Para acabar este apartado, quisiera nombrar a otros maestros que, aunque menos conocidos en algunos casos, son influencias importantes en el curso de la búsquedad.
Harruchika Nogushi, en la tradición japonesa a través de sus discípulos, como Katsumi Mamine, nos ha legado un trabajo psico-corporal y energético de gran valor. Por una parte, el Katsugen como método para organizar las vivencias que se esconden en lo involuntario, teniendo en cuenta que la única alternativa para vivir sanos es tener consciencia de la propia fuerza interior y desplegarla. Hacia ello apuntan las enseñanzas del Katsugen Undo. El estudio de las tendencias habituales no conscientes en el hombre y su movimiento propició el descubrimiento del Taiheki, donde se hace un estudio exaustivo de las proporciones y de las tipologías corporales.
Sai Baba representa en la actualidad un mundo inexplicable.
El Dalai Lama, con su autoridad moral y los centros Nagaryuna contribuyen enormemente a la difusión organizada y responsable de las enseñanzas ti-betanas, tal vez la diáspora no sea más que una treta de nuestra naturaleza que busca esa interconexión planetaria que crea seres finalmente unidos por la Consciencia. Kalu Rimpoché, de los Kalyupas, dejó un inmenso legado.
Thich Nhat Hanh, representante del budismo comprometido, propuesto para el premio Nobel de la paz en 1967 por Martin Luther King, expande una vía respirable y caminante hacia la tierra pura partiendo de una felicidad que se experimenta hasta en los hechos más simples de nuestra vida cotidiana, manteniendo nuestra consciencia viva en unas enseñanzas budistas que se compromenten con esa vida cotidiana. La transformación interna en el individuo es ya el camino para la paz: una respiración y una sonrisa. Debemos caminar en paz para no estampar el dolor y la ansiedad sobre la faz de la tierra; al meditar caminando dejamos una estela de flores en nuestros pasos.
No podemos olvidar el legado tan estudiado de los mapas místicos de san Juan de la Cruz y santa Teresa, con su Noche oscura y su Cántico espiritual, sus Moradas y sus azarosas Vidas. Creo que su mensaje ha de ser rescatado para un mundo que no se resuma a erudición y literatura, ni tampoco a una religiosidad retórica y rutinaria, sino a la práctica reverdecedora y encarnadora de su mensaje. En el ámbito cristiano tampoco podemos olvidar al padre Lasalle, quien en un verdadero trabajo de síntesis Oriente-Occidente introdujo el zen en la práctica cristiana, lo que supone una renovación, tan necesaria para una iglesia que así pueda alejarse del representar, y por el contrario comienze a contactar con la humildad de las catacumbas. En España, Ana María Schlütter es una de las continuadoras de esa práctica de zen cristiano, no siempre comprendido por algunos que, encerrados en su anquilosamiento, se estremecen de espanto ante la actitud correcta.
Serge Raynaud de la Ferrière, alma de la Gran Fraternidad Universal, de origen francés, recorrió el aprendizaje de la India, de nuevo Occidente-Oriente, legándonos una sabiduría profunda y minuciosa del proceso yóguico.
Entre otros maestros reconocidos existe últimamente un grupo reducido de occidentales, relativamente jóvenes, que se colocarían entre las primeras promociones de personas que han pasado por las enseñanzas occidentales y que después lo hicieron por los maestros orientales, emergiendo de esta fusión. Entre ellos estarían Ram Dass (Richard Alpert), del que hablaremos en otras partes del libro, Da Love Ananda, Swamiji Maha, que trabaja en la encarnación de la consciencia. De origen coreano, Dae Poep Sa Nim desarrolla un budismo social muy acorde con nuestra sociedad, etc.
Da Love Ananda (antes Da Free John) se mueve en la paradoja radical. Critica el misticismo convencional que pertenece al ego, el cultivo de experiencias placenteras interiores que son componendas egoístas que nos apartan de Dios. Afirma que toda experiencia conspira para que la trasciendas y además exige que la cumplas. En estas necesidades bascula cada instante de la vida: «que uno deba liberase de un algo que no es necesario iniciar es totalmente absurdo. Entonces ¿por qué molestarse en iniciarlo?».
