En España, Dokushô Villalba fue discípulo y seguidor. El zazen es una práctica sencilla que cuida la postura y que se basa simplemente en la expiración e inspiración sentado sobre el zafu (cojín). Se expira lenta y poderosamente, mientras el pensamiento consciente se para y el inconsciente puede despertar, armonizando con todo lo que te rodea, con el universo entero; y al abandonarlo todo se crea la verdadera vida, nos dice Taisen. El valor del contacto con un maestro está en que puede transmitir directamente las enseñanzas e imprimirles el sello de esa transmisión. Éste es el gran valor del teisho (la enseñanza) con Taisen, que se centra en la práctica de la vigilia, del despertar que, anclado en lo concreto, apunta a una transfomación física y psíquica, como toda verdadera práctica. De este modo la enseñanza milenaria de la iluminación del Buda llega en su esencia hasta nuestros días.
Deshimaru también nos orienta en cuanto a las difundidas artes marciales (senderos de meditación) que hoy día, sacadas de su contexto sagrado, degeneran en la matonería de nuestros egos occidentales. A niveles ordinarios, hoy día el zen es respetado y practicado por numerosas personas, e incluso la palabra zen está revestida de un enigma atrayente. Por suerte numerosos grupos de personas en Occidente se juntan hoy para meditar escuchando la campana de la tarde que entona el canto del Inmediato Satori.
Otro maestro, Seon Sa Nim, nos trasmite el zen coreano. Seon Sa Nim, maestro reconocido por la tradición, es un hombre afable, accesible, cuya enseñanza se basa en la meditación con koans, otra de las formas de la tradición zen. Con el palo de mando Seon señala el centro (hara) como un punto que ha de ser “strongo” –strongo=fuerte– para llega a ser un Buda. Sus koans, como “tirando cenizas en el Buda”, atraviesan el Atlántico en los centros que este hombre ha ido montando por todo el mundo, desde que, de friegaplatos en los Estados Unidos, fuera expandiendo las enseñanzas milenarias. De nuevo Oriente-Occidente. Seon nos aconseja que no le demos importancia a nada de lo que pase por nuestra mente y que mantengamos, junto a la respiración y al koan, la atención en nuestra práctica. Entonces surge la postura correcta. Oyendo el sonido de la campana todo pensamiento es cortado, dice el canto de la campana de la tarde. Sus enseñanzas están basadas en ese handicap y en la paradoja que busca el chispazo de “la mente no sé”, utilizando los antiguos relatos zen, como el del Buda con zapatillas de paja –la historia de Ko Bong– también charlas sobre el dharma, sutras y preguntas y respuestas, etc. Compone poemas como: «Después de tanto sufrimiento en los castillos nirvánicos/ ¡qué alegría hundirse en este mundo!/ Gentes que llevan ropas de seda, / Budas vestidos de harapos, / un hombre de madera caminando en la tarde/…» Toda una enseñanza que apunta al giro de los 360 grados donde reside el Gran Yo y el pensamiento no apegado, y donde de nuevo forma es forma y vacío es vacío.
Su lema es llegar a la ilumiación para salvar a los hombres del sufrimiento.
No podíamos dejar de hablar de Bhagwan Shree Rajneesh, quien fue tal vez el maestro moderno que más ha removido Occidente. Es considerado por muchos como un provocador, que se rodeó de Rolls Royces, que gastaba, y de numerosos seguidores que se extienden literalmente todavía hoy por los cinco continentes. Las túnicas naranja entre los jóvenes occidentales se prodigaron durante un tiempo, viajando de ashram en ashram y siguiendo el dinamismo de la meditación. Bhagwan provocó incluso a las mismísimas autoridades de los EE.UU., quienes al final le expulsaron. Algunos opinan que murió de una forma lenta y extraña. De Poona surgió su núcleo al que llegaban de todas partes incluso los ejecutivos estresados de Wall Street, y a Poona regresó, donde hoy prosiguen sus enseñanzas que pretenden romper con todos los tabúes, lo que encoleriza a los puritanos. En sus ashrams se investigó muchísimo sobre las dinámicas grupales, técnicas caóticas removedoras, respiraciones, catarsis, danzas, juegos, etc., buscando la dimensión festiva basada en el gozo de momento a momento, a fin de romper los hábitos mecánicos condicionados. Todo ello contenido en lo que se llama la “meditación dinámica” que tiende al despertar de la fuerza de Kundalini y a hablar de corazón a corazón.
