A todo esto debieran prestar atención quienes desde una posición alternativa, en la proliferación de profesores/as de yoga, de meditación, y un sin fin de nombres de técnicas corporales, ejerzan la posición de psicoterapeutas, sin una formación y un conocimiento del sutil y complejo proceso de una psicoterapia y su estrategia terapéutica de cara a abordar la emergencia de la estrategia inconsciente. La desconsideración de ello puede generar comportamientos peligrosos que distorsionen al cliente y ocasionen disturbios que se interpongan en momentos frágiles del proceso psicoterapéutico.
Chamanismo
Psicodélicos y Alucinógenos. No podía faltar un apartado sobre lo chamánico por cuanto esta forma de entender el mundo ha ejercido una poderosa influencia sobre una gran parte de las últimas generaciones y sobre las psicologías que contienen un cariz espiritual.
Todavían resuenan los ecos poderosos y discutidos de las andanzas de Carlos Castaneda, cuyas obras parecen contener una encomienda de despertar a las personas hacia otra concepción de la realidad.
He conocido el mundo chamánico del sur de México, donde he encontrado que un buen chamán es transracional, no se ha quedado en estadios mágicos y simbólicos prepersonales; cuando está arriba domina lo que hay arriba, y cuando desciende a lo racional domina lo que está abajo, y además con una soltura que apabullaría al más exigente de los informatizados. En un relato de la revista Año Cero, resumí una de las experiencias. Es cierto que hay que ir con cuidado porque los astutos cazan a los turistas. El chamán realiza un trabajo paralelo a los curanderos que se esparcen por la geografía española. No realizan “viajes” con una intención hedonista o curiosa, sino que su camino es el de la curación. Concretamente don Patricio lleva tomando el hongo desde su juventud, tiene actualmente sobre los ochenta y cinco y afila el machete con dos piedras como un adolescente, y por supuesto trabaja como los demás vecinos. Es uno más en su pueblo.
El chamanismo es una forma de entender el mundo, la más antigua, integrándose en la naturaleza, en comunión con ella, conociendo sus secretos, sus leyes más íntimas. ¿Y quién puede negar que esta vía haya seguido su propio curso de evolución desde la noche de los tiempos y por ello haya transcendido lo racional? El chamán pasa primero por unas experiencias dolorosísimas para atravesar con su carne lo que después tendrá que curar y orientar en su pueblo. No se puede enseñar si antes no se ha aprendido, no en acumulación sino en la propia transformación. Es el libro del cuerpo. El chamán se sirve de plantas de poder que por alguna razón existen repartidas por todo el planeta; su transformación es guiada por un espíritu, así tiene acceso a la medicina sagrada. El chamán tiende a ser un hombre de conocimiento, diferenciándose del hechicero. El chamanismo, hoy, se transvasa a muchos buscadores occidentales que recogen así el testigo, lejos de la connotación variopinta de la choza y la maraca. El chamanismo ha alcanzado grandes perspectivas en las psicoterapias occidentales, sobre todo, como ya hemos expresado en otras ocasiones, por lo que conlleva de chamanización del terapeuta en su condición de transformación previa, de curador herido, lejos de una formación racional acumulativa y sin transformación. Antropólogos, profesores de diversas áreas (psicología, religiones, medicina, psiquiatría y psicología, etc.), se han dedicado a estudiar esta antiquísima tradición de comprensión de la vida en los cuatro rincones del planeta donde aún persiste. Tradición –lo que ha sido legado– que no pocos investigadores consideran similares a sus hallazgos; por ejemplo, Grof considera compatibles sus teorías con los antiguos sistemas de cartografiación chamánica.