El proceso empieza en el nivel más bajo, miedo a perder el cuerpo, relación con la alimentación, sexualidad, que es lo que caracteriza a la persona corriente. Pero en la etapa de la iluminación comprendemos nuestra natural trascendencia de todo; entonces la gracia es el humor y la libertad si es que hay responsabilidad.
Da Love Ananda no está exento de duras críticas a su labor.
Apuntes. No han venido a jugar, el verdadero maestro ha venido con una función muy precisa que el occidental no puede confundir con el hacer deporte o asistir a una facultad. No, no es tomar café, el practicar; por ello cuando se alcanzan cotas de profundización y se rompen viejas estructuras, el practicante, o lo comprende y continúa su labor, o a veces se asusta y despotrica sobre las maldades de los maestros. Éstos son cada día más importantes por su influencia, y especialmente en las psicoterapias humanistas y transpersonales, que en ocasiones cuentan con su guía. La relación maestro-discípulo podría resumirse siguiendo a Claudio Naranjo, considerando que alguien que no ve con claridad busca la compañía de alguien que ve, en la esperanza de desarrollar su propia sabiduría. El maestro es alguien que está unos escalones por delante. El trono, en el buen maestro, no es más que un ritual generador de respeto, un antídoto contra la invalidación reactiva del otro. Naranjo, además, se pregunta por el sentido de la entrega: entregarse a un ser esclarecido que manifiesta poseer en profundidad la consciencia humana latente en todos nosotros puede ser entonces un paso hacia la liberación del yo que pretende entregarse a la divinidad interior. A buen entendedor pocas palabras bastan, y al mejor, ninguna. Y cita a Longchenpa: «y al mundo de los que debían ser instruidos vinieron maestros que los instruirán; en este orden, el maestro como estrato fundante de significado cobra forma concreta, el maestro que adiestra y el variado mundo como maestro». Por supuesto, el individuo que está al margen del camino espiritual hablará de superstición o de pensamiento mágico. Y Naranjo cita a Rumi: «¿habría oro falso si no hubiese oro verdadero?»
Por ello John White comenta cómo «aspirantes ingénuos se convirtieron en las víctimas de maestros sin escrúpulos, cuya conducta atrayente y mistificadora les sedujo de forma idealista y eficaz con la promesa de iniciarles en los misterios».
Personalmente y en mis experiencias con los maestros, la relación es tan fácil como la pregunta del niño que no sabe: ¿quién es el señor de estas tierras? Esa pregunta surge ante los planos que desconoces. A partir de ahí, si el camino te fuerza, desaparece el probador y entra el caminante, se abren puertas inimaginables para el verdadero cientifismo, el de la comprobación interior, el que definitivamente comprende para siempre el sentido de la vida y la muerte. Ya no se juega, el orden del firmamento se atisba con claridad y soporte. Parece mentira, tan presente y tan distante, ¡pero tan enfrente! Es entonces cuando surge la pregunta con asombro: ¿cómo es posible no verlo? La voluntad guía, y parece que uno no escoge, pero todo comienza a llegar y se abre una amplia perspectiva, la de cada cual. Se entra en el poder verse para poder ver con compasión, requisito imprescindible de quien ve para curar. El valor del maestro en las nuevas terapias humanistas y transpersonales es hoy incuestionable, porque ellos nos hablan del Ser, y su luz es sabiduría y a eso se le llama amor. Sin embargo, hay para el occidental una diferencia entre psicoterapia y espiritualidad, y sobre ello hablaremos. También sobre la relación con esa persona de enfrente que se sitúa en ese lugar de poder. No cabe duda de que hay maestros y maestros.
Frances Vaughan opina que el poder es un factor importantísimo en la relación maestro-discípulo. «Es uno de los obstáculos más difíciles para quienes alcanzan cierto grado de dominio en cualquier camino espiritual». Además avisa de que «aun los buscadores mejor intencionados pueden caer en manos de falsos maestros». Que la valoración del maestro puede tener en cuenta el que «nos encontremos en paz en su presencia». Adelantando un poco el apartado dedicado a los peligros de la psicología transpersonal, F. Vaughan opina que «en los casos de autoritarismo espiritual extremo, para recuperar la salud psicológica de los miembros del grupo es necesario retirar la confianza del poderoso líder y volver a depositarla en uno mismo». Incluso profundizando en lo terapeútico, F. Vaughan prosigue