pero en 1877 ya el número de operarios había descendido a dos mil 864589. Es posible que parte de esas personas proviniera de la zona central —dirigidas en mayor número hacia Chañarcillo, en Atacama, que hacia Tamaya y Panulcillo, en Coquimbo—, pero al menos en esta última provincia es posible que los migrantes procedieran fundamentalmente de otros departamentos de ella590. Estos, según lo sugieren las cifras, parecen haberse trasladado sin sus familias—hay escasos antecedentes de trabajo infantil, salvo en los lavaderos de oro591 y en las canchas en que se trituraba el mineral de cobre, donde se estaba generalizando hacia 1880 el sistema de emplear niños menores de 10 años592—, y se desempeñaban como barreteros y apires y, cuando comenzó el broceo de los grandes yacimientos, en calidad de pirquineros593. Al acentuarse la crisis minera en el norte chileno después de 1870, los trabajadores se desplazaron hacia el Perú para el tendido de líneas férreas, hacia las salitreras descubiertas en el Departamento Litoral de Bolivia y hacia el yacimiento argentífero de Caracoles, en la zona interior del mismo país.
Las penosas condiciones en que efectuaban sus labores, el peligro de las enfermedades endémicas y el elevado costo de la vida, que reducía el valor adquisitivo del salario que recibían, dieron buenos argumentos a la Sociedad Nacional de Agricultura, a los políticos y a los diarios chilenos en sus campañas en contra de la emigración de compatriotas594.
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570William F. Sater, “La agricultura chilena y la guerra del Pacífico”, en Historia 16, Santiago, 1981, p. 139.
571Sater, op. cit., p. 138.
572ANH, MI, 1.388, s.f.
573ANH, MI, 1.388, s.f.
574De Ramón, “Estudio”, cit., p. 233.
575De Ramón, “Estudio”, cit. p. 218
576Julio Pinto Vallejos, “La transición laboral en el Norte salitrero: la provincia de Tarapacá y los orígenes del proletariado en Chile 1870-1890”, en Historia 25, 1990, pp. 212-213; del mismo, Trabajos y rebeldías en la pampa salitrera. El ciclo del salitre y la reconfiguración de las identidades populares (1850-1900), Editorial de la Universidad de Santiago de Chile, Santiago, 1998, pp. 31-41.
577Una discusión sobre la presencia de peones chilenos en Tarapacá y Antofagasta antes de la guerra del Pacífico y, en especial, sobre la violencia generada