La senda de los maestros
Siguiendo en la dinámica del apartado anterior y profundizando en lo transpersonal, en la necesidad de ese salto cuántico, entramos en el porqué de esa necesidad en Occidente. La respuesta viene dada sobre el creciente deterioro de una vida desacralizada que no colma las ansias de conocimiento del ser. Este rasgo primero proviene de un Occidente que abandonó su “entre-guismo” religioso medieval, donde la vida se concebía como valle de lágrimas y la responsabilidad se delegaba en manos del juicio de Dios, en cuanto a los aspectos negativos e infantiles de aquella época. No olvidemos que fue una época de intuición profunda. De ahí se embarca hacia un desarrollo de ese yo –capaz de hacer–; con lo que nace el maravilloso Renacimiento que inicia un poder individualizador y creador, y así surgen un Leonardo, un Miguel Ángel, etc. El hombre comienza a inventar y a creer –crear–, en sus posibildades. En la actualidad estamos apurando ese empuje, cuando la soberbia se enseñorea y el individualismo se ahoga en un materialismo consumista, olvidando el recogimiento de las catedrales góticas. Si es el fin de la historia, como algunos promulgan desde un cielo productor-consumidor, más bien será el fin por su fracaso. El hombre ha apurado ese enyoimiento que tuvo su razón adquiriendo su responsabilidad ante la naturaleza del Renacimiento, pero hoy ese péndulo se ha extralimitado en su función y ha perdido el sentido sagrado de su entorno. En la búsqueda de ese sentido ha encontrado un hueco muy importante la tradición oriental, allí donde la occidental lo deja por comulgar con un materialismo todopoderoso y ciego. En fin,
Un segundo rasgo es la progresiva síntesis Oriente-Occidente. Se piensa que Oriente es cerebro derecho, Occidente izquierdo. Lo que a simple vista es cierto, es que Oriente se ha preocupado más por el Ser esencial, y Occidente por el yo existencial. Posiblemente nos encaminemos en esta progresiva simbiosis a una interconexión de conocimientos, espiritualizando Occidente, abriendo su corazón, y materializando Oriente, para que se dote de infraestructuras frente a las calamidades, llegando con ello a un equilibrio gradual y progresivo en el que la esencia lo cubra todo definitivamente.
La sincronicidad Oriente-Occidente de los maestros. Los maestros emplean un lenguaje y unas palabras cuya exacta traducción vendrá dada por cómo resuenen en la persona que “escucha”. De todos modos, además de las palabras de los maestros se han de conocer los hechos y cómo los transmiten. Hoy abismados por tantas lecturas, guerra de palabras y conceptos, digamos que prestamos atención cuando las palabras nos inquietan y rompen nuestra tendencia a situarlas en el molde de alguna lógica.
En los años sesenta y setenta aparecieron algunos maestros con grandes aureolas, riadas de personas se juntaban para escucharles, constituirse en discípulos y corretear por el mundo. Son los hijos de los combatientes de la segunda guerra mundial quienes se moverán en un clima de apertura y permisividad como nunca hasta entonces se había conocido. El efecto de esta tempestad mundial será una tendencia a la libertad tan puesta en entredicho por las armas, y tal vez como unas ansias de recorrer otros caminos que los establecidos por los himnos nacionales. Algo nuevo se había despertado en aquella juventud que seguía a los gurus orientales y a la búsqueda del misterio vital que su medio natural ya no podía ofrecer. Los centros se abrieron por doquier, los viajes a la India y a sitios de enjundia espiritual se prodigaron, también las flores, sus músicas y el LSD. Todo ello es capítulo conocido.