Con una mayor dedicación a lo chamánico tenemos a Michael Harner, que es uno de esos antropólogos que pasaron de ser observadores asépticos que miran a los indios como “bichitos de estudio”, a involucrarse y ser uno más, y por supuesto a quedarse pasmado de lo que se “cocía” en aquellos extraños rituales. Michael Harner se caracteriza por su interés en transvasar la formación del chamán a escala occidental y procurar la formación de los mismos en sus cursos. No cabe duda de que la explosión Castaneda dejó sembrado el terreno. Harner distingue entre chamanes, médiums y conductores ceremoniales, como hechiceros y hechiceras. El chamán (palabra original de los tungus de Siberia) es de carácter activo, viaja hacia los espíritus, buscándolos en su propio mundo, conservando el control mientras permanece con ellos, a diferencia del médiun que es poseído voluntariamente. El hechicero es más bien un ritualista que actúa en la realidad ordinaria como un sacerdote, aunque también hay chamanes que son a la vez sacerdotes. El chamán se comunica con la naturaleza, habla con las plantas, los animales, pleno de humildad, totalmente afianzado en la realidad ordinaria. Es curioso que el buen chamán no se reconozca a sí mismo como tal; ello lo tiene en la realidad no ordinaria, donde el contacto con los espíritus le valida como tal.
Un aspecto interesante de Harner es el asesoramiento chamánico en cuanto a lo pedagógico se refiere, aunque él estuvo en su proceso de aprendizaje en contacto con tribus (conibos, jívaros, etc.) participando de la ingestión de sustancias alucinógenas tales como ayahuasca, guayusa, maikua, y así comenzó su antropología de los espacios no ordinarios. Hoy actualiza los medios sirviéndose de la electrónica, partiendo de la premisa de que no somos indios: de ahí el Harner Method Shamanic Counseling. El sonido de los tambores por auriculares y la narración simultánea permiten tener una visión completa del ECC: el estado de consciencia chamánica. El viaje es de búsqueda de contacto íntimo entre el individuo y el mundo del espíritu, sin intermediarios, aconsejadores ni interpretadores, hacia el encuentro de respuestas de importancia vital para la vida del “aventurero”, siendo en la realidad no ordinaria en donde las hallará y donde hallará a los verdaderos asesores. El auténtico asesor chamánico tiende a que el que realice el viaje no dependa de nadie para responder a las preguntas. Por ello no se practica la psicoterapia, e incluso a los psicoterapeutas se les previene con cierta “desprogramación;” por ello Harner aconseja a los asesores potenciales que brinden al chamanismo la oportunidad de funcionar por su cuenta ya que no necesita de “mejoras” con conceptos y técnicas de otros sistemas. En sus libros y en su cursos de formación Harner explica su proceso tanto personal como pedagógico.
Como hemos expresado anteriormente, son muchos los estudiosos del chamanismo, lo cual diversifica las posturas. Hay quien compara el éxtasis cha-mánico con la mística cristiana y quien los diferencia; se discute si es o no un fenómeno religioso; se propone la existencia de un neo-chamanismo, etc. Parecen más bien asuntos de tipo intelectual que poco revierten sobre la esencia del proceso.
Entre otros autores-vivenciadores están Miguel Palafox Vargas y Alvaro Estrada, aunque menos conocidos, pues no están dentro del poderoso contexto económico norteamericano. El primero convivió con los huicholes dándonos una completa descripción de sus vidas y sus costumbres, así como de experiencias con la peregrinación del peyote. El segundo relata su relación con María Sabina, quien con sabia ingenuidad respondía: «las cositas (hongos) me dicen qué decir y cómo cantar». María Sabina se revela como una de las maestras del chamanismo mexicano desde que la noche del 29-30 de julio de 1955, R. Gordon Wasson se iniciara en su primera velada de hongos –puro derrumbe– en plena sierra Mazateca. El chamán mazateco, vocablo que significa “hombre venado” procedente de la sabiduría chichimeca y del maya quitxé distingue entre chotá-a-chi-née “la persona sabia” y el tji-ée “el hechicero”, en un plano interior. En un plano intermedio estaría el chotáa-xi-bendáa, el “curandero”.
Joan Halifax, antropóloga y exploradora del budismo y del chamanismo, opina que el psicoterapeuta tiene que aprender mucho del “curador herido”. Esto es tan importante que incluso el chamán no puede curar lo que él mismo no haya atravesado. Ya sabemos que nuestra estupidez racionalista tacha a estos chamanes de esquizofrénicos; lo doloroso es que se atreva a opinar por soberbia, lo que desde esa perspectiva ni se entiende, ni se puede entender. Joan Halifax apunta la conveniencia de que el psicoterapeuta investigue ciertas maneras de curar del chamán. Por ejemplo: la prescripción de soledad a la gente enferma, a veces en sitios acogedores, ayunando durante tres días y noches,