Se dice de Rajneesh que revolucionó los esquemas clásicos del pensamiento oriental. Lo que sí es cierto es que este maestro estaba al tanto de cómo se estaba desarrollando el proceso de la práctica en Occidente, y conoce y critica a los maestros imperantes. Critica a Maharishi Mahesh Yogui y a Krishnamurti como dos polos opuestos, en el sentido de que el primero te ofrece la escuela primaria y si te detienes ahí estarás perdido, y el segundo te hace entrar en la universidad sin pasar por la primaria. Rajneesh afirma que el zen es lo último, se encamina hacia la natural simplicidad, que es cuando Tilopa y su discípulo Naropa dicen que sólo entonces aparece Mahamudra, el final, el postrer orgasmo con la existencia, lo que representa el centro de la Gran Enseñanza Tántrica que se originó en el Tíbet milenario.
Muchas de sus enseñanzas relativas a las dinámicas grupales son de gran valor en psicoterapia.
Dhiravamsa es otro maestro que recorre Occidente desde que en 1971 colgara los hábitos en un monasterio de Tailandia. Este maestro, en una enseñanza muy cercana al zen, dentro de un concepto budista y de su profunda experiencia, presenta la meditación vipasana como renovación de la consciencia. En líneas generales la misión real del maestro es inspirar la búsqueda hacia la verdad, animar a la gente a seguirla, afrontando cualquier dificultad. Apela siempre a los consejos clásicos del Buda para que el practicante compruebe por sí mismo y no se fíe de las comprobaciones ajenas. El maestro, para Dhiravamsa, es la personificación de la vía. El maestro real despide amor y compasión a través de su ser y de sus actos de un modo natural sin ser alguien en especial. Algo que nunca debe de hacer un maestro espiritual es crear dependencia entre sus estudiantes, pues perpetúa la imagen del buscador en algo que está fuera de él. Pero además Dhiravamsa sorprende por su claridad en la exposición de los conceptos, lo que es de inestimable ayuda para la comprensión del occidental que necesita de ese aspecto intelectual por su formación cultural aunque no ha de estancarse en ese estadio.
En primer lugar hemos de agradecerle a este maestro el bajar a la investigación occidental, a sus luchas, nudos y divisiones, a la vida frenética; así pues, Dhiravamsa aparece como un maestro de carne y hueso, lo que es de agradecer. Dhiravamsa nos habla de los conceptos de animus o energía yang en las mujeres, y anima o energía ying en los hombres, los arquetipos junguianos; patrones dinámicos de energía colectivamente presentes, esos compañeros invisibles que pueden convertirse en partes conflictivas o completivas. Nos habla de un ego que ha de ser herido hasta que no pueda resistir el dolor a fin de liberarnos de eso que produce miedo y sufrimiento. Todo ello representa el proceso de crecimiento, ya que sin alcanzar estas profundidades no hay posibilidad de libertad total y sabiduría iluminada. El ego apegado o herido puede huir hasta llegar a la esquizofrenia catatónica, no habiendo calma para la autoobservación, y en donde también el ser intermedio, el intelecto o mente posesiva, busca codiciosamente una posición, dividiéndonos en segmentos separados sin lugar para la comunicación y el amor. Así que Dhiravamsa expresa tajante que la dirección está en nuestras manos. Establece que actuamos como percibimos en un momento dado, de acuerdo con nuestras ideas preconcebidas que están envueltas en nuestra memoria perceptiva, y es el ser consciente lo que nos permitirá ver tanto el exterior como el interior, la proyección reflejada y la realidad, el conflicto producido por la impermanencia, la insatisfacción y el vacío. También la ignorancia que se establece en la duda, la perplejidad y la confusión. La libertad total y verdadera no existe en el nivel de consciencia ordinaria; la libertad total es inconmensurable, absoluta, y ha nacido del espacio claro y vacío de la nada. Hemos de saber enfocar la crisis de consciencia que actúa como factor desequilibrador en los seres humanos, lejos de buscar una compensación o elusión tras lo que se paga un precio mayor que si se enfoca directamente, es decir, si ampliamos nuestro nivel de consciencia. Y si vemos la totalidad, el conflicto que tiene su origen en el dualismo desaparece. Así el conflicto de la mente condicionada, informatizada, desaparece. En la más pura tradición budista, Dhiravamsa nos habla de la codicia de los fantasmas hambrientos, de los infiernos, etc., lo que puede ayudar a comprender la naturaleza de ciertas vivencias. En esas perspectivas de acercamiento al nivel en que se mueve Occidente, Dhiravamsa nos habla de las metas de la psicoterapia occidental y de la tendencia de ésta a enraizar al individuo, a equilibrarlo,