Sobre los maestros hay diversas opiniones, desde la que defiende su necesidad imprescindible hasta lo contrario, en aras de encontrar al propio maestro interno. Por lo tanto hay opiniones que abarcan desde quienes les ensalzan hasta quienes les denigran por sus abusos. También quienes moderadamente les dan el nivel que de ellos se supone. Adelantamos que es primordial conocer el mensaje en el propio contexto en que es emitido, con todas las concomitancias y matices; lógicamente para ello se dependerá de la claridad, capacidad y experiencia para entender ese contexto en que se mueve un maestro determinado, sea en el contacto personal, en sus libros, exposiciones, etc. Tal vez esa postura moderada buscando el equilibrio de las posiciones opuestas sin caer en la tibieza debilucha pueda darnos la clave, contando lógicamente con que maestro concreto y alumno concreto pueden encontrarse en el chispazo que el devenir de la búsqueda encuentre oportuno para un momento que siempre será relativo. Así pues no habría reglas generales ni categóricas. Lo que es cierto es que el maestro no es un sustituto de la verdad interna, sino su “despertador” para que el alumno camine por sí solo. Creo que el principio de incerti-dumbre planea de alguna manera en un encuentro de estas características.
Muchos de los personajes de hoy día que despuntan en la búsqueda nos hablan de sus contactos enriquecedores con los maestros. Científicos como Deepak Chopra se refieren en sus obras a las enseñanzas recibidas de Maharishi Mahesh Yogui, fundador de la meditación trascendental, que hizo meditar hasta a las amas de casa.
Muktananda sembró Occidente de centros, consiguiendo multitud de seguidores. Digamos que junto con otros gurúes famosos puso de moda la espiritualidad, sin obviar la búsqueda necesitada en muchos casos por personas angustiadas que ansiaban la salida a sus traumas, más allá de una retórica o una pastilla; aparecieron multitud de seguidores y en cierta medida muchos de ellos encontraron una salida al síncope de sus vidas. Hoy día, después de su desaparición, muchos opinan que Muktananda extendió la práctica incorporándola como natural a la vida cotidiana y haciéndola vibrar con grandes dosis de responsabilidad. El sidha yoga hoy continúa en los centros que dirigen sus dos principales discípulos. En el Juego de la consciencia, Muktananda nos legó el proceso de su propia transformación hacia la maestría, una cartografía de los avatares y del sendero del aprendizaje de los sidhas en donde la práctica tiene un carácter gratificador pero también su lado terrorífico en el cual se atraviesa su filo cortante, causa de situaciones de pánico y muchas veces de abandono. A requerimiento de sus discípulos, el maestro con gran sinceridad explica sus procesos duros y solitarios durante su aprendizaje para que sirva de ejemplo y reconfortación en los zigzagueos del despertar de Kundalini y las diversas vivencias, ya sea a través de shaktipat o de forma espontánea. Es toda una disertación explicativa de los procesos de la respiración –pranayama–, del despertar de los chakras, del estado de Tandra, de la visión de Chandraloka, de Siddaloka –el mundo de los sidhas–, de la Perla Azul. Todo un aprendizaje inmerso en la devoción a su Gurudeva: Nityananda. Todo un universo de vivencias impresionantes que describen la riqueza del mundo de la Shakti interna, un buen antídoto para quienes se pudren por concebir una vida inmersa en la rutina gris y desesperanzada.
Quisiera continuar dando un perfil de los maestros más importantes que han visitado Occidente en las últimas décadas, desde aquella lejana presencia con la que Vivekananda impresionó al despuntar el siglo XX.
Krishnamurti, maestro y filósofo internacionalmente reconocido, penetró profundamente en la manera de comprender del occidental. Abrió la puerta de universidades, y científicos como F. Capra, Bohm, Pribram, Wilber, T. Brosse, recibieron su influencia. Krishnamurti, preparado en la teosofía, al parecer se desembaraza de un papel asignado y recorre el mundo expandiendo su mensaje sobre el vivir: la resolución del problema existencial de cada individuo por sí mismo, a través de un descubrimiento profundo y una trasformación individual, con planteamientos sobre cuestiones básicas como el miedo, que pasa por entender el deseo, y éste por entender el pensamiento. De él se dice que estaba cerca del budismo.
Durante sus seis décadas de tarea pública ha hablado a millones de personas, demostrando las rigideces